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Con la intención de llegar a Cúcuta para trabajar en una finca, Franklin Jaimes emprendió su viaje el 23 de septiembre de 2018 desde El Jordán, municipio Fernández Feo. Como ya era costumbre se despidió de su mamá, quien nunca imagino que ese día su hijo iba a desaparecer sin dejar rastro
Jhoana Suárez
Como ya era costumbre, Franklin Javier Jaimes Vera, de tan solo 20 años de edad, salió de su casa en El Jordán, municipio Fernández Feo, a trabajar en Colombia. Ese domingo 23 de septiembre de 2018 viajaría a Cúcuta a trabajar unos meses y luego regresaría.
En horas de la mañana, salió de casa, se despidió de su madre, Levy Jaimes, y se dirigió a San Antonio, municipio Bolívar, para cruzar por las trochas. Su última llamada fue para su madre, donde le avisaba que iba a cruzar, prometiéndole que en cuanto llegara a su lugar de destino le avisaría que todo estaba bien. Cinco años después, ese mensaje no ha llegado.
Desde ese día, Levy vive en una angustia constante. Los amigos de su hijo, que eran sus vecinos aquí en El Jordán, les aseguraron que ese domingo Franklin Javier nunca llegó: “Mi esposo y una hermana fueron a buscar en las trochas durante esos días, pero no encontraron nada, nadie les dijo nada, mi hijo simplemente desapareció”.
Momentos difíciles
Franklin es el mayor de los cinco hijos de Levy, se dedicaba al campo, y cuando cruzaba a Cúcuta era para trabajar en una finca recogiendo cosechas de papa: “Él es un muchacho que no tiene vicios, es trabajador y siempre iba a Cúcuta y regresaba después de algunos días o meses. Esa semana lo llamaron para que fuera a trabajar y me dijo que se iba porque había trabajo, y como él siempre lo hacía, entonces yo le dije ‘vaya’ pero nunca pensé que esto le fuera a pasar a mi hijo”.
Levy confiesa que ha sido muy difícil enfrentar toda esta situación. En un primer momento estaba muy confundida, no sabía qué hacer o a quién acudir. Guiada por el grupo Esperanza de Madre, ha hecho las denuncias correspondientes en Táchira y en Colombia, pero la búsqueda ha sido infructuosa.
En un principio, le llamaron personas inescrupulosas, buscando sacarle provecho a su angustia, asegurándole que sabían dónde estaba Franklin y que si no les daba el dinero que exigían, le iban a causar daño: “Yo nunca les creí, yo les pedía prueba de vida y nunca me la dieron, y como no caí en sus mentiras, dejaron de molestarme”.
Levy siente que su hijo está vivo y por ello no ha parado de buscarlo y esperarlo. Sigue aguardando por una llamada milagrosa que le diga dónde está para salir corriendo a buscarlo, porque son cinco años de tormento y dolor. “Mi hijo se iba por cinco meses y volvía, pero siempre mantenía el contacto conmigo y con sus hermanos. Ya tenía un año aquí conmigo trabajando en las fincas de la zona cuando lo llamaron a trabajar en Cúcuta”.
La esperanza
Para Levy resulta inconcebible que hayan pasado ya cinco años sin saber de su hijo, y lo peor es que nadie lo está buscando. “Yo les quiero pedir a las autoridades que se pongan la mano en el corazón, que busquen a mi hijo, porque él está vivo. El Estado venezolano y colombiano deben ayudar a todas las mamás que tenemos hijos desaparecidos. Y a quienes lo tienen les pido que me lo devuelvan, porque aquí hay una madre que lo está esperando con ansias”.
Levy, al igual a otro centenar de madres venezolanas y tachirenses, vive sus días esperando una llamada que le indique el paradero de su hijo. Ninguna de ellas puede comprender como alguien puede desaparecer, sin dejar rastro, sin que nadie les pueda decir donde hallarlos. Ninguna de ellas entiende por qué ninguna autoridad los busca, cuando son tantos jóvenes los que han desaparecido de la misma forma.
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