Al menos dos jóvenes tachirenses han sido atacadas y violentadas por un sujeto que merodea la parte alta de San Cristóbal, específicamente en las inmediaciones de un antiguo vivero ubicado entre las avenidas España y Ferrero Tamayo. Las autoridades policiales conocen del caso, pero hasta ahora nada se ha hecho para detenerlo
Rosalinda Hernández
“No te iba a violar, te quería seducir…”. Es la frase dicha por un funcionario de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en el momento en que *Teresa denunció a su agresor.
La joven acudió junto a su amiga *María -quien también fue atacada y golpeada en una fecha distinta por el mismo hombre- a la División Contra la Delincuencia Organizada del Cuerpo de Policía Nacional Bolivariana (CPNB) ubicada en el sector Paramillo de San Cristóbal a interponer la denuncia sobre su caso.
“Tomaron la denuncia en un estacionamiento, a los funcionarios en su mayoría hombres los acompañaba una femenina que en ningún momento se acercó a preguntarnos qué nos había pasado, no mostró nada de empatía, al contrario, dio media vuelta y se fue. Se burlaron de nosotras, nos dijeron que si ellos fueran nuestros novios, entonces sí salían y buscaban a quien nos atacó. Les dimos la dirección del atacante, en dónde podían encontrarlo, y respondieron que no tenían unidades, pero nosotras nos percatamos que sí había una patrulla ahí. La actuación la vi como machista”, así describió María el contexto donde se hace la acusación.
Teresa comentó que le preguntaron si hubo o no abuso sexual: “Les dije que no, pero sí lo intentaron; me respondieron ‘no hay pruebas’. Ellos estaban más preocupados por comprar una botella de anís junto a unos policías vestidos de civiles que por recibir denuncias. Todo era risa y bromas. Llegaron a decirme que esos hombres (los atacantes) lo que querían era seducirme, a pesar que mostré las fotos de cómo me dejaron el cuerpo”.
Con impotencia dijo que le han sido vulnerados sus derechos, tal vez por no ser familiar de un PNB. “Si me hubieran violado y matado a ellos tampoco les importaría, no pasa nada”.
En la PNB, no firmaron ningún acta de denuncia, no recibieron ninguna constancia, solo les dieron un número de celular al que debían llamar en caso de encontrarse con el sujeto denunciado. Tres días después trataron de comunicarse con la policía ya que el hombre estaba en el lugar donde pesca a sus víctimas, y el número de teléfono suministrado por la autoridad nadie lo respondió. Ante esta situación de indefensión acudieron al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) a relatar lo sucedido y les informaron que si ya habían acudido a la PNB esperaran la actuación de este organismo.
“Nos dijeron que no puede haber dos organismos actuando en el mismo caso, les explicamos cómo había sido la atención en la PNB, que ni siquiera teníamos un número de denuncia, igualmente nos dijeron que por ahora nada podían hacer”, señaló Teresa.
Previa a la denuncia hecha en la PNB, las jóvenes aseguran haber realizado un primer contacto con la línea telefónica de emergencia 171 y tampoco obtuvieron respuesta. “Llamamos al 171, nos tomaron todos los datos, nos hicieron esperar un buen tiempo en línea y finalmente nadie nos atendió.
Luego del ruleteo y de asistir a más de dos organismos de seguridad en busca de atención y protección, finalmente las dos mujeres fueron recibidas por la Policía Municipal de San Cristóbal, organismo donde fueron escuchadas, las remitieron a una revisión forense que resultó ser extemporánea (de acuerdo al médico forense) pues habían transcurrido varios días de los hechos. Les informaron que continuarán la investigación con los organismos correspondientes.
“Un ángel me salvó”
El pasado 11 de mayo, Teresa caminaba en horas de la tarde entre las avenidas España y la Ferrero Tamayo, a la altura de un antiguo vivero, cuando fue sorprendida por un hombre que la atacó; no estaba solo, lo acompañaba otro sujeto. “Me agarraron y me llevaron a la fuerza al matorral donde quedaba el vivero, ahí adentro hay una casa abandonada, me llevaron hasta ese lugar, forcejeé con ellos, pero me sometieron y golpearon, me tocaron mis partes íntimas, me quitaron todas mis pertenencias, trataron de quitarme los pantalones y me rompieron la camisa, mientras yo gritaba desesperada que me dejaran tranquila”.
