Opinión

Un juicio humanitario

23 de noviembre de 2017

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Jesús de Nazaret nunca se consideró Rey. Se autonombraba “Hijo del Hombre”. Sólo él utilizó ese nombre para referirse a su persona. Pero el núcleo de su predicación se centró en el Reino de Dios o Reino de los cielos, que no se refería a la vida en el cielo después de la muerte. Se refería a la vida presente en la sociedad de la tierra. Las parábolas usadas por Jesús se refieren a diversas características del reino: capacidad de crecimiento, mezcla de buenos y malos, necesidad de vigilancia y prudencia dentro del Reino, etc.

Es lógico que se clausure el año litúrgico con la parábola que relata el evangelio de este domingo final: Jesucristo Rey del Universo. El Rey hace juicio universal. Se presentan ante su trono real “todas las naciones”. Bajo la imagen del Pastor que separa las cabras de las ovejas, el Rey separará a los hombres buenos de los hombres malos. Las cabras son más inquietas y difíciles de cuidar. A lo largo del tiempo conviven las virtudes y los defectos, pero la suerte final será distinta: unos heredarán la felicidad eterna mientras otros serán rechazados como malditos e irán al fuego eterno (Mt25, 31-46).

Importa fijarse en el criterio usado por el Hijo del hombre para premiar o castigar. No habla de prácticas religiosas porque juzga a gentes de todas las naciones y tienen distintas religiones; cada religión tiene sus rituales y culto específico, por tanto distintos compromisos religiosos. El criterio usado para premiar o castigar es humanitario. Pertenece al Reino de Dios quien ayuda al necesitado en las dificultades del día a día. Este criterio usado en la parábola era novedoso para quienes escuchaban a Jesús. La salvación o perdición finales dependen de las sensibilidad humana de cada uno de los rituales vividos en los templos.

Dar comida, vestir, visitar al enfermo o encarcelado, acoger y documentar al extranjero o emigrante. Hospedar y dar vivienda al que no la tiene. Son todos deberes humanitarios. Con razón los últimos Papas gritan al mundo las tragedias que sufren los desplazados por las guerras o el hambre: el mar Mediterráneo es el gran cementerio que avergüenza a quienes vivimos en el siglo actual. Hoy por primera vez en la historia humana, existe la posibilidad de eliminar el hambre en todo el mundo. Y es posible superar las guerras si los pueblos ponen empeño en ello.

La parábola de Jesús nos afecta pero debería inquietar más a quienes están en posiciones de responsabilidad gubernamental y en puestos de autoridad. Deben mirar a los necesitados, a las víctimas, no para buscar su voto en días de elecciones, sino para solucionar sus necesidades. El juicio final será implacable con ellos. Será sorpresivo para todos, buenos y malos. Porque los humanos creemos que Dios nos juzgará por las prácticas religiosas y las buenas intenciones. La última palabra sobre la justicia y las injusticias, las bondades y las malicias, sobre quien es oveja y quien es cabra loca, la tendrá Jesucristo, el Rey del Universo. Su Reino es de justicia, de eternidad, de libertad, de verdad, de amor y de paz.

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Benjamín García Fernández

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