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El trabajo para ellos disminuyó notablemente con la reapertura para el paso de vehículos
EL DATO
Un gran porcentaje ha vendido su vehículo, a dos ruedas, para irse de la frontera
Jonathan Maldonado
Los carretilleros y carrucheros empiezan a despedirse de la frontera ante el drástico descenso de la demanda del servicio que ofrecen tanto en La Parada como en San Antonio del Táchira, y que tenía como punto de conexión el puente internacional Simón Bolívar.
Lo que se pronosticó en meses anteriores, hoy se está cristalizando. La desaparición de estos oficios llegaría con la reactivación del paso de vehículos por los tramos binacionales, pues se trata de trabajos informales cuyo génesis se registró a causa del cierre.
Siete años de cierre de los puentes, hicieron que al menos 1.000 informales (entre carretilleros, carrucheros y silleteros) se enraizaran en una zona que daba paso a lo informal, tras el desmoronamiento del comercio y la industria, dos áreas que, otrora, eran pujantes y prósperas.
De los cientos de trabajadores informales que se movilizaban en frontera, apenas quedan 100, aseguró Deivis Cordero, el carretillero 787 de la frontera colombo-venezolana. Su buzo azul lo llevaba puesto durante la entrevista que concedió en pleno paso formal.
«La mayoría ya vendió su carretilla para irse», prosiguió Cordero, quien resaltó que su oficio decayó en más del 90 %. «Al día, uno solía hacer desde los 90 mil y hasta los 120 mil pesos. Y en las jornadas malas, nos ganábamos 40 o 50 mil pesos diarios. Nada mal», precisó.
Ahora, con la reactivación de los puentes para la circulación de vehículos, no «subimos de los 20 mil pesos de ganancias». Pese a ese panorama, muy lóbrego, no piensa irse de frontera. «El que se va, regresa limpio, y el que se viene, también está limpio. Prefiero pasar la pela aquí», bromeó.
El ciudadano lleva seis años en la zona. Arribó al municipio Bolívar cuando la frontera cumplía el primer año de cierre. La conoció así, sin lo pujante de lo formal, sin el dinamismo acostumbrado en los tramos binacionales, y que tenía gran repercusión en las ventas tanto del lado colombiano como venezolano.
Cordero ha vivido la frontera de los obstáculos, la que tuvo atravesados en sus puentes a un grupo de contenedores que quedaron a raíz de los sucesos del 23 de febrero de 2019.
También sorteó la frontera de la pandemia y la que solo tuvo, por ciertos lapsos, el tránsito binacional por las trochas, también llamadas caminos verdes…Los virajes actuales apuntan hacia el rescate de lo formal.
«Soy albañil»
Cordero, padre de seis muchachos, es oriundo de Coro, estado Falcón, y engrosa la lista de los migrantes internos que decidieron emprender una nueva vida en la frontera.
En su región, solía trabajar como albañil, carpintero o maestro de obra. «Todo eso lo sé hacer, pero ahorita no hay cabida para esos trabajos, nadie lo contrata a uno», enfatizó mientras celebraba haber conseguido a un cliente que le pagó para que le llevara la maleta en su carretilla.
«Dijeron que iba a haber comercio y de todo con la reapertura, pero eso no ha pasado», lamentó quien no está negado a cambiar de trabajo, pero le preocupan las escasas, por no decir nulas ofertas que hay en la actualidad.
El número 787 aún lo lleva estampado en su buzo y, por los momentos, continúa ofreciendo un servicio que ya no es tan codiciado, pues hay vehículos que cruzan, entre ellos mototaxistas y taxistas que alivian el traslado de muchos.
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