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Franklin Gerardo Moreno: “Soy odontólogo gracias al fútbol” │ #TachirensesEnElMundo
18 de septiembre de 2021
Quien en su niñez y juventud fue una promesa del balompié, hoy es un prestigioso profesional de la odontología digital, reconocido en Kuwait por la calidad en la innovación de su trabajo
Por Norma Pérez M.
Desde niño, Franklin Gerardo Moreno Suárez pensó que su futuro estaba en el fútbol profesional, pues empezó a practicarlo casi a la par de aprender a caminar. Su padre era un futbolista retirado y su abuelo también incursionó en este deporte.
Nació y creció en el barrio La Popa de San Antonio del Táchira, y al calor de esta tierra tachirense comenzó a formarse como una promesa del balompié, actividad que combinaba con sus estudios de primaria y después de bachillerato. No era un estudiante sobresaliente, pero sí muy responsable con sus tareas escolares y obtenía buenas calificaciones.
“El fútbol era mi gran pasión, desde muy pequeño jugaba para el Deportivo Táchira y para un equipo de San Antonio. Salía de la escuela a mediodía y debía viajar hasta San Cristóbal para los entrenamientos con la selección Preinfantil. Tenía una vida de niño muy agitada. Mi juguete era un balón de fútbol y lo que más me gustaba”.
A pesar de su convicción, estaba destinado a tomar rumbos que nunca imaginó. Hoy, el joven que soñaba con ser aclamado en la cancha es un prestigioso profesional de la odontología digital, reconocido por la calidad e innovación de su trabajo.
Del otro lado del mundo, en Kuwait, capital del país árabe del mismo nombre, hay un tachirense que deja en alto a su estado y a su país.
Caminos diferentes
A medida que crecía en años y experiencia, Franklin Moreno escalaba en su deporte favorito. “Cuando estaba en la categoría Juvenil, jugaba para el Atlético San Cristóbal, que dirigía el profesor Echenausi. Había cumplido quince años cuando me llaman del Deportivo Táchira para integrar la categoría Sub-20”.
Una vez graduado de bachiller se traslada a Mérida para jugar con la Sub-20 de la ULA Fútbol Club, que tenía un equipo profesional. Allí se le presentó la oportunidad de estudiar odontología, con una beca que le ofrecieron por ser atleta de alto rendimiento. “Por eso digo que soy odontólogo gracias al fútbol”.
Dice que siempre tuvo inclinación por la Medicina, pero gracias a sus cualidades para el deporte, ingresó a la Universidad de los Andes, a estudiar Odontología. A mitad de la carrera tuvo que decidir qué camino iba a seguir. Recuerda que era una época difícil para el fútbol profesional, no había tanta inversión como ahora y el equipo de la ULA Fútbol Club fue vendido y se trasladó al Zulia.
“Mi vida estaba configurada para ser jugador profesional. Ese era mi sueño, el de mi padre y mi abuelo. Pero la vida nos pone en caminos diferentes y cuando tuve que escoger, la decisión la tomó la cabeza y no el corazón. Sin embargo, no dejé de jugar, pero no a nivel de competencia”.
Egresa de la ULA a finales de noviembre de 2006 y en enero de 2007 viaja a Bogotá para realizar una especialización en endodoncia en la Universidad Javeriana. Allí permanece un poco más de dos años y después regresa a Venezuela.
El profesional
Comienza a ejercer práctica privada en San Cristóbal y San Antonio. Tiempo después se traslada a Valencia con su esposa, quien es bioanalista, y su primer hijo. Allí abre un consultorio, actividad que comparte con su trabajo como profesor en la Universidad de Carabobo y en la Universidad José Antonio Páez.
En 2014, se generan protestas en todo el país: “En Valencia estábamos en el epicentro de las manifestaciones. Pasamos momentos muy difíciles, mi segundo hijo era un recién nacido y había mucha tensión. Ocurrieron dos episodios que afectaron nuestra seguridad personal; no teníamos ninguna protección y eso me impulsó a aceptar una propuesta de trabajo en Kuwait”.
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Emprende el viaje con su familia a ese destino desconocido e incierto, pero albergaba la esperanza de que le iba a ir bien. Llevaba la vida empacada en cuatro maletas.
“Como todo inmigrante, comenzamos a tener muchos tropiezos, pasamos momentos difíciles, aproximadamente un año sin poder trabajar porque había que hacer una convalidación del título y no había un antecedente de otro odontólogo venezolano que hubiese solicitado la licencia. Sin embargo, durante ese tiempo mantuve mi fe en Dios, que iba a salir adelante”.
Después de largos meses de espera, realizó una entrevista con los propietarios de una clínica que iba a ser inaugurada, pero debía superar un nuevo obstáculo.
Franklin Moreno no sabía hablar inglés, apenas si decía hola y gracias. “Cuando voy a la entrevista, me informan que debía presentar, no uno sino dos exámenes de homologación. Así que tuve que aprender inglés en un mes para poder presentar las pruebas. Para mí es una anécdota de cómo somos los venezolanos, me lo propuse y aprendí en un curso intensivo que me permitió mantener una conversación en inglés y defenderme para hacer las pruebas, que tuvieron una duración de seis a ocho horas”.
Siente que cuando empieza a trabajar su vida cambia: “mi mundo y mi mente hicieron un cambio, termino de aprender inglés, ya puedo comunicarme con mis pacientes, desenvolverme en el idioma, y empiezo a surgir”.
