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23 de noviembre de 2024
Eduardo Marapacuto
La mayoría de las democracias de América Latina y del mundo parecieran estar infestadas de fascismo y el único antídoto es la revolución. El virus del fascismo está recorriendo, diría Eduardo Galeano, las venas abiertas de América Latina por donde desangran los odios, las traiciones, los espíritus malvados, los enjambres ponzoñosos que quieren inocular la maldad en la conciencia de los jóvenes, de los hombres y mujeres de los pueblos.
En países como Argentina, Ecuador, Chile y Perú, están contaminados, donde los brotes son nocivos y están causando un daño tremendo en la vida de esos pueblo, sometidos a las presiones neoliberales y a la represión por parte de esos gobiernos “democráticos”. El dolor y el sufrimiento se nota en el semblante de esos millones de hombres y mujeres que poco a poco le van viendo el talante al fascismo y al neofascismo.
Las narrativas se van nutriendo con falsa proteínas y donde a esas democracias se le exhibe como modelos, como regímenes políticos fortalecidos en lo político y la institucional, con liderazgos de alta visión. Eso es sólo un relato, porque la realidad es otra y en verdad, son democracias fraudulentas, corruptas, de bajo liderazgo, porque sin nombrarlos, allí están los Noboas, los Milei, los Boric y las Boluarte, salidos de los laboratorios políticos, de las redes contaminadas, que vienen a cumplir una misión: destruir el Estado y causar el mayor sufrimiento y dolor al pueblo. Esa es la verdad.
Ahora bien, ante una situación complicada como la que viven las democracias en América Latina, es necesario precisar el concepto mismo del fascismo, que se refiere a un conjunto de ideologías y prácticas autoritarias caracterizadas por el nacionalismo extremo y la promoción de una cultura de violencia y exterminio. De igual manera el fascismo aumenta cada vez más su retórica de odio y rencor, que representa un riesgo para la salud de los pueblos.
Muchos de esos enjambres utilizan las estrategias del miedo, del terror, lo que ha llevado a encender las alarmas sobre un retorno a ideologías extremas. A pesar de esos desafíos, los pueblos están mostrando resistencia y fuerza para dar la pelea y erradicar el fascismo de todas las escenas y garantizar los derechos humanos y la justicia social. De eso se trata, ante todo defender la dignidad humana, donde los gobiernos tengan el sentido humanista de la vida, para que cada ciudadano y ciudadana se sienta identificada con su gobierno y sus líderes, tal como acaba de ocurrir en México, donde el presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, es aclamado por su pueblo por el buen gobierno que hizo, por la forma que gobernó y dirigió los destinos de la República para proyectarla hacia el futuro de la verdad de los tiempos.
Mientras la piel del fascismo va mutando hacia los terrenos peligrosos del pantano, sus corrientes internas fluyen hacia los acantilados de la soberbia, de la mentira y el engaño. Allí se mueven en sus propias redes, con la cual pretender enredar la vida política, económica y social. Pero como dicen no han podido ni podrán, al menos en Venezuela, en cada aventura se les ha hecho morder el polvo de la derrota.
Precisamente, la revolución venezolana ha desafiado la gravedad de los tiempos. Si, sin quejidos, ni llantos ni lloriqueos, nuestra revolución ha sabido ingeniárselas para desafiar la gravedad de los tiempos huracanados de la política, Contra esos vientos mortales que lanza el fascismo, Venezuela se vacuna y se blinda con la Constitución de la República, con la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo, con la participación activa de la militancia y el papel fundamental de las FANB. Son fortalezas que se consolidan en la fragua de la acción, de la lucha y el combate que proyecta la victoria, ¡Qué así sea!
Politólogo. MSc. Ciencias Políticas
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