Regional

Un problema urbano que requiere soluciones

12 de diciembre de 2020

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Desde que comenzaron a desarrollarse los primeros centros urbanos, la basura producida por sus habitantes empezó a generar incomodidades, pues no se disponía de lugares especiales para arrojarla, una vez sacada de las viviendas. La gente entonces hacía lo que hacen hoy día muchas personas: tirarla a las calles o en sitios aledaños a esas poblaciones.

Esa actitud, por supuesto, iba aparejada al riesgo permanente para la población, en materia de salud y contaminación, del que hoy día, hay quienes sospechan que generó algunas de las pestes pandémicas que azotaron en distintas épocas de la historia de la humanidad.

Con el aumento de la población urbana, vino por supuesto el crecimiento de la producción de desperdicios, por lo que los olores nauseabundos y la aparición de roedores y alimañas fueron planteando la necesidad de ubicar esa basura en lugares más alejados. Así, poco a poco, comenzó la costumbre de quemar o enterrar los desechos, en terrenos distantes de los poblados

Pero, igualmente, el crecimiento demográfico fue aumentando la producción de desechos, hasta que se convirtieron en un grave problema de contaminación ambiental, de nuevo con claros riesgos para la salud humana, hasta ver hoy que la gestión integral de los residuos sólidos urbanos se ha convertido en una cuestión de necesidad de primer orden en los pueblos y ciudades de todo el mundo.

Cada día hay más

Hoy día, ya no solo el aumento de población hace crecer el volumen de desechos, sino que, entre otras cuestiones, el consumismo característico de la vida moderna aumenta en forma considerable el volumen de desperdicios por habitante.

Se calcula que, en el mundo, se genera un promedio de 1,2 kg de basura al día por persona. La cifra varía según el país o la ciudad. Por ejemplo, en Estados Unidos, cada ciudadano produce 2,25 kg al día. Se estima que los latinoamericanos producimos 0,63 kilos por día, mientras que, por otro lado, Ghana genera 0,09 kg y Uruguay 0,11 kg, cifras que los convierten en los dos países menos productores de basura urbana en el mundo.

Esa basura, de acuerdo con nuestro sistema tradicional de procesarla, se recolecta de las viviendas y es transportada a lugares donde es depositada para su destino final. En el caso de San Cristóbal y otros municipios tachirenses, al vertedero de San Josecito, al sur del estado.

Allí, esos residuos sufren con el transcurso del tiempo un proceso de descomposición que genera despojos líquidos (lixiviados), los cuales ocasionan problemas de contaminación de suelos y capas freáticas, emanación de gases y malos olores, contaminación visual, y además se convierten en un criadero masivo de roedores y alimañas que ponen permanentemente en riesgo la salud de las poblaciones cercanas.

Lo pésimo de esta situación, es que esta forma de procesar la generalmente llamada basura, o “desechos sólidos”, sin ningún tipo de separación, selección o clasificación, se convierte en un inútil y antieconómico desperdicio de materiales que podrían ser recuperados o reciclados y vueltos a ser usados, lo que indudablemente atenta contra el desarrollo sostenible, que implica un cuidado extremo de los recursos naturales finitos.

Esta realidad hace necesario adoptar un sistema de gestión de residuos sólidos urbanos con el propósito de, por lo menos, disminuir los riesgos ambientales, sociosanitarios y económicos que se corren actualmente.

Sin cultura de reciclaje hay tres formas de ayudar

Las estadísticas sobre la recolección de residuos sólidos y reciclaje son muy escasas en Venezuela. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, en el país se recicla menos de 15 % de los residuos.

Afirma el INE que, de los 335 municipios, 43,17 % coloca los residuos en botaderos; 18,35 % lo hace en vertederos y finalmente, 38,49 % lo coloca en rellenos sanitarios. Para que exista una cultura del reciclaje se necesita que tanto las personas como el gobierno tengan voluntad y compromiso, para lograr un desarrollo que sea sostenible y sustentable en el país.

Aclaremos que, técnicamente, se denomina “basura” todo material desechado que no es reciclable ni puede ser aprovechado de nuevo de ninguna forma, ni con procesos de recuperación. Y se llama “residuos”, todo aquello que se puede reciclar: papel, cartón, vidrio, plástico, latas, otros metales, etc.

Contribuir con la disminución de la acumulación de basura en nuestra ciudad, corresponde a la conducta de los ciudadanos. Cada uno puede hacer algo para lograr ese objetivo.

Para ello se ha creado la fórmula de las “tres R”: Reducir, Reusar y Reciclar. La Reducción consiste en evitar generar tantos residuos, cambiando la forma de usar y de desechar, por ejemplo, los envases de los productos que consumimos.

Reusar, es utilizar un material, sin mayor transformación, para darle el mismo u otro uso posible, en la medida en que ello se pueda. Y Reciclar, o sea, aplicar algún tipo de uso a los residuos, para reintroducirlos en un ciclo de vida. Generalmente, esto se hace depositando los residuos en lugares que estén destinados a la recolección para reciclar, que, en San Cristóbal, por cierto, como en todo el país, no tiene mucha vigencia.

Humberto Contreras

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