Sucesos

Los que no llegaron a su destino

20 de mayo de 2023

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Siete migrantes de la zona sur del Táchira han perdido la vida en busca del “sueño americano”. Dos accidentes de tránsito y un naufragio cegaron sus esperanzas, dejando un profundo dolor en sus familias    

Raúl Márquez

Para ellos no fue suficiente la fe, ni las ganas de salir adelante en el país. Muchos trabajaron fuertemente, incluso en varios empleos; otros intentaron sacar adelante sus emprendimientos, con tesón y esperanza. Pero no pudo ser posible.

De este modo, en el día a día de la crisis, la idea de emigrar fue tomando forma, más aún cuando otros vecinos lo han hecho y no les ha ido mal o, por lo menos, eso es lo que han dicho.

Entonces surgieron las dudas y fue preciso evaluar los pro y los contra, en medio de una vorágine de sentimientos encontrados. Pensar que llegar a un país sin los papeles en regla, a merced de la explotación laboral a la que pueden ser sometidos y de una posible expulsión, era un panorama posible.

Debían estar claros que de concretarse esto último, perderían el dinero invertido: la plata recaudada tras vender sus casas, autos o aquella que prestaron para migrar, que sería lo peor.

Pero, por otra parte, imaginar que les podía ir bien, que encontrarían personas solidarias que los apoyarían y empleadores conscientes y humanos. Que en un tiempo más bien corto tendrían la oportunidad de enviar dinero a sus familias y legalizar su estadía en ese país, era la otra cara, el rostro amable de la migración.

No obstante, estos planteamientos y meditaciones obviaban una circunstancia posible e inevitable: el hecho de que pudiera ocurrir algo trágico –un accidente vial o que fuesen atacados por delincuentes- y, de este modo, perder la vida, lo que truncaría, de golpe, los planes y sueños de un futuro mejor.

Varias familias del sur del Táchira han tenido que lidiar con este dolor. Despidieron a sus parientes con las alforjas llenas de esperanzas, para, por azares del destino, no verlos más con vida. Son parte de esas más de 7 millones de almas venezolanas que decidieron enrumbarse por los caminos intrincados de la migración, en una gran oleada, que parece no tener fin.

I

Desaparecidas en alta mar 

Han pasado cinco meses y aún no saben nada de Jackeline, una enfermera jubilada de 50 años, y de su hija, Grecia, de 22. Ellas naufragaron cuando surcaban las aguas del Caribe en una pequeña embarcación, junto a unas veinte personas más, desde la Isla de San Andrés de Colombia a un puerto de la Isla del Maíz de Nicaragua.

Un atajo empleado por los migrantes para evitar la selva del Darién, pero que no los exime del peligro. Era la madrugada del 17 de diciembre de 2022. Emigraban a Estados Unidos.

Por muchos años vivieron en San Rafael de El Piñal, municipio Fernández Feo, en el sur del Táchira. En la llamada “puerta del llano” Jackeline Velazco Zambrano cumplió funciones de enfermera, específicamente en el Hospital Tipo I, el más importante de la zona.

Quienes coincidieron con ella, entre los pasillos del centro de salud y los corre, corre de las emergencias, la catalogan como una persona trabajadora, amable y tranquila.

Sus familiares, con un dolor contenido, guardan una mínima esperanza de que se encuentren con vida. Aunque parezca paradójico, el hecho de que sus cuerpos no aparezcan, dota de combustible esa pequeña ilusión.

«Ellas aún no aparecen, ni la embarcación, ni ninguno de los demás que viajaban esa noche. Solo apareció una bolsa con unos pañales que, al parecer, pertenecía a uno de los pasajeros. Pareciera que se los hubiesen llevado a otro sitio. Una vez pensamos en eso, en que de pronto los secuestraron, pero las autoridades las siguieron buscando en alta mar y nada. Este miércoles 17 de mayo se cumplieron 5 meses de ese terrible día», comentó una familiar cercana, al equipo de Sucesos de La Nación.

Búsqueda infructuosa

En cuanto al siniestro, trascendió en medios locales que estas personas debían arribar al puerto nicaragüense el 17 de diciembre, pero al no hacerlo, y pasar las horas, la nave fue dada por desaparecida.

