María Teresa Amaya
Una inesperada situación familiar de salud inspiró a María Hercilia a querer idearse unos tapaboca o mascarilla que pudieran ser útiles para quienes estarían apoyando a su pariente, luego del diagnóstico médico que requería el sumo cuidado y la total higiene, para ser atendida en el hogar.
Todo comenzó en el mes de enero de 2020, en medio de una economía bastante golpeada en Venezuela y el descontrol de precios que cada día subían sin cesar, en diferentes partes del país.
Esta familia tradicional tachirense con residencia en San Cristóbal, enfrenta con amor esta prueba de una de sus integrantes, la cual les cambio los hábitos para darle a su pariente una mejor calidad de vida, corporal y espiritual.
María Hercilia Herrera, es ingeniero industrial graduada en la Universidad Experimental del Táchira (Unet), con 23 años de experiencia. Trabajó en Caracas por bastante tiempo en su profesión, hizo otros estudios y luego retornó al Táchira donde inició su propia empresa con la que tiene 10 años y cuyo objetivo es hacer fajas. Empresa a la que le dio el nombre y la marca de “Mimi Herrera”.
Al enterarse de la noticia de salud de una de sus familiares, decidió junto a sus hermanas y a sus dos hijas comenzar a elaborar suficientes tapaboca para ahorrar ese dinero y colaborar de alguna manera con la atención de su pariente, y no tener que estar pagando cada vez más por este material en la calle e invertir ese dinero en otra necesidad.
Comenzaron a investigar cómo hacer las mascarillas, los tamaños y optaron por las industriales tipo ovaladas, ingeniándoselas y agregándoles su estilo original al cubrir un poco más de rostro.
Buscaron los materiales adecuados para mascarilla como el POP que es el tipo de material quirúrgico número 30, el filtro (pelón) y la tela antifluido. Con dichos complementos fabrican dos tipos de mascarillas. Un modelo lo elaboran con una capa de POP, filtro (pelón) y nuevamente una capa de POP. El otro modelo de tapaboca consiste en una capa de tela antifluido, el filtro (pelón) y una tercera capa de tela de algodón.
Las medidas estrictas de higiene en el hogar les hicieron adquirir guantes y comprar gorros, pero María Hercilia se hizo su propio gorro. La familia se ha adaptado a todos los cuidados posibles incluyendo a la abuela de 96 años de edad, madre y consentida de todos, a quien le dicen “la sabia”, pues a su edad es una buena conversadora y consejera.
De donde nace la idea
Al declarar la pandemia del nuevo coronavirus (COVID-19) y al iniciarse las medidas de confinamiento en Venezuela y por consiguiente en el estado Táchira, en una de esas conversaciones familiares, María Hercilia le comenta a su familia que sería buena idea hacer una acción social en pro de otras personas que necesiten tapaboca que hay suficiente material para hacer y donar algunos, donde verdaderamente se requieran como: ancianatos, enfermeros, médicos entre otros.
Esta nueva meta de servicio social recibe el nombre de Proyecto Vida, cuyo principal fundamento dice muy claro la principal responsable del mismo: “Queremos darle la importancia a la vida, hacer honor a la vida y ayudar a que más gente viva”.
Tapaboca o mascarilla
Contando con alguna maquinaria que era utilizada antes para hacer las fajas, un mesón grande y la obra de mano dispuesta en un equipo formado por dos licenciadas en contaduría, una de sus hijas que es sicóloga, el novio de su hija y ella como cabeza principal, y teniendo como escenario una habitación de su casa, arrancó el Proyecto Vida.
Cuenta María Hercilia que decidieron hacer dos tipos, de mascarilla, las primeras con material POP el quirúrgico, que lleva el filtro y otra capa de POP por dentro y una nueva serie con tela anti fluido de varios colores, el filtro que es muy importante y la tela de algodón por dentro unicolor. Los tamaños son diferentes y los pueden utilizar adultos, jóvenes y niños.