Conmovida aún por el mal momento, la muchacha narró que de pronto apareció otro hombre que ella decidió catalogar como “un ángel” que les dijo a los delincuentes que la dejaran tranquila, que era una mujer indefensa y ellos eran dos hombres, ante este llamado los agresores salieron huyendo y fue el instante que aprovechó para levantarse, recoger del piso las pocas cosas que pudo y salir corriendo a toda prisa del lugar.
La joven vive con un temor constante porque el lugar donde fue atacada es de obligado paso para transitar desde el sitio de trabajo hasta su residencia y el hombre en cuestión siempre se encuentra merodeando la zona y jamás se ve presencia policial. Advierte del peligro inminente que este sujeto representa para otras mujeres y niñas que a diario se movilizan por la zona e incluso se conoce de otro caso de agresión que este mismo sujeto ha protagonizado.
De acuerdo a las versiones de Teresa, el sujeto vive con la progenitora en un lugar próximo a la zona donde embiste a sus víctimas. “La señora dice que tiene problemas mentales, pero no lo detiene, ni hace nada para proteger a las mujeres, permite que salga con un machete a la calle a amenazar. La policía tampoco está haciendo nada, lo que aumenta el peligro”.
“Dos veces me ha atacado”
“Me ha atacado dos veces, la tercera vez no sé qué pueda pasar ¿Me matará?” dijo María, estudiante de la Universidad de Los Andes en San Cristóbal, Táchira.
El 9 de mayo, cuando la muchacha transitaba por la avenida Ferrero Tamayo, metros más arriba de un reconocido club social, fue atacada por el mismo sujeto que intentó violar a Teresa: “Salió del monte, me pidió el bolso y mi reacción fue lanzar el bolso al otro lado de la calle porque no quería que me robara el dinero que llevaba conmigo”.
La situación se volvió violenta cuando el sujeto sacó un cuchillo largo, conocido como machete y amenazó a la joven, quien al verse en semejante peligro sale corriendo y grita en busca de ayuda.
“Estaba lloviendo, corrí mucho y en medio de mis gritos pidiendo ayuda, apareció un señor en una camioneta blanca de luces intermitentes, no era policía, pero así parecía. El tipo que me perseguía al ver esto se frenó y no me persiguió más”.
María asegura que si no hubiera aparecido alguien a ayudarla este hombre le hubiera hecho daño, porque esa era la intención. Días después del primer suceso, la muchacha caminaba por la avenida que conduce a la ULA, a la altura del antiguo IUJEL, cuando fue agredida por el mismo hombre que intentó despojarla del teléfono celular.
“Traté de protegerme y me agaché en el piso, empezó a darme patadas, a golpearme la cabeza y jalarme el cabello. Cuando pude me levanté del piso y corrí pidiendo auxilio, boté un zapato y me caí, pero a pesar del dolor me levanté de nuevo y entré a una venta de frutas en donde un señor me protegió”.
A pesar de estar en resguardo, el delincuente seguía esperando por ella afuera del local. Ante esta situación el hombre que le brindó auxilio llamó a la policía, llegó una patrulla, pero el agresor salió corriendo. “Nadie fue detrás de él, ni tampoco los policías se acercaron a mí para preguntarme cómo estaba o qué había sucedido”, comentó la estudiante.
La joven también alertó sobre la situación a las mujeres que transitan la parte alta de la avenida Ferrero Tamayo y avenida España: “Ese hombre ataca solo a las mujeres, tiene como unos 24 años, más o menos, piel morena y se peina el cabello hacía atrás, puede medir como 1.67, es flaco y a veces se hace pasar por vendedor de algo, pero es mentiras, no vende nada”.
Se siente indefensa y atemorizada, pues el sujeto ya la tiene identificada porque lo ha vuelto a ver y la amenaza. “Me señala y me hace gestos de advertencia”, reveló.
Violencia de género e institucional
La directora general de la fundación PROIDHEAS y representante de la Red Naranja, Beatriz Mora, denunció que ante este hecho en donde dos jóvenes tachirenses han sido atacadas por un mismo hombre que dicen que es enfermo mental -“¿pero por qué ataca solo a las mujeres y no a los hombres?”-, se debe sentar un precedente y llamar la atención de los cuerpos de seguridad.
Mora ratificó que, en uno de los ataques perpetrados por este sujeto, lo acompañaba otro hombre y ambos intentaron abusar sexualmente de una de las muchachas.
