Paradójicamente uno de los guardianes de la cultura en San Cristóbal está bajo la amenaza de la incultura, que toma sus formas más oscuras en la inseguridad, la suciedad y la apatía.
La guinda del pastel de las calamidades sufridas por los espacios públicos que rodean la Biblioteca Pública Leonardo Ruíz Pineda ha sido el desmantelamiento hace tres meses de la estatua de Isaías Medina Angarita emplazada en un pequeño vergel de cara a la avenida Isaías Medina Angarita -Séptima avenida-: no falta quien diga que la efigie del expresidente se bajó de su pedestal, y se fue corriendo a otros lares en vista de la difícil situación en nuestro país; pero por supuesto no fue así.
Pero este no solo debe ser valorado como un hecho delictivo más, sino como un índice del grave abandono en que se encuentra la zona muy emparentada con la plaza Ríos Reyna y la Fachada del Hospital Vargas, un conjunto arquitectónico que en vez de ser un atractivo turístico o una buena alternativa para la sana recreación, poco le ha faltado para convertirse en zona roja.
Las buenas intenciones han seducido la imaginación, y han pintado grandes proyectos a desarrollarse ahí, por ejemplo, el Gran Teatro del Táchira, que llegó a representarse en maqueta. Ni hablar de la Fachada del Hospital Vargas que no ha escapado de la indigna condición de baño público, y refugio de conductas poco decorosas, cuando pudiera erigirse como oficina de alguna institución pública, especialmente con relación al sector cultural.
Mucho preocupación
Nancy Lagos, jefe de personal de la Red de Bibliotecas Públicas del estado Táchira, no ocultó la preocupación que al respecto, tiene la gente que allí labora, y ha sido testigo de excepción de la desidia reinante.
Por supuesto parte de ese rosario de quejas incluye al mencionado monumento de Isaías Medina Angarita, “víctima” de apostatas y bandidos, mas apetecida por su materia prima metálica, que por su valor simbólico y artístico. Sin embargo, de manera extraoficial se ha conocido que se ha logrado supuestamente su rescate de las manos de sus últimos sacrílegos, -en el pasado fue incluso despedazada- y no ha terminado siendo reducida y comercializada al otro lado de la frontera.
Ausencia de seguridad
Aprovechando la ausencia de seguridad policial, y la posibilidad de escondite que presenta sus áreas verdes, la zona ha sido un punto predilecto para los consumidores de drogas, y la ejecución de las más variadas prácticas delictivas, el atraco la más frecuente, obviamente, no solo usándose la intimidación sino la agresión física brutal.
Se ha dicho incluso que por eso lares opera un “señor” que bajo engaño se ha apropiado de las pertenencias de ancianos, afirmando su ascendencia con militares, y prometiendo mercados a ser entregados en la propia Biblioteca Pública. Cuando las ingenuos ingresan al edificio y preguntan al personal por la entrega de productos alimenticios se dan cuenta de la burla. En otras ocasiones se ha ganado la confianza de sus víctimas, y ofrece resguardar sus celulares y carteras mientras los adultos mayores sacan la fotocopia de su documento de identidad.
El pan de cada día en las paradas de autobuses ha sido los atracos de motorizados a personas que esperan el transporte; y quienes han dejado su automóvil estacionado en las cercanías han perdido baterías, llantas y otros repuestos, desvalijamientos que muchas veces ocurren en cosa de minutos.
“Si la inseguridad –afirmó Lagos- en los alrededores de la Biblioteca la calificaríamos del uno al diez, estaría en doce”.
Depósito de basura
Si los delincuentes merecen la censura y el castigo; también hay gente sin conciencia ciudadana que no puede exculparse. Con el pretexto del mal servicio de recolección, no ha faltado quien vea el área verde de la sede principal de la Red de Bibliotecas del Estado Táchira, como un vertedero de basura. No tarda en limpiarse una montaña de bolsas de basura, casualmente levantada casi a los pies, cual si fuese una ofrenda, del ya “solitario” pedestal antes mencionado, motivo de fiesta para los perros callejeros que por ahí deambulan. Tenemos de otra parte a los que son poseídos por un espíritu de destrucción y se han dado a la tarea de pintarrajear paredes, y arruinar enrejados, muros y postes de luz.
Por todas estas razones la primera petición que hacen el personal que labora en la Biblioteca Pública es la restitución del personal policial, sea su instancia nacional, estadal o municipal, tanto en el interior del edificio como en los alrededores y que incluso este contara con un cubículo o un punto de patrullaje constante. Otra solicitud –que ya ha llegado a la alcaldía capitalina consignada en el respectivo memorándum, ha sido el mantenimiento y limpieza de las áreas verdes, atrapadas en abundante matorral.
El llamado de auxilio no solo lo dirige la Biblioteca Pública al sector público pues para el sector privado se hace necesario tocar su corazón, ya que está institución, siempre presta a ofrecer un servicio de gran utilidad a la comunidad y completamente gratuito a favor de la educación y la cultura, está urgida de la donación de implementos y productos para la limpieza.
Freddy Durán