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Sucesos
Marbeligne Sánchez no pierde la fe y sueña con ver de nuevo a su hermano
29 de enero de 2024
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Alver Sánchez viajaba en una motocicleta junto a Olver Leal el pasado 11 de julio de 2020, venían de regreso por la trocha Aguas Claras que conecta Puerto Santander y Coloncito, y desaparecieron. Aunque su familia ha recibido información terrible sobre su paradero, no pierden la fe y están seguros que Alver vive y pronto lo van a encontrar
Jhoana Suárez
Marbeligne Sánchez aguarda por la llegada de su hermano desde hace casi cuatro años. Aunque le han dicho en más de una ocasión que podría estar muerto, ella sabe que no es así. “No creo que se los lleven simplemente para matarlos, son muchos muchachos los que desaparecen. Yo sé que él está vivo”, repite convencida. Marbeligne forma parte de la organización “Esperanza de madre”, donde más de 50 familias esperan porque sus seres queridos regresen a casa.
La historia que acompaña la desaparición de Alver Luis Sánchez Cabrera, de 29 años de edad, no es muy distinta a la de otros jóvenes desaparecidos en la frontera tachirense. Según Marbeligne, su hermano desapareció el 11 de julio de 2020. Alver, quien vivía en Nueva Esparta, se trasladaba frecuentemente a Coloncito, municipio Panamericano, a trabajar con su compadre en rifas y ventas de carros y motos.
Cuando inicia la pandemia, contó Marbeligne, el negocio no puede seguir por obvias razones, entonces decide mudarse definitivamente a Coloncito para trabajar en venta y distribución de víveres en las bodegas del pueblo: “Entonces, viajaban desde Puerto Santander a Coloncito dos veces a la semana para surtir los negocios. Lo hacían en moto, por la trocha Aguas claras. A veces viajaba con su compadre y a veces con el primo del compadre, un joven que se llama Olver Leal, que es quien desaparece con él”.
La desaparición
Recordó que ese 11 de julio, Alver le escribió como a las 10 de la mañana y le decía que iba saliendo al Puerto a comprar mercancía; ese sería el último mensaje que recibiría de su hermano. Cuando Marbeligne le contesta, ya no tenía cobertura. “Esa noche él no me escribió y me pareció muy raro porque siempre lo hacía. Para el domingo ya todos estábamos preocupados porque los muchachos no habían llegado y pensamos que los habían metido en esos albergues que tenían previsto por la pandemia, como ellos pasaban por la trocha seguro los habían agarrado y tenían que pagar la cuarentena”.
Contó que ese domingo el compadre se fue pasado el mediodía a verificar que había pasado con los dos muchachos y preguntó en la policía, en los albergues y así llegaron a Puerto Santander por la trocha Aguas claras, preguntando a las personas que estaban por el lugar. “Uno de ellos al darle la descripción, dijo que a los muchachos se los habían llevado ayer, como que los habían agarrado grupos armados y que a la moto, incluso, ya le habían quitado la placa y la cargaban por ahí”.
Cuando el compadre recibe esa información, mencionó Marbeligne, les pide que les diga cómo hacer para buscarlos, que si había que pagar algún dinero para que los soltaran. Pero la gente, lo que le dijo, fue que lo único que podía hacer era irse de ese lugar, porque los muchachos los habían matado en la noche. “Él se puso a llorar desesperado y le dijeron que se fuera antes que le pasara lo mismo a él”.
A pesar de lo que le habían dicho, contó, el compadre se regresa a preguntarles a otras personas de la zona y le dieron la misma respuesta, que se los habían llevado y que no debía seguir preguntando, porque corría el riesgo de sufrir la misma suerte.
Búsqueda
La mamá del muchacho que acompañaba a Alver, detalló Marbeligne, comenzó a buscarlo, viajaba todos los días a Cúcuta para averiguar lo que había ocurrido y colocaron la denuncia sobre su desaparición: “Yo no podía salir de la isla y no sabía qué hacer para colocar la denuncia, yo no sabía que había tanta gente desaparecida en la frontera. Ellos pasaron días yendo a la morgue a reconocer cuerpos que encontraban por esa zona”.
Tras su desaparición empezaron a escucharse muchas cosas; incluso, mencionó Sánchez, decían que había grupos reclutando jóvenes para armar su grupo en la frontera y hubo una persona que hasta llegó a decirles que a Alver y a su compañero los habían picado y se los habían dado de comer a una anaconda que ellos tienen. “Escuchamos muchas cosas terribles esos días, pero nunca vimos sus cuerpos”.
Meses después de su desaparición, Marbeligne seguía recibiendo llamadas y mensajes, de personas que decían que los tenían y les enviaban fotos terribles y decidieron no poner más sus números en los avisos de búsqueda. “Fueron días terribles para nosotros”.
Conmovida, Sánchez mencionó que ya colocó la denuncia de su hermano, gracias al apoyo del grupo “Esperanza de madre”, que la ha orientado en cuanto a los pasos a seguir para hacer el reporte. También la Cruz Roja Internacional la contactó y la Fundación Progresar la ha ayudado para denunciar en Colombia.
A pesar de que han pasado 3 años y 6 meses sin saber de Alver, Marbeligne siente que su hermano está con vida y le ruega a Dios para que lo cuide donde quiere que este. “Mi hermano no era un muchacho malo, ni dañado, si uno supiera que él estuviera en algo malo, uno se hace una mente y dice algo paso por andar en esas cosas. Yo se bien lo que crie, no lo digo porque sea mi hermano”.
Su único deseo es volver a verlo y tiene fe que sí lo hará.
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