Restos de Mary Antoniela llegaron a El Piñal
18 de mayo de 2024
Carlos Orozco Carrero
Cuando Kalifa vio que su dueño cayó al agua en la quebrada Colorada y no se podía mover debido al calambre en ambas piernas, decidió intentar algo increíble para sus pocas fuerzas de perro flaco. José Ramón “farito” pensó que esa tarde pasaría a mejor vida. En un pozo ínfimo, con una tapiza de tres piedritas y algo de greda rojiza, su cabeza no podía levantarse para buscar algo de aire. En cosa de unos cinco segundos, sintió que el agua escurría dejando la posibilidad de respirar tranquilo y dejar que sus piernas salieran del barro a secarse para sacarse el frio traicionero. Observó que kalifa había escarbado la greda para que el agua bajara de nivel. Abrazó al animalito con ternura y lo premió con un par de chirimoyas que había encontrado en el camino de regreso al pueblo. Siempre escuchamos a los muchachitos del pueblo saludar a kalifa cuando pasaba detrás de José Ramón “farito” por la calle del grupo escolar “Sánchez Carrero”. Sabían su historia.
Es casi un ritual el que presencian los habitantes de esta zona alta en los páramos andinos. Por Las Porqueras, El callejón del diablo, San Agustín y la pata de gallina en El Delgadito los ven casi a la misma hora en las tardecitas para confundirse con las neblinas cómplices de estos aparatos extraños y fascinantes. Muchos no creen en esos relatos. Los más, aseguran ser testigos de algunos avistamientos cerca de sus moradas. Lo cierto es que muchos tienen la esperanza de verlos un día de estos en algún potrero montañoso para ver a cómo nos toca frente a esos elementos que se han mostrado en nuestro planeta desde hace miles de años.
El gurapo del flaco Elpidio se incrustó entre unas viejas tejas que estaban cerca de la pared del solar de la casa. Allí echó raíces y fue dejando salir algunos brotes para desarrollar un enorme aguacate que creció paralelo a la pared que resiste la fuerza del frondoso árbol. Lo malo es que las curas más grandes y apetitosas aparecieron en el lado lejano a la ventana del segundo piso. Los que Elpidio puede agarrar sin esfuerzo alguno y estirando el brazo son los más chiquiticos del mundo. –Parecen mamones y yo arriesgando que la pared se caiga. –Ah, rigor, carretico. -Cuando el pobre sale a vender sombreros, todo el mundo anda sin cabeza.
El visitante llegó al pueblito tan agradable en horas de la tarde. Se alojó en una pensión de comida, baño y cama y rápidamente salió a la calle a conocer algo de esa población sonriente. Recordó que su padre le había dicho que en aquel poblado vivía el padre Lopillo, amigo de todos y quizás el hombre más feo del mundo. Entró a una bodega bien surtida y pidió una malta. Salió a la puerta del abasto y casi tropieza con un hombre que caminaba algo apurado. Se disculparon ambos y nuestro amigo notó que el señor era mal parecido y se dirigía a la iglesia rápidamente. Lo alcanzó y se presentó como un vendedor de artefactos eléctricos a cuotas. Brevemente, el recién llegado le comentó a su nuevo amigo que observaba que la gente del pueblo mostraba rostros y maneras agradables al trato con los forasteros. –Por qué me dice usted eso, caballero. –Creo que mi papá se equivocó cuando me dijo que en este pueblo vivía el hombre más feo del mundo, aclaró el visitante. –Tu padre estaba en lo cierto, amigo. – Yo soy el padre Lopillo y tengo la fama de ser triple feo.
El milagro que emergió del devastador terremoto de San Antonio
18 de mayo de 2024
“Queremos su repatriación”
18 de mayo de 2024
Lo más visto