Las tiritas son cortadas con fileteadora y cocidas con un solo amarre porque otras dos tiras se sostienen con cada oreja. El borde superior lleva 10 centímetros de alambre forrado como soporte para la nariz.
“Comenzamos a trabajar esterilizando la tela, la lavamos y luego se pasa por una secadora bien caliente y se coloca a parte en un sitio higiénico. Se arma la mascarilla con las tres capas ya cortadas se cosen, se planchan las tiritas, al estar todo listo, se empaca en una bolsa transparente y sellada”, describió María Hercilia, mientras trabajaba.
Aclaró que los tapabocas de tela anti fluidos se pueden lavar y planchar; mientras los de pop – material quirúrgico, no se pueden planchar.
Explicó que se han sumado algunos colaboradores que apoyan la cosida de los bordes de las tiritas y eso agiliza el trabajo.
Proceso productivo desde la casa
–Es importante para nosotros la seguridad para la persona que use el tapabocas, no es por moda que los hacemos, buscamos que cubra los estándares de seguridad y salubridad. Eso es prioridad para el equipo de trabajo– dijo Herrera.
Cumplen rigurosamente las medidas de higiene necesarias como el de lavarse las manos, utilizar tapaboca, guantes, gorros a la hora de laborar.
“La falta de energía eléctrica ha sido una limitante. Debemos adaptarnos al funcionamiento de los servicios domésticos, cuando no hay luz, dormimos y trabajamos cuando hay luz, así sea en la madrugada”, expresó.
Producen 100 tapabocas diariamente de material quirúrgico también hacen gorros de protección.
Donaciones y apoyo
En cuanto a su actual labor con los tapaboca expresó emocionada que les gusta esta labor “porque sabemos que estamos ayudando a la gente, entre más gente colabora, más gente sale beneficiada”, agregó María Hercilia.
La parte monetaria del Proyecto Vida ha sido respaldada por algunas fundaciones o personas en particular, quienes han financiado lo equivalente a los gastos de los tapaboca, es decir, la compra de la tela o algunos materiales.
Igualmente ciertos familiares les han dado aportes para contribuir con esta noble causa abierta a la sociedad más necesitada. La mano de obra no la cobran.
María Hercilia comentó que decidieron vender al público las mascarillas de tela anti fluido a un precio asequible. Comenzó a ofrecerlas entre sus vecinos y amigos más cercanos y ya varias personas y familia las han adquirido.
La ganancia que queda de las mismas la utilizan en respaldo al tratamiento de la salud de su familiar y para apoyar económicamente a quienes viven con ella entre ellos, su señora madre.
Han donado hasta este momento cerca de 700 tapaboca clínicos repartidos entre ancianatos, algunas iglesias,para el personal de un centro de salud y personas y familias más necesitadas.
Quienes deseen apoyar este servicio social y aquellos que puedan patrocinar el proyecto pueden comunicarse a través del número telefónico 0414 3765394 o escribir al correo: [email protected].
La herencia de mamá
Su orgullo más grande es que aunque su profesión le ha dado frutos en su vida, siempre se ha mantenido enamorada de la costura, es su pasión. Cuenta la ingeniera con un gesto de satisfacción en su rostro que lo aprendió de su mamá que fue costurera, ella la orientó y le enseñó algunos trucos de su experiencia con este arte.
Igualmente, en medio de su trabajo profesional, se fortaleció en este arte con un curso de alta costura hace algunos años para reafirmar esta labor que la llena sentimentalmente y la impulsa a colaborar con las demás personas.
Y con estos “apagones” en el Táchira está a punto de sacar la máquina Singer de su mamá y ponerla a funcionar, agregó con simpatía.
“Motivar a la gente a que sean solidarios es nuestra tarea, hay mucha necesidad en la calle. Nos interesa apoyarnos entre todos, para contar todos el cuento”, dijo María Hercilia Herrera. (MTA)