Autoridades colombianas y nicaragüenses activaron, de inmediato, los protocolos de búsqueda, sin obtener los resultados esperados.

Días más tarde, el 26 de diciembre, se localizó un bolso con pañales y otras prendas que, presuntamente, pertenecían a Francis Nayarit Cuellar Montilla, de 25 años, y a su hijo, Lian Andrés Colmenares Cuellar, quienes viajaban en el bote.

Un pescador nicaragüense hizo el hallazgo en la costa sur de Nicaragua, cerca de la frontera fluvial con Costa Rica, a 25 millas de mar adentro.

Vale recordar que otros migrantes venezolanos han perdido la vida o han desaparecido en aguas del mar Caribe, pero en otras rutas, como aquella que une las costas de Falcón con las Antillas holandesas, en las que al menos dos embarcaciones han naufragado o han sido blanco de bandas delincuenciales.

II

Unidos en el amor y la muerte  

La fuerza del amor los unió, los hizo soñar con tener su casa y sus propias cosas. Querían cimentar su hogar y además ayudar a los suyos a salir adelante. Cada mañana, en su motocicleta, cuando vendían leche por las calles de El Milagro, entre risas y tal vez algo de incertidumbre, pensaban en el viaje como una oportunidad. De este modo, se lanzaron a la aventura. Pero la odisea se vio trágicamente interrumpida.

Las cenizas de María Isabel Macías Galvis, de 24 años de edad, y de Yoneiker Alejandro Acosta Araque, de 19 años, arribaron al estado Táchira en dos cajitas de madera, luciendo en una de sus caras la imagen de la Virgen de Guadalupe, en un proceso de repatriación que se prolongó por casi tres meses.

El domingo 16 de abril, les dieron santa sepultura en el cementerio del sector Coloradas, cerca de El Milagro, jurisdicción del municipio Libertador, zona sur del estado Táchira, de donde eran oriundos.

Ambos perdieron la vida en un accidente vial acaecido el pasado 19 de febrero, en la vía que conecta a Oaxaca con Cuacnopalan, en México, junto a más de 15 migrantes de distintos países.

Tras casi tres meses, retornaron al pueblo que los vio crecer, en donde familiares, amigos y vecinos les brindaron una conmovedora despedida, en el cementerio de Coloradas.

A eso de las 3:00 de la tarde de este domingo 16 de abril, el pequeño camposanto recibió a la caravana compuesta por personas de todas las edades, vistiendo franelas blancas, con las imágenes de la pareja sonriente estampadas, con globos y flores.

Unidos por ese sentimiento de dolor e incertidumbre que deja la despedida repentina de dos de sus integrantes más jóvenes, pero que por cuestiones del destino no pudieron ver cumplidos sus planes de pisar tierras estadounidenses y labrarse un mejor futuro para ellos y sus familias.

Luego de la misa, celebrada por el Padre José Gregorio Duque, quien cumple funciones en la parroquia de San Joaquín de Navay, en la que, entre otras cosas, resaltó que había que enaltecer la memoria de María Isabel y Yoneiker siendo mejores cada día, se les dio el último adiós a la pareja.

En medio del llanto, globos blancos fueron lanzados al cielo, en la calurosa tarde de la llamada “Puerta del llano”.

Los padres de los jóvenes coincidieron en que siempre los van a recordar como esos seres alegres que fueron; sonrientes, emprendedores y dispuestos a apoyar a los demás.

«Ella era muy inteligente en el estudio. Muy sencilla y humilde. Siempre pensaba en los demás. La recuerdo a nuestro lado, ayudando a sus hermanos a salir adelante ante cualquier dificultad. Le gustaban mucho los niños, pero Dios no le dio esa oportunidad de que ella cumpliera ese deseo. Esas son las cosas de Dios», precisó la madre de la joven.

Yoli Araque, madre de Yoneiker Acosta, lo describe como un ser solidario, amoroso, cariñoso con sus hermanos y muy humilde: «Era un muchacho que todo el mundo admiraba y apreciaba. Fue un niño maravilloso y ejemplar. Emigró con la meta de tener sus cosas y ayudar a los demás. Ahora solo nos queda su recuerdo, y tratar de aceptar esas cosas que solo Dios sabe por qué suceden».

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