Porfirio Parada
Por las madres que tratan de entender, entienden o no entendieron la pasión de sus hijos por Táchira. Por los padres que llevaron a sus hijos desde niño al estadio, mostrándoles por primera vez sus gradas, la gente y el campo. Por los padres que hicieron de padres cuando no lo eran y llevaban a otros niños, familiares, vecinos, pequeños amigos del barrio a Pueblo Nuevo. Por la gente que viaja desde los diferentes pueblos del Táchira para acompañar al equipo, en buseta o en carro. Por las personas que se hacen amigos en las tribunas, amigos del fútbol que se convierten en amigos de la vida. Por los fundadores del Táchira, una historia que recién nacía y que hoy es grande por su legado, por su sentimiento y trayectoria, que recae en cada hincha en donde quiere que esté. Por el hombre del campo que escucha el juego con su vieja radio, desde el páramo. Por los gritos desmesurados, intensos. Por la puteada para algunos árbitros y jugadores del equipo contrario, mostrando y defendiendo los colores del carrusel aurinegro. Por ese folklore de aquí, que mucho lo han criticado, pero que no se ha callado.
Por los que han viajado miles de kilómetros para ver al equipo, en el interior del país por la liga local, hasta partidos internacionales, recorriendo países de Suramérica. Por los que reúnen un buen dinero para viajar sin sobresaltos, cómodos, y por los que viajan con poco dinero, algunas veces pidiendo la cola entre carreteras y fronteras, pidiendo comida, sin hospedaje, buscando llegar al estadio de visitante, para representar y alentar los colores amarillo y negro. Por la tía que coleccionaba las entradas de toda la década de los noventa y más. Por el recuerdo visual de los tamaños de las entradas, sus diseños, sus texturas y colores. Por los primos que fundaron una barra en la tribuna norte con otras personas, por el diseño del trapo que era un calvario y por su aliento en los días solitarios en las gradas. Por los partidos vistos con la familia, padres, hermanas y primos. Por los que iban al estadio los domingos y luego llegaban en la noche a sus casas y lo veían de nuevo en diferido por T.R.T. (Televisora Regional del Táchira) Por los que no podían ir al estadio y solo los veía por T.R.T. Por los juegos de un miércoles a las 8:00 PM. Por la neblina que en algunas noches reposaba en la grama de luz verde nocturna. Por los siete colores y más cohetes. Por las bengalas. Por la recamara en los domingos de sol.
Por los que coleccionan las camisetas aurinegras de antiguos campeonatos. Por los que guardan de manera sencilla pero sagrada algunas fotos, chaquetas originales del equipo, bufandas, y alguna otra indumentaria aurinegra. Por las firmas y autógrafos que quedan de los jugadores campeones en sus camisetas guardadas o usadas en los grandes compromisos. Por las distintas anécdotas buscando la firma de un goleador. Por la hinchada que ha celebrado en El Obelisco por la avenida 19 de abril de San Cristóbal, por la espera que los jugadores pasen en la celebración, por las banderas arribas mientras llegaban. Por los que han celebrado afuera del país como si estuviera en su tierra. Por su orgullo al decir que viene del Táchira, donde hay una gran afición, cuando le preguntan. Por las celebraciones en los barrios y residencias en la ciudad, por las celebraciones en los pueblos del Táchira, lanzando pólvora, morteros al cielo. Por los que rezan, se persignan antes de un juego, en el segundo tiempo, incluso agradecen después de ya terminar el encuentro. Por las barras, la suma de otras barras con la suma de otras tribunas, por la historia de las barras de los pueblos, por La Banda de las Veredas, por el carnaval en la Sur. Por los canticos al unísono. Por el eco de las palmas de las manos en todo el estadio. Por el aliento en la tribuna central o principal. Por este estilo de vida de ser hincha de Táchira.
Por las peores derrotas con el estadio lleno y también casi vacío. Por las humillaciones de equipos contrarios. Por la pena y la desdicha por la goleada en contra. Por los juegos y ambiente en las noches de Copa Libertadores en Pueblo Nuevo. Por la suma de las angustias antes de una final, de un repechaje, de un posible cupo para una competición internacional. Por los problemas logísticos y administrativos de la institución, por las carencias ante la demanda de la gente que está pendiente del equipo y sus resultados, su momento actual, deseando lo mejor. Por los criticones, los que hacen memes y burlas de Táchira para hacer broma, divertirse y ya, y por los que critican, con mala leche, y se burlan porque realmente sí quieren que le vaya mal al equipo y que pierda. Por los que no le gusta el fútbol y lo ven como una cuestión superficial. Por la soledad y el silencio que queda después de ver a tanta gente a la espera de un gol. Por un juego de fútbol con lluvia, por el aguacero en la parte alta de la ciudad, por los hinchas que se mojan viendo el juego pudiendo taparse en el techo de una tribuna. Por la teoría, hipótesis y suposiciones de los cambios de jugadores, en el segundo tiempo. Por los hinchas de Táchira que han muerto durante todos estos años, que se ven en alguna pequeña capilla aurinegra en la carretera de algún pueblo, capilla acompañada de una pequeña bandera amarilla y negra, una rosa sintética y una virgen. Por In Memoriam.
Por los narradores y comentaristas, por la previa que se puede escuchar y sentir en la radio tachirense para un juego de fútbol, por las figuras de la narración y locución que hay aquí, por saber conectar su voz a tanta familia y hogares que lo escuchan atentos con las camisetas aurinegras. Por los periodistas que todavía escriben en la prensa sobre fútbol. Por las mujeres comentaristas y mujeres que siguen al equipo y alientan. Por los no tan buenos locutores que hablan de fútbol, que también los hay. Por la comunicación e incomunicación en las transmisiones, por el deseo de conseguir ver el juego en los partidos definitivos. Por los jugadores y cuerpo técnicos de toda la historia y épocas, por los grandes jugadores venezolanos y del patio, por los jugadores extranjeros, por los uruguayos, argentinos, brasileños, colombianos y de otros países, que se han puesto la aurinegra y han quedado en la memoria colectiva del tachirense. Por los jugadores que son leyendas y que se admiran en la calle. Por este presente aurinegro, por estos veinte partidos invictos. Por estos jugadores y cuerpo técnico que hacen soñar como años anteriores o recientes a la gente. Por este presente que no hace más que renovar, reafirmar y consolidar su pasado histórico, lo que es Táchira en el fútbol y más allá de la cancha. Por esta tradición futbolera que tiene algo de patrimonio. Por este presente invicto que quizás ha tenido su pasado de derrota y que por esta misma razón se busca nuevamente ser campeón. Por este sábado, por esta gloria, por esta vida aurinegra.
Porfirio Parada
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio.