Reportajes y Especiales
En una tablilla, hace 460 años, comenzó la historia
15 de agosto de 2020
En el año 1560, los religiosos que se trasladan a Táriba, con el propósito de evangelizar a los aborígenes en la fe católica, llevaron consigo una tablilla que, tiempo después, sería el centro de una serie de extraordinarios acontecimientos
La historia de la Virgen de la Consolación se remonta al año 1560, cuando los padres Agustinos, que llegaron a San Cristóbal procedentes de Pamplona, Nuevo Reino de Granada (Colombia), deciden trasladarse a Táriba con la finalidad de evangelizar a los nativos y llevan consigo una tablilla con la venerada imagen, que años mas tarde sería la causa de una serie de extraordinarios eventos que dan origen a la leyenda y adoración por parte de todo un pueblo, que cada año, el 15 de agosto, deja constancia de una extraordinaria jornada de fe y devoción.
Dos fueron los misioneros de la orden de San Agustín que, atesorando la imagen que habían traído de España, llegaron ya de noche a orillas del río Torbes y se encontraron con un cauce abundado y para evitar que la imagen se mojara, la amarraron al extremo de una de las cañas amargas que, como apoyo y en medio de oraciones, utilizan para poder cruzar el río. Lograron llegar a la otra orilla con rapidez y sin problemas, pese a las dificultades por la crecida.
Tablilla olvidada
Los religiosos llegaron hasta terrenos de los indios Táribas y en un lote, hoy ocupado por la plaza Bolívar, dan inicio a la construcción de una pequeña ermita, donde tenían previsto dejar la tablilla, que desde un primer momento comienza a ser llamada Virgen de la Consolación. Era una época de constantes combates entre las tribus aborígenes y tiempo después, Los Guásimos y Los Capachos, con numerosos guerreros, invaden la meseta de los Táribas, obligándolos a replegarse. Debido a ello, los misioneros se ven obligados a desplazarse hasta el otro lado del río para salvar sus vidas. En el apremio por escapar de tan peligrosa situación, no tienen tiempo para recuperar la tablilla, que queda en la ermita y es guardada por una indígena convertida al cristianismo, que opta por llevarla a su humilde ranchito.
Pasa el tiempo y nada se sabe de la imagen. Algunos historiadores de la sagrada Virgen dicen que se fue destiñendo, dejando tan solo una silueta, apenas perceptible. Corría el año de 1600, a mediados de año, cuando ocurre un hecho extraordinario y significativo con un grupo de muchachos, entre ellos los hijos de Alonso Álvarez de Zamora, jefe encomendero de Táriba, que luego del almuerzo deciden organizar una partida de bolos. Pedro, Jerónimo y Antonio organizan el encuentro deportivo y durante la competencia a uno de los participantes se le partió la paleta, por lo que se ve obligado a salir del juego, mientras consigue la manera de reemplazar la pieza dañada.
Los muchachos van a la despensa donde guardaban los alimentos y toman una tablita, sin dar importancia a su borrosa imagen. Simplemente, era una tabla y la necesitaban para retornar al juego. Con un cuchillo intentan moldearla para darle la forma requerida de paleta, pero no lo consiguen. Inútilmente intentan fabricar el instrumento de juego, pero no lo logran.
Por más que tratan, no logran hacerle mella, resulta imposible cortarla y rebanarla. Al golpearla se escucha un ruido, como de tambor, que llama la atención de Leonor Colmenares, quien se las quita y la coloca de nuevo en la pared de la despensa, diciendo que en un tiempo esa tablilla había tenido la imagen de la virgen María, según el relato.
Gran resplandor
Pasadas algunas horas, observan que en la despensa se produce un extraño resplandor que llama la atención y hace pensar en un incendio que se apresuran a apagarlo. Al ingresar al sitio, se percatan, con asombro, que ese brillo, que parecía fuego, procedía de la tablita que mostraba la imagen de la sagrada Virgen.
Sin saber con exactitud de qué se trataba, entre alarmados y maravillados al mismo tiempo, los testigos de ese asombroso hecho acudieron al vicario de la Villa, el sacerdote Francisco Martínez de Espinoza, quien de inmediato se traslada al lugar con un grupo de personas y constata la aparición de la imagen y el milagroso evento en desarrollo. Cae de rodillas y es el reinicio de la adoración a la sagrada Virgen.
Esto ocurrió el 15 de agosto y es el inicio de la celebración del día de Nuestra Señora de la Consolación, que cada año reúne a centenares de devotos que le rinden tributo en medio de una verdadera fiesta mariana, con solemnidad pontifical. Cada año, la santa misa se celebra en la parte externa de la iglesia, debido a que el templo no tiene la capacidad para recibir a tantos fieles. Allí es adorada la sagrada imagen que sostiene entre sus brazos a su hijo, el niño Jesús.
El Libertador la visitó
La Virgen de la Consolación no solo es la patrona de los tariberos, y de los tachirenses, también lo es de todo aquel que profesa la fe católica, tanto en Venezuela como en muchos lugares del mundo, y conocen su historia, plagada de hechos extraordinarios.
El 17 de abril de 1813, el padre de la Patria, el Libertador Simón Bolívar, durante su Campaña Admirable, luego de arengar a sus tropas en San Cristóbal, emprende viaje a La Grita y, a su paso por Táriba, se presenta ante la Virgen de la Consolación para rendirle tributo. El párroco de entonces, presbítero Gabriel Pineda, le entregó las tres lámparas de plata que acompañaban a la Virgen para apoyar la causa libertadora.
La imagen de la Virgen está rodeada por un relicario de oro y plata que fue un regalo de monseñor Gregorio Jaimes de Pastrana y Bazán, obispo de Santa Marta, nacido en San Cristóbal y primer tachirense en alcanzar tal dignidad en la Iglesia católica. Encarga su fabricación al orfebre español Alonso de Losada y Quiroga. En la parte posterior de la joya deja el siguiente texto: “Acabosse esta obra a 3 de Agosto de 1687 años a devocion de un Sr. Obispo in- dignissimo esclavo de la Madre [de] Dios de Consolacion de Táriba, izola Alonso de Losada y Quiroga y pesa esta gvarnicion 20 marcos de plata sin otros 19 marcos poco mas o menos que entraran en las puertecitas, y tuvo la guarnicion antigua de esta Señora 3 marcos Y una onza que syrvieron para dicha obra”.
El general Cipriano Castro, primer tachirense en asumir la presidencia de la República, le entrega la media luna que sostiene la tablilla donde está la imagen de la Virgen, referencia al libro del Apocalipsis y el capitán pamplonés Dionisio Velasco Gómez, al observar que tres lámparas que decoraban la imagen no estaban, ordenó se elaboraran las réplicas, para reemplazar aquellas elaboradas en plata que fueron donadas al Libertador Simón Bolívar, como aporte a la causa patriota.
Armando Hernández