Solo se permite el ingreso por la puerta principal, del vehículo donde es trasladado el cadáver, mientras que un empleado, a manera de prevención, se encarga de suministrar antibacterial a familiares y acompañantes, a quienes se les exige uso del tapabocas y mantener el distanciamiento social
Armando Hernández
El ingreso al Cementerio Municipal de San Cristóbal está condicionado a una serie de requisitos que es indispensable cumplir, en matera de prevención del COVID-19, conforme a lo establecido por las autoridades sanitarias para evitar la propagación y que mantiene a los camposantos trabajando a media máquina, con un horario reducido que apenas alcanza para cumplir con los entierros del día.
Personas que laboran en el referido lugar solicitaron mantener la reserva de sus nombres, al explicar que no se cuenta con el personal necesario para hacer cumplir en su totalidad las medidas ordenadas por las autoridades, aun cuando considera que en la mayoría de los casos no es necesario, por cuanto la actividad se ha reducido, al igual que el numero de visitantes.
Pocos asistentes por entierro
Explicaron que los entierros por lo general se programan para horas de la mañana, porque el cementerio cierra a la una de la tarde. No ocurre como hasta hace pocos meses, cuando se debía controlar el paso hasta la parte interna, donde se haría la inhumación. Antes las medidas de control permitían solo el ingreso de un reducido grupo de personas, que eran escogidas por los mismos familiares, pero ahora no sucede eso, porque en realidad llegan tan pocas personas que casi todas pasan y se ubican, manteniendo un criterio de distanciamiento social.
En el Cementerio Municipal de San Cristóbal están muy pendientes del cumplimiento de las normas y para ingresar se exige a toda persona el uso del tapabocas. La puerta principal es la única vía de acceso, donde se ha colocado a un empleado que ejerce el control. Quien no cumpla con los requisitos, no entra. Además, es el encargado del suministro de antibacterial, que aplica directamente a las manos de los deudos y visitantes.
—Este es un cementerio solitario, pasan horas y no se ve a nadie en su interior, muy pocas visitas. Ya casi nadie viene por los problemas de movilidad, transporte y gasolina -explicaron-.
Graves problemas
Comentaron que pese a que el personal del camposanto de San Cristóbal, contratistas y otras personas relacionadas, se esmeran por arreglar las cosas y asegurarse que todo funcione bien, existen problemas que escapan al control, entre los cuales está la seguridad.
La mayoría de tumbas que contaban con barandas y adornos de aluminio, cobre y bronce, han sido desvalijadas por delincuentes que ingresan a través de las paredes laterales, tanto en las tardes como en las noches.
Ya no queda sector donde no se vea la acción devastadora de los delincuentes. Las paredes externas, especialmente las de la calle 16, son muy bajitas y eso facilita el ingreso de los delincuentes, que con un pequeño salto ya están en el interior del cementerio. Muchas personas piensan que los robos y desmantelamiento de tumbas son cometidos por quienes aquí laboran, pero no es así. Se trata de personas ajenas, que tienen tiempo operando y roban los metales, que venden a fundidores, chatarreros y hasta los llevan a Colombia, argumenta uno de los sepultureros.
Por estos momentos podemos decir que las cosas estan bajo control, porque los mismos trabajadores atraparon a dos individuos que ingresaron para robar y les propinaron una verdadera paliza. Después los dejaron ir, con la advertencia que no debían volver. No los entregaron a la policía, porque ya no creen en ella.
Brujos y hechiceros
Otro trabajador dijo que están cansados de escuchar a los alcaldes de turno prometer vigilancia policial para el cementerio de San Cristóbal, vigilancia esta que nunca llega. La alcaldía cuenta con una policía propia y esta es una dependencia municipal que está amenazada por el hampa, pero lamentablemente esa policía no se ve por lado alguno. Añade que no entiende por qué hay tanta indiferencia. “Hace poco acompañé a un alcalde que recorrió la zona de la alameda y, deteniéndose en un lugar, señaló con solemnidad el sitio donde sería levantada la casilla de la Policía Municipal, que asumiría la seguridad del camposanto. Ha pasado el tiempo y nada se ha hecho, ni siquiera ha venido un obrero a delimitar el terreno donde iría la supuesta casilla policial.
Retomando el tema de la inseguridad, dijo que los brujos y hechiceros se han convertido en otro problema, porque han tomado el camposanto para sus prácticas. Hasta el momento no se ha encontrado evidencia sobre la profanación de tumbas, pero sí se sabe que sacrifican animales y utilizan objetos del mismo cementerio para sus ritos. En diversos lugares se ha encontrado muestras de su presencia. Ingresan en las tardes y noches, por las paredes bajas, cuando el lugar está cerrado.
Uno de los sitios escogidos para las supercherías es el área donde están los restos de Anunciación Ochoa, una zona donde fueron enterradas varias personas a quienes la creencia popular atribuye poderes especiales. Allí sacrifican animales y los dejan al aire libre, para su descomposición, y el ambiente se torna insoportable. La señora encargada de cuidar la tumba de Anunciación, cansada de quejarse ante las autoridades, sin ser oída, optó por dejar mensajes escritos para ver si estos sujetos van con sus prácticas a otro lado.
Esperan respuestas
En este cementerio se cumple al pie de la letra con las normas aprobadas para prevenir el coronavirus y evitar su propagación. Hay gente que trabaja para que todo se mantenga en orden y que las cosas marchen bien. No solo se trata de personal de la alcaldía, sino de contratistas y trabajadores independientes, que tienen allí su medio de sustento.
Cuidan, arreglan y ayudan en lo que pueden; no obstante, sienten que están solos, porque la alcaldía no les ayuda. No quieren que ese organismo se desligue de los problemas que, de acuerdo a su competencia, le corresponde atender y solucionar. Simplemente, están esperando respuestas y, lógicamente, acciones.