Una mujer lesionada al derrapar su moto en San Antonio
18 de abril de 2024
¿Cuándo se va? ¿Ya apostilló sus documentos? En Chile hay trabajo ¿Vámonos? ¿Qué hace todavía en Venezuela? ¿Pensé que ya se había ido?… La lista de preguntas similares pudiera ser interminable, son frecuentes y cotidianas para los venezolanos que vivimos en Venezuela. Se han prolongado en el tiempo, siguen siendo las mismas de hace 5 o 3 años, lo que ha variado recientemente, es que no son solo cuestionamientos propios de los jóvenes o de ciertas personas con un soporte económico importante, son preguntas que se han democratizado, son preguntas que como dirían por ahí, “ahora son de todos” sin distinción de clase social o de edad.
Jorge Drexler, un cantautor uruguayo (quien recientemente ganó tres Latin Grammy) dice en una canción maravillosa llamada “Movimiento” la siguiente línea: “somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias sino equipaje”. Y es que este extraordinario artista sintetizó sublimemente una condición natural del hombre: la movilidad. El ser humano siempre se ha movido, en el inicio de la evolución de nuestra especie, se movilizó porque el río que lo abastecía, se quedó sin peces. Hoy el venezolano se moviliza porque los anaqueles de los abastos y supermercados están vacíos o los pocos productos que existen son sumamente costosos, entre otros muchos motivos.
Sigue siendo lo mismo, con un montón de siglos en el medio, pero al final lo mismo: el ser humano se mueve por su instinto de supervivencia, que le lleva a migrar de aquel lugar que no le satisfaga sus necesidades básicas. De este modo, es importante señalar que el fenómeno migratorio no inicia con el éxodo venezolano, ni finalizará con el mismo. Siempre existirá, el mundo entero es un lugar de movilidad humana, en algunos casos por decisiones libres y propias y en muchos otros por decisiones coaccionadas y forzadas.
En este orden de ideas, el caso venezolano es difícil de abordar desde el punto de vista económico, político, cultural y de igual modo desde el punto de vista migratorio. El país y la región jamás se imaginó un flujo migratorio de proporciones tales como el que se vive actualmente. Vale la pena preguntarse, si aún en el último trimestre del 2018 luego de que las principales ciudades de Sudamérica se encuentren con porcentajes importantes de migrantes venezolanos, si un peruano o un chileno tienen un grado mínimo de consciencia y de información medianamente objetivo y equilibrado sobre el contexto venezolano, yo lo dudo.
En la región nadie se imaginaba que la Venezuela petrolera, que el país con décadas de experiencia democrática y con un sistema político medianamente estable terminara expulsando a sus connacionales. En consecuencia, los pueblos de América Latina y en especial sus gobiernos son escépticos con las causas de la migración venezolana y se enfocan en las consecuencias, por ello en buena medida las relaciones intolerantes y sobre todo xenofóbicas en contra de los venezolanos en el exterior.
En medio de una problemática tan sobre expuesta en los medios masivos de comunicación, cuando abunda información y muchas veces se aborda desde los titulares que impactan y no desde las historias que narren el drama humano, es importante aclarar la terminología adecuada para tratar este asunto. Por ello es vital distinguir lo siguiente: todos los venezolanos en el exterior son migrantes pero no todos los migrantes venezolanos son refugiados. En primer lugar, según el Glosario de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) un migrante es aquella persona que se va a otro país o región con miras a mejorar sus condiciones sociales y materiales, esta decisión es tomada libremente.
Por otro lado, un refugiado es aquella persona que califica para la protección de las Naciones Unidas, además es una persona que huye de su país de origen al tener fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, opinión política, entre otros. En estos casos, el Estado que recibe a estos perfiles, debe otorgar el reconocimiento de refugiado y garantizarle el acceso a derechos fundamentales y el respeto a principios internacionales como la unidad familiar.
Las cifras y las estadísticas del fenómeno migratorio venezolano son alarmantes, señalan que nuestro flujo es el más numeroso del mundo entero, pasando por encima de países en conflicto armado con caracteres mundiales como el de Siria o sobre migraciones históricas como la Centroamericana. En este orden de ideas, el Director de Migración Colombia señaló hace unas semanas que para el 30 de agosto del presente año se contabilizaban alrededor de 935 mil venezolanos en suelo neogranadino y que desde esa fecha hasta el 20 de septiembre se registró el ingreso de más de 100 mil venezolanos, es decir en menos de un mes la cifra se elevó considerablemente. Y en este caso, solo hablamos de la migración regular que cumple con los requisitos legales de salida y entrada, mientras que a lo largo y ancho de la frontera colombo venezolana existen más de 1.600 pasos fronterizos irregulares por donde migran un número no cuantificado de venezolanos.
Para hacer más cercanas las cifras, propongo un ejercicio imaginativo. Si usted tuvo alguna vez la enorme dicha de asistir a un partido del Deportivo Táchira en el Templo Sagrado del Fútbol Venezolano, el querido Estadio Polideportivo de Pueblo Nuevo y además pudo observar las tribunas repletas, fue parte de las casi 40 mil personas que puede recibir esta instalación deportiva. Solo en el mes pasado de octubre del presente año, a Ecuador ingresaron 97.500 migrantes venezolanos, es decir no alcanzan dos Estadios Polideportivo de Pueblo Nuevo, hace falta también la Plaza Monumental de Toros para reunir esa cifra de personas.
De igual modo según Extranjería de Chile solo en los primeros tres meses del 2018, recibieron la solicitud de visa para al menos 10.149 menores de edad venezolanos y la cifra aumentó los meses siguientes. La ONU señala que, de manera regular y legal cruzan alrededor de 4.000 venezolanos diariamente por la frontera Venezuela – Colombia por el Puente Internacional Simón Bolívar (San Antonio – Cúcuta), que 2.700 venezolanos cruzan la frontera Colombia – Ecuador diariamente y que 1.200 venezolanos cruzan la frontera Ecuador – Perú todos los días, son cifras reservadas y limitadas que aumentan con cada amanecer.
En este orden de ideas, es impactante recordar que el pasado 8 de noviembre del presente año, la Organización de las Naciones Unidas señaló que los venezolanos en el exterior son más de 3 millones de refugiados y migrantes, son 3 millones nacidos en esta tierra, son 3 millones que en algunos casos decidieron migrar buscando un mejor futuro y en otros debieron huir para salvaguardar su vida y la de los suyos, son 3 millones de corazones que seguramente se aceleran al pensar en las bondades naturales de nuestra tierra, al escuchar las notas de nuestro himno y al cantar un gol de la Vinotinto, son 3 millones de los nuestros.
Si bien la ONU manifestó que los nuestros son más de 3 millones de migrantes y refugiados, hay quienes afirman que la cifra va por los 5 o 6 millones. Es sumamente difícil poder tener números certeros que diagnostiquen el fenómeno en toda su complejidad, la migración venezolana se caracteriza por ser en muchos casos irregular, pendular y con un matiz estacional, pero sean 3, 5 o 6 millones, son nuestros y migraron en busca de un país que les brinde las oportunidades que Venezuela les negó, son nuestros y duelen. (Enmanuel Sandia).
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