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15 de enero de 2025
Hoy vive bajo el cobijo de San Martín de Porres
Norma Pérez
Alguna vez tuvo una casa y una familia. Un trabajo que le permitía sentirse útil y ganarse el sustento honradamente. Alguna vez, Eligio Antonio Durán tuvo parientes y amigos.
En un accidente de tránsito perdió la pierna izquierda; después, el trabajo, la estabilidad y los afectos. Terminó solo, en la calle, enfermo, viviendo de la caridad ajena. Padeció las inclemencias del clima y la dureza del suelo.
“Antes del accidente trabajaba como ayudante de construcción, después no pude hacerlo. Me quedé sin familia, perdí todo y me tocó vivir en la calle”.
Tuvo una lesión en la pierna sana que agravó su situación: “Anteriormente podía andar en muletas, pero ya no. Tenía una herida en la pierna, se me abrió un hueco, y así duré dos meses, hasta que me llevaron al Hospital Central”.
Refiere que estuvo internado en el centro asistencial, hasta que una funcionaria de la Defensoría del Pueblo gestionó su ingreso a la Casa Hogar San Martín de Porres, en Rubio.
“Cuando estaba en la calle, algunas veces me dejaban entrar a un almacén y no me mojaba. Me quedaba por los lados del Terminal de Pasajeros. Comía lo que me daban. Sufrí muchas penurias, calor, frío, hambre, necesidad. En un puesto de la Policía, me permitían pasar la noche. Llevaba mis cartones, una cobija, y así dormía”.
Ahora, este adulto mayor se resguarda en el albergue donde las Hermanas Dominicas de la Orden Santa Rosa de Lima lo recibieron, le brindan atención y cobijo. Tiene una cama limpia y cómoda para dormir, comida y un techo sobre su cabeza.
Se desplaza en una silla de ruedas y puede verse en una esquina del pasillo, jugando dominó con sus compañeros de la Casa Hogar, lo que disfruta al máximo.
Pide que alguna persona generosa le haga el donativo de unos lentes, ya que la vista le falla y para él es imposible adquirirlos.
A pesar de sus limitaciones, Eligio Antonio Durán cuenta su historia y sonríe. Se siente seguro. Encontró una familia y un hogar.
Un centro de cobijo
Sor Romelia Parra es la coordinadora de la Casa Hogar San Martín de Porres, en Rubio. Actualmente albergan 36 adultos mayores, un grupo conformado por 18 mujeres y 18 hombres.
Allí les dan alojamiento, alimentación, asistencia, tratamiento médico para quienes lo requieren, así como atención especial a los que padecen alguna discapacidad.
Este centro de cobijo para los ancianos funciona gracias a los donativos de la gente. Aun así, los requerimientos son numerosos, pues además los días lunes, miércoles y viernes ofrecen un almuerzo a veinte personas en condición de calle, que se acercan hasta la sede para reclamar un plato de alimento. A quienes los solicitan, les dan la oportunidad de bañarse y asearse.
La enfermería la atienden las hermanas Romelia y Margarita; ellas almacenan los medicamentos, para dar adecuadamente el tratamiento a los ancianos con alguna afección, de acuerdo a las indicaciones de los galenos.
“Quiero agradecer al personal del Centro Médico Rubio, ubicado al lado de nuestra Casa Hogar, por la atención desinteresada que dan a los residentes y a las religiosas cuando lo ameritan”.
Hay seis religiosas, pero la mayoría son adultas mayores. Recientemente, una de ellas sufrió una caída y se fracturó el fémur, por lo que se encuentra inmovilizada.
Se apoyan con personal externo que las ayudan en diversas labores para mantener las instalaciones impecables. También el señor Miguel González, un buen samaritano, hace recolección de verduras cada sábado.
Falta el gas
En lo que respecta a los servicios, su petición es que el suministro de gas doméstico se realice con más frecuencia, pues debido al número de comensales, se acaba muy rápido y este mes tuvieron que cocinar con leña durante dos semanas, para poder preparar las comidas de cincuenta personas diariamente, más los que atienden con almuerzo tres veces a la semana.
Esta circunstancia es desfavorable, pues se demora la preparación de los alimentos, además de que el humo es perjudicial para la salud de estas personas de la tercera edad.
“Pedimos que vengan más seguido a traer el gas, porque la bombona es pequeña y se acaba muy rápido, ya que las preparaciones del desayuno, almuerzo y cena son cuantiosas. Se complica mucho cuando debemos esperar para volver a contar con este servicio”.
Entre los requerimientos que tiene la Casa Hogar San Martín de Porres, figuran proteínas, medicamentos, una cama clínica, una silla de ruedas, alimentos, productos de limpieza y todo lo que deseen aportar para esta valiosa obra de servicio a personas vulnerables.
La hermana Romelia Parra siente que su misión en este mundo es servir a sus semejantes, y por eso ha dedicado su vida a cumplirla:
“Ayudar a estas personas me hace sentir identificada con Cristo, quien cumplió con esta misión antes que nosotros. Servir desde ya es ofrecer el reino de Dios a los más necesitados y de esta manera hacemos un aporte a la humanidad. Damos gracias para poder actuar y servir”.
En este lugar la caridad, la humanidad y la solidaridad siempre están presentes. Así lo demuestran los ancianos bien atendidos que pasan las tardes en los pasillos, mientras conversan, comparten un juego de mesa, contemplan las flores y el verdor del jardín o cuidan a “Coqueta”, inseparable mascota que descansa en el regazo de Ivonne, quien perdió la movilidad pero no el entusiasmo y la alegría.
Para todos ellos, la Casa Hogar San Martín de Porres es un reducto de seguridad y esperanza.
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15 de enero de 2025