Cuando recuerda ese momento, llegan a su memoria todos los peldaños que ha debido escalar para establecerse. En su interés por especializarse en el área estética, recorre varios países de Europa para hacer cursos, entrenamientos y un máster que realiza en Italia en el 2019. “Fui a Dubái y me entrené en odontología estética, después a Ucrania y finalmente hice la especialización en Italia”.
Historia de éxito
Después de casi siete años en Kuwait, Franklin Moreno no solo ha consolidado su carrera, sino que avanza hacia la innovación tecnológica; de ahí que entre sus pacientes figuren artistas, deportistas e influencers.
“Los dueños de la clínica se convirtieron en parte de mi familia, me abrieron las puertas aquí. Actualmente hago odontología estética, pero durante la pandemia aproveché para hacer un curso intensivo de software, para incursionar en odontología digital”.
Toma fotografía a los pacientes, diseña su sonrisa y les muestra, en 3D, cómo va a lucir cuando termine el trabajo. “Es un protocolo digital en el que me entrené en un instituto en Milán. Analizo, diseño y produzco todo desde mi computador y al final lo envío a un laboratorio para que elabore las carillas de porcelana” Es algo diferente a lo que hace el odontólogo estético convencional. Su enfoque es más especializado y novedoso.
Considera que Kuwait es un país donde todo se toma por nacionalidades y eso a veces le incomoda. Con el pasar del tiempo, gana el aprecio y respeto de sus pacientes y de quienes lo conocen. “Ya saben que soy venezolano y les gusta Venezuela. Dicen que es un país hermoso, con mujeres bellas, y muy rico. Esa es su apreciación”.
Piensa que el cambio de cultura que enfrentó es bastante drástico. “Así fue para mí y mi familia. A pesar de esto, no hemos perdido nuestras raíces y somos venezolanos hasta la médula. Siempre estamos pendientes de lo que pasa en nuestro país. No es fácil, pero me propongo una meta y la cumplo”.
La clave para avanzar y destacar es adaptarse a los requerimientos de esta sociedad tan diferente a la suya:
“En esta cultura, a pesar de las restricciones que existen, donde vemos muchas mujeres con el rostro o la cabeza cubierta, las personas tienen apego a la estética y a las redes sociales; muchos pacientes, más que preguntar por el currículo, indagan por mis redes sociales”.
Como en toda historia de éxito, siempre está precedida de muchos fracasos: “al final no hay éxito en realidad, porque se debe luchar, pero todo depende de nuestra actitud para levantarnos. Por eso decidí seguir tocando puertas, a pesar de que las reglas de vida son diferentes”.
Venezuela en el corazón
El uniforme de Franklin Moreno lleva bordado el mapa de Venezuela, eso fue una iniciativa propia, que a muchos les llama la atención.
“De nuestra experiencia, lo más difícil ha sido estar lejos de la familia. En nuestro caso, nos separan casi 24 horas de vuelo. No hemos podido regresar y eso es muy triste”.
También, debió superar una circunstancia desagradable, cuando algunas personas quisieron aprovecharse de él y su esposa, por ser extranjeros: “nos pusieron en situaciones complicadas, que afortunadamente pudimos solventar, a pesar de no estar en nuestro país, y sin hablar su idioma, pues la mayoría de los documentos están escritos en árabe”.
Para él, lo más importante es que siente que Dios nunca los ha abandonado. “Siempre hemos sentido su cobijo en los peores momentos y su luz, que no nos hace perder la fe. Seguimos batallando y con la meta de seguir adelante”.
“Es muy valioso que se conozca que al otro lado del mundo hay un venezolano, un tachirense de un pueblo muy pequeño, San Antonio del Táchira, proveniente de un barrio llamado La Popa. Que digan ese doctor tiene raíces muy humildes, porque vengo de muy abajo. La mayoría de mis amigos de la infancia, lamentablemente, han sido asesinados o nunca los volví a ver porque están presos”.
Agradece a sus padres por la educación que le brindaron y los valores que le inculcaron, porque pudo, no solo jugar fútbol, sino estudiar una carrera, proyectarse y destacar fuera de las fronteras de su país.
“Siempre en una crisis hay algo positivo; y esta crisis tan fuerte que hemos pasado en Venezuela, nos ha llevado a cambiar nuestra mentalidad; cuando salimos vemos el mundo de una manera diferente, comprendemos que las cosas no son tan fáciles. Hay que tener otra actitud, establecer metas y hacer hasta lo imposible para cumplirlas, independientemente de cualquier pensamiento ideológico o religión, debemos poner cada uno nuestro granito de arena, para que se vea reflejado en el bienestar del país”.
A las personas que desean migrar, les aconseja que tengan su mente abierta para nuevas cosas, “no importa cuántas veces fracasen; porque es la actitud la que les va a dar el éxito. Luchen por sus sueños, sigan adelante, a pesar de las adversidades, porque sí se puede. Traten de ser los mejores, mostremos afuera que el mejor recurso es la gente, y disfruten el viaje, que es más importante que el destino”.
Entre sus planes en proceso de formación está la intención de acercarse a Venezuela, seguir preparándose y llevar su conocimiento a la nación que lo vio nacer.
“Extraño a mis parientes, el calor humano del venezolano es algo que no se encuentra en ninguna parte; su comida, sus playas. Quisiera estar con mi gente, los extraño mucho, su amabilidad y alegría. Volver a jugar fútbol, porque desde que me fui no he podido hacerlo”.
De aquel muchachito que jugaba fútbol descalzo en una cancha de tierra del barrio La Popa, solo queda el recuerdo, el afecto por el deporte y sus raíces. Hoy es un tachirense que enaltece a su país en un destino muy lejano. Tenacidad y disciplina. Ese es el doctor Frank.