Para la defensora de los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes, lo más grave de este caso es que está joven, junto a otra muchacha agredida por el mismo sujeto, acude a un órgano receptor de denuncias como lo es la División Contra la Delincuencia Organizada (DCDO) del CPNB, y allí un funcionario que la atiende le dice que el hombre le intentaba quitar la ropa porque seguramente pretendía “seducirla”.
“Estamos ante un acto de violencia de género por parte de dos hombres, pero estamos ante un acto de violencia institucional por parte de un órgano receptor de denuncias que no recibe a la víctima como se debe procesar, ni atender. No brinda los primeros auxilios psicológicos, ni asesora legalmente, no la envía al forense como la tenía que enviar antes los moretones, rasguños y demás evidencias que estaban en su cuerpo. Al contrario, lo que hacen es revictimizar a una sobreviviente de violencia de género diciéndole que su agresor la quería seducirla. ¿A dónde hemos llegado?”.
Beatriz Mora dijo que se está frente a un acto de violencia de género y de violencia institucional. “Estamos ante un problema muy grave donde el Estado venezolano, es responsable de proteger a las víctimas de violencia basada en género y no lo está haciendo”.
Se cuestionó si lo que hace falta es hacer campañas de sensibilización, formación y capacitación para enseñar a los funcionarios lo que ellos ya deben saber que se hace con las víctimas de violencia basada en género: Actuar de una manera rápida.
Citó el artículo 54 de la Ley Orgánica de los Derechos de la Mujer a una Vida Libre de Violencia que establece las sanciones o multas a las que está expuesto quien en el ejercicio de su función pública “retarde, obstaculice, deniegue la debida atención o impida que la mujer acceda al derecho a la oportuna respuesta en la institución a la cual ésta acude”.
“Lo más triste de todo es que las muchachas dicen que también fueron al CICPC y que allí les dijeron (lógicamente) que, si ya habían ido a un órgano receptor de denuncias, que era este organismo quien debía proceder. Mientras tanto ellas se sentían vulneradas porque no las atendieron, ni siquiera para tomar la denuncia y lo único que le informó una funcionaria es que en este país se violenta a las mujeres todos los días”.
A últimas instancias
Un grupo de mujeres pertenecientes a distintas organizaciones como PROIDHEAS y Uniandes, se han unido para hacer frente a este caso de violencia basada en género, violencia sexual e institucional y decidieron llevarlo hasta las últimas instancias, informó Beatriz Mora.
No es posible que estas mujeres que necesitan trabajar, no tienen vehículo, se vean en la obligación de continuar en la misma ruta del hombre que las atacó. Ahora ellas no se sienten solamente violentadas por este hombre o por estos hombres, también se sienten violentadas porque no recibieron la atención que esperaban por parte de los organismos policiales cuando tuvieron que hacerlo. La Policía Municipal de San Cristóbal después de varios días las atendieron, agregó.
“Alguien debe responder por qué estas muchachas no fueron enviadas a medicina forense el día que tenían que ser remitidas. Ponen la denuncia en la Policía Municipal porque nosotros la llevamos, las envían al forense, pero este les dice que ya no hay nada por hacer, que pasó el tiempo. Pues si vamos a hacer algo, vamos a mantener la denuncia de violencia sexual y basada en género, además vamos a denunciar la violencia institucional en contra de los funcionarios que atendieron a las muchachas cuando acudieron a la policía, momentos después de ser atacadas. Este caso se va a llevar hasta la Red Naranja”.
La defensora de los DDHH dijo que no se debe ser cómplice de una sociedad que maltrata, que no escucha, ni actúa ante una denuncia formulada por una sobreviviente de violencia. Hizo un llamado a las mujeres que sientan que se le han vulnerado sus derechos a ponerse en contacto al teléfono: 0414-7044323, donde se le brindará todo el apoyo y asesoría que amerite.
“Si alguna mujer ha sido atacada en la parte alta de San Cristóbal por este hombre, por favor póngase en contacto conmigo, quiero saber cómo ha gestionado el caso y si ha acudido a algún organismo a denunciar la situación. Quiero que sepan que tienen la posibilidad de ser ayudadas, ustedes no están solas”.
Les recordó a los funcionarios policiales que ellos tienen madre, esposas, hijas, hermanas y tías que pueden estar expuestas a situaciones similares por lo que es necesario desarrollar empatía y humanidad.
*Teresa y María son nombres utilizados para proteger la identidad de las victimas
Este reportaje forma parte del trabajo periodístico realizado por la Red de Mujeres Constructoras de Paz, en alianza con Diario La Nación