El café de Queniquea conquista Caracas
31 de diciembre de 2021
En casa de la profesora de Química y Biología se cocinan sueños y sabores. Actualmente produce vinos y licores de frutas: cambur, fresa, mora y melocotón. Cuenta con una cartera de clientes que los utiliza en sus eventos y celebraciones especiales, “brindándome siempre palabras de aliento y felicitación”.
Rául Márquez
Con lentitud, pero, al mismo tiempo, con la destreza que impone una tarea varias veces ejecutada, la profesora María Doris coloca la etiqueta a una botella de vino. Recuerda cuando lo hizo por primera vez: fue como un ritual que simbolizaba que lo había conseguido, que había dado con el punto exacto, el balance perfecto entre textura, sabor y olor, luego de varias tentativas.
Su taller de trabajo está en la parte posterior de la casa. Una dama Juana de vidrio, de cuya tapa sale la manguerita de un macrogotero que va a dar a un frasco de mayonesa, preside el mesón, en donde se está gestando una nueva cosecha, esta vez de vino de mora.
A un lado de la mesa yace un estante en donde se observan coladoras de plástico, embudos, tazas. En el otro extremo se ubican la cocina, un fregadero, todo limpio, siguiendo con rigor los protocolos higiénicos respectivos.
Mientras etiqueta otra botella, la docente nacida en San Rafael de El Piñal comenta con voz reposada que todo empezó en enero de este 2021, cuando familiares le regalaron dos racimos de cambur: uno cosechado en el sector Isla de Betancourt, y el otro en Vegas del Uribante, comunidades agrícolas del municipio Fernández Feo.
─Con esos racimos de cambur hice varias preparaciones: torta, merengadas, helados, y aún quedaba mucha de esa sabrosa fruta. Es entonces cuando una inquietud, que desde hace tiempo me aguijoneaba, se hizo latente y me dije, por qué no intento hacer vino de cambur… Y me dispuse a hacerlo─ relata la profesora jubilada de Biología y Química.
De este modo, inició su aprendizaje como emprendedora en esta importante rama, sustentada en sus conocimientos como especialista en la enseñanza de Química y Biología (título obtenido en la Universidad Católica del Táchira) y en sus habilidades como chef, tras estudios realizados en el Instituto Gastronómico de Venezuela, durante el 2015 y el 2017.
Unas semanas después, su hija le comenta que debe presentar un proyecto científico en el colegio. Ella entonces le dijo que no se preocupara, que la ayudaría con el proceso de preparación de vinos. Así fue. En el mes de abril, su hija, junto con su equipo de trabajo, presentó el proyecto, con excelentes resultados.
Durante este proceso, son muchas las reflexiones e ideas que han rondado por la cabeza de la profesora María Doris Guerrero de Méndez. Hace diez años, su día a día transcurría entre salones de clase, evaluaciones, horarios. En aquel momento, lo menos que se le habría ocurrido era que iba a fabricar vinos y chocolates, que en el futuro tendría un emprendimiento artesanal dedicado a estos rubros.
─Me considero una persona inquieta, que le gusta hacer la diferencia, innovar, buscar soluciones y aportar al desarrollo de mi comunidad. Creo que eso es ser emprendedor. Por supuesto, todo trae su sacrificio, dificultades que se convierten en oportunidades. Por ejemplo, para la preparación del vino y los licores de frutas, con el apoyo de mi esposo, acondicionamos una cántara de leche como madre Juana. La idea es reusar materiales, siempre con la intención de no quedarnos en el camino─ subraya, con mirada tranquila y las manos sobre su regazo.
Para ella, la cocina requiere de un toque de magia, de corazón, pero también de técnica. Es como el novelista que escribe una historia, en donde la imaginación y el conocimiento de los recursos literarios van de la mano. Partiendo de esta máxima, María Doris no escatima esfuerzos en prepararse, en mejorar, utilizando la virtualidad que ofrecen las redes sociales y el internet en general.
