Sánchez entonces le pidió que se alistara con la tribu, que él pasaría dentro de ocho días a fin de enseñarles todo lo necesario para bautizarlos. En efecto, cuando regresó los indígenas marcharon con él a un ángulo formado entre los ríos Guanaguanare y Tucupido, donde les repartieron tierras e iniciaron la catequización, a fin de prepararlos para el bautizo.
Varios indígenas recibieron el bautismo, no así Coromoto, quien echaba de menos la selva donde él era libre y no tenía que obedecer a los blancos. Esto lo hizo preparar su huida del campamento. Sin embargo, el sábado 8 de septiembre de 1652, la Señora volvió a aparecer en su bohío, en presencia de Coromoto, su mujer, su cuñada Isabel y un sobrino de esta.
El cacique cogió una flecha y apuntó para matarla. Como la Señora se le acercó, Coromoto lanzó la flecha e intentó empujarla, pero ella desapareció, dejándole en la mano un pequeño pergamino con su imagen grabada.
Por la tarde del sábado 11 de septiembre de 1652, dispuso Juan Sánchez reunir a los indios que trabajaban en Soropo, en vista de lo cual el castellano instó al cacique a que se juntara con sus compañeros y asistiera a los actos religiosos que iban a celebrarse en el caney, que para estas reuniones tenía dispuesto junto a su habitación.
Coromoto se negó rotundamente a esta invitación, y mientras sus compañeros oraban, él con gran enojo y rabia intentó irse aceleradamente hacia su pueblo. Pero, habiendo transcurrido unos instantes desde su llegada a la choza junto a su esposa, su cuñada y su sobrino, la Señora vuelve a aparecer de modo visible y corpóreo en el umbral del bohío del indio.
De ella salían copiosos rayos de luz que bañaban el estrecho recinto de la choza, tan potente “como el sol de mediodía”, según describió Isabel, cuñada de Coromoto. El sobrino de Isabel corrió a avisarle a Juan Sánchez, quien con dos de sus compañeros fueron al sitio de donde apareció la mujer y recogieron el pergamino que dejó.
La imagen fue alumbrada por Sánchez con apenas un cabo de cera negra. Esta luminaria ardió día y noche sin consumirse, desde las 12 del domingo hasta el martes por la tarde. Hecho considerado por los testigos como milagroso. Dieron parte a las autoridades civiles y eclesiásticas, quienes a pesar de no creerlo, resolvieron llevar el pergamino a la Iglesia de Guanare en 1654, donde permaneció en un relicario hasta 1987, cuando fue incrustada en el pedestal de la imagen de madera en que yace hoy día en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, construido en el lugar de esta segunda aparición.
El cacique Coromoto al ver que la Señora no había logrado nada con él, huyó a la selva, donde lo mordió una serpiente venenosa. Entonces comenzó a pedir el bautismo, el cual le fue administrado por alguien que pasaba por ahí. Al bautizarse se convirtió en apóstol entre los indígenas, pidiendo a estos que no se separaran del misionero y que se bautizaran, y luego falleció. Como consecuencia de esto, los indios cospes formaron una comunidad de fieles muy fervorosa.
En el lugar de la segunda aparición fue construido un hermoso templo, el Santuario Nacional “Nuestra Señora de Coromoto”, el cual fue consagrado a esta virgen el 7 de enero de 1996, e inaugurado con la solemne Eucaristía presidida por el Papa Juan Pablo II el 10 de febrero de 1996. (Cortesía/El Carabobeño / Vatican News/Globovisión)