El 19 de abril y los latidos de la historia
19 de abril de 2024
María Cristina, una mujer tachirense que vive en Cúcuta, pagó 100 mil pesos para regresar a Colombia. Le garantizaron su traslado desde Palmira hasta Villa del Rosario. Cruzó por la trocha Juan Frío. Al llegar a su destino le dijeron que la cuidaron los paramilitares
Por José Luis Guerrero S.
“Yo crucé el cauce del río Táchira, en una bicicleta, por la trocha que llaman Juan Frío. No la manejé yo. La llevaba un joven, con acento venezolano, como de 28 años de edad, que trabaja en eso. Uno paga dos mil pesos y en unos cinco minutos ya cruzó la frontera y no se moja los pies”-
Es parte del relato de María Cristina, una mujer tachirense, de 35 años de edad, que reside en Cúcuta, departamento Norte de Santander, y se encontraba en Palmira, municipio Guásimos, desde el 13 de marzo de 2020, cuando por la pandemia de covid-19, el presidente Iván Duque ordenó el cierre de la frontera, que estaba abierta solo para el paso peatonal.
Vino a Palmira a ver a su tía por la muerte de un pariente y la cuarentena le tomó por sorpresa. Su hija, recién casada, se quedó con su esposo en Cúcuta y está embarazada.
No es la primera vez que ella cruza el cauce del río Táchira por trocha, para ir y venir a casa de sus parientes. Desde el 20 de agosto de 2015, hace cinco años, cuando el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ordenó el cierre de la frontera entre ambos países, tras una emboscada donde hubo cuatro heridos en un operativo anticontrabando en San Antonio del Táchira, lo ha hecho con regularidad.
“El carro que me trajo desde Palmira lo estacionaron en el patio de una hacienda en Llano de Jorge, más arriba de San Antonio del Táchira, como a unos diez minutos en carro, creo yo. Eran como las 9:00 de la mañana. De allí caminamos como 15 minutos y llegamos al río Táchira. En menos de otros 10 minutos ya estaba en Juan Frío, arriba de Villa del Rosario”.
Nadie sabe con exactitud cuántas trochas existen entre Colombia y Venezuela. Legalmente son 2.219 kilómetros entre los dos países, con 603 hitos a lo largo de la línea divisoria, por donde abundan los pasos irregulares. Eso sí está claro. La frontera abarca los municipios Ayacucho, García de Hevia, Fernández Feo. Es amplia, muy amplia.
Pese a la presencia militar desplegada en muchos puntos de la frontera, quienes se dedican al contrabando de gasolina y de alimentos se abren espacio entre la naturaleza para mantener el paso entre ambos países, con la frontera cerrada o abierta. En abril pasado, para controlar el ingreso de personas por las trochas a Venezuela, el Gobierno creó la Zona Operativa de Defensa Integral Temporal Especial en los municipios García de Hevia y Ayacucho.
“Yo no había pasado por la trocha Juan Frío. De verdad, en esta oportunidad de la pandemia tenía mucho miedo. Ya no podía quedarme más en el estado Táchira. El que me trajo a mí y a las otras tres personas, nos cobró 100 mil pesos –unos 8 millones de bolívares al cambio 0.012- a cada uno. Eso sí, nos garantizó el pase a Colombia sin ningún problema y así fue”.
Ese conductor forma parte de un grupo de hombres que han constituido toda una mafia para llevar y traer personas entre ambas naciones. No trabajan solos. Lamentablemente, tienen sus contactos en los diferentes puntos de control militar y deben pagar en pesos para lograr la meta prevista. Muchos efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana son cómplices.
“El chofer, José, al llegar a El Mirador, tomó la vía por Rubio. Dijo que por allí molestaban menos. Y así fue. Solo hubo un punto de control con policías, eran seis, que le ordenaron parar a la derecha de la vía. Le pidieron que bajara del carro. Él obedeció. Llevaba una carpeta marrón en su mano derecha. Habló con ellos. Al rato les dio dinero, regresó al carro y seguimos el recorrido”.
“Al llegar a Las Dantas, en el puesto militar, él se bajó nuevamente del carro, habló con varios uniformados y en cuestión de minutos seguimos el camino. Dijo que había dado el aporte, pero no entró en detalles. Presumo que dio dinero”.
Por la vía de los Capachos hay más puntos de control. Entre seis u ocho alcabalas de la Policía del estado Táchira, Policía Nacional Bolivariana y de la Guardia Nacional. En Peracal no tuvo problemas.
María Cristina logró el contacto con José por medio de un amigo de WhasApp que se lo recomendó. Días antes había estado por los alrededores del Terminal de Pasajeros de La Concordia, donde hay conductores que ofrecen el servicio de transporte de pasajeros, pero la dejaban en San Antonio del Táchira. Nadie le garantizaba el pase a Colombia.
“Ya en San Antonio, el carro subió por la avenida del Centro Cívico. Se llegó a una comunidad grande, que me dijeron se llama Llano de Jorge. Yo no había estado por allí. Había mucho movimiento de vehículos y personas caminando. Él estacionó el carro en una finca. Caminamos entre los cultivos y salimos a una planada, donde había muchos hombres con bicicletas acondicionadas con asientos de carros, de los que van atrás. Yo me subí a una de ellas y pasamos el río sin problemas. En minutos ya estaba del otro lado, en Colombia. Pregunté y me dijeron que estaba en la parte alta de Villa del Rosario
“Yo en esos 20 minutos vi pasar a mucha gente hacia Venezuela, iban cargados con mucha comida, con bultos, con cauchos… Un ir y venir sin ningún control. Además, allí no hay nada de resguardo sanitario relacionado con la pandemia. Tampoco vi militares, ni venezolanos ni colombianos. Ya en Juan Frío, mientras esperaba el taxi que me llevara a Cúcuta, me dijeron que en la trocha mandan los paramilitares. Seguro que hablé con alguno de ellos. Yo no sé quiénes son”.
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