La familia y amigos: sus comensales
Más de 120 botellas, entre vinos y licores de frutas, constituyen la producción de “Dulces Vinos” en este primer año. Familiares, vecinos y amigos han disfrutado de los distintos sabores cosechados por la profesora María Doris, en su hogar de la carrera 4 de la capital de Fernández Feo.
En efecto, para el Día de las Madres y del Amor y la Amistad, la demanda de su producto artesanal sobrepasó las expectativas. Asimismo, para los quince años de una sobrina, sus vinos se ganaron la admiración y el respeto.
─Actualmente, estoy produciendo vinos y licores de frutas: cambur, fresa, mora y melocotón. Cuento con una cartera de clientes que los utilizan en sus eventos y celebraciones especiales, brindándome siempre palabras de aliento y felicitación─.
Chocolates artesanales, a la memoria de la abuela
En algunas vacaciones de su infancia, María Doris era trasladada al sector El Salazar, en la vía a Pregonero, para visitar la finca de sus abuelos paternos. De esos días, un recuerdo muy vívido que siempre la ha acompañado de adulta, era cuando su abuelita cosechaba el cacao, lo molía y lo tostaba.
Entonces, los ojos infantes se detenían atónitos en esas manos, curtidas por el trabajo, los dedos descascarando los granos de cacao, luego de sacarlos de aquella gran olla que ardía de calor.
─Esa imagen de mi abuelita, quemándose las manos y luego moldeando las pequeñas arepitas de cacao, se quedó muy dentro de mí. Con el paso de los años, se transformó en una idea de emprendimiento, cuando ya estaba lejos de las aulas de clase. Yo quería también producir chocolate, pero de una manera más moderna, por decirlo de algún modo. Hace ocho años comencé el proceso y, gracias a Dios, me ha ido muy bien─ comenta conmovida por la nostalgia.
Al igual que con los vinos, la dedicación, el estudio y la constancia, han sido los pilares de esta labor, cuya línea de producción abarca desde la preparación de la almendra, a la tableta de chocolate, sea del dulce, listo para comer, o del de taza, que necesita cocimiento.
─Para elaborar mis chocolates, procuro siempre utilizar cacao de calidad, como el que se sigue cosechando en la finca de los abuelos. Por otra parte, evito usar productos artificiales. Además, los procesos que llevo a cabo en su preparación son los que sugieren los grandes conocedores de este ámbito─ resalta la profesora con un brillo de felicidad contenido en la mirada.
Inicialmente, produjo chocolate de taza, luego de participar en un taller en la ciudad de San Cristóbal, a mediados del 2013. Cuatro años más tarde, aprendió a utilizar la técnica de los bombones, y hace ocho meses se atrevió a elaborar chocolate dulce, tras formar parte de un taller en línea.
«Quiero tener mi bodegón»
En la casa de la profesora María Doris habitan los olores de sus vinos y chocolates, atravesados por las melodías, que cada tarde brotan del piano en el que su hija, que es una talentosa estudiante de música, ensaya su variado repertorio. En medio de este ambiente, iluminado por el sol de la tarde que destella en las paredes y pisos, la docente sueña con administrar su propio bodegón, para ofrecer, de manera más formal, el fruto de sus emprendimientos.
Han sido años y meses de pruebas, de catas y anécdotas, como cuando una madre Juana en donde fermentaba vino de mora estalló, ocasionando un desastre en el taller, porque la había llenado más de lo debido, o la alegría que la invadió cuando se enteró que unos vinos que regaló a unas religiosas de Puente Real fueron utilizados para «consagrar».
─Este es parte del legado que quiero dejarles a mis hijos: el trabajo, el esfuerzo y las ganas de siempre ser mejor, pero manteniendo la humildad y el respeto a los demás─ sostiene la profesora María Doris, de pie, en su taller de trabajo, ataviada con su traje de chef.
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