Sucesos

Migrantes que han perdido a familiares en su ruta al ‘sueño americano’: «Verlos morir ha sido lo más doloroso» 

27 de mayo de 2023

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Siete migrantes de la zona sur del Táchira han perdido la vida en busca del “sueño americano”. Dos accidentes de tránsito y un naufragio segaron sus esperanzas, dejando un profundo dolor en sus familias  

  
Raúl Márquez

 

 

Jesús Antonio Báez Méndez e Iván Quintero Monsalve (Foto: Cortesía)

Mauro Quintero Monsalve sobrevivió para contarlo. A sus 52 años, rememora los pormenores de la tragedia que le arrebató a su hermano, mientras viajaban en pos del llamado “sueño americano”. Con voz calma, revive escenas y momentos, insistiendo que es algo que no se lo desea a nadie.

El viaje se fue gestando en charlas familiares. Lanzarse a la ruta migrante fue ganando terreno frente a una realidad económica asfixiante, en la que ni siquiera los dólares se salvan de la devaluación. Desde sus casas, asentadas en una población llamada «Pata de Gallina» concluyeron que debían arriesgarse.

Tras varias semanas, partieron «en el nombre de Dios», sin pensar que para Jesús Antonio e Iván constituiría un viaje sin retorno.

El sector «Pata de Gallina» está ubicado en la llamada Lengüeta de Barinas, perteneciente a la parroquia Andrés Eloy Blanco del estado llanero, en el límite con el municipio Fernández Feo de la entidad tachirense. Entre esta población y San Rafael de El Piñal median poco más de diez minutos de viaje.

Se trata de una comunidad de pescadores, agricultores y pequeños ganaderos. En esta época de migraciones, los vecinos comentan que varios de sus “hijos” se han arriesgado a buscar una mejor posibilidad laboral y de vida en Estados Unidos.

El jueves 22 de septiembre fue el día señalado. Luego de buscar el dinero, adquirir pasajes y contactar a los guías. La primera parte de la ruta los llevó desde el sur del Táchira hasta Cúcuta. Luego, desde el Norte de Santander viajaron a Cali.

«Nuestro grupo estaba conformado por mi hijo, mi hermano, Antonio Báez, la cuñada y una vecina que viajaba con tres niñas –de 2, 4 y 12 años- cuyo marido la aguardaba en Estados Unidos».

Mauro y los demás migrantes, a pesar de que en el fondo guardaban algo de incertidumbre, atravesaron con entusiasmo las tierras neogranadinas, hasta llegar a la frontera con Panamá, a la temida Selva del Darién.

El Darién en siete días

Descansaban en campamentos improvisados y luego proseguían la marcha (Foto: Cortesía)

Recuerda Mauro que luego de cancelarle al guía, iniciaron uno de los pasajes a los que más le temían. Sin embargo, en silencio se daban fuerzas. En total atravesaron la selva en siete días.

«Lo de la selva del Darién no es un mito. Verdaderamente es una ruta terrible. Si para uno que es del campo y es hombre es difícil, imagínese esas mujeres que se van con niños. Es una travesía intrincada: caminos de pantano, subidas empinadas, animales salvajes, ríos torrenciales. Además de las bandas de atracadores y violadores que operan en la zona».

A pesar de los miedos y de las historias de otros migrantes, que habían sido atracados y alguna de sus hijas violadas, superaron el escollo.

«Cuando caminábamos por la selva, a veces nos llegaban olores nauseabundos. En esos momentos, los guías se nos adelantaban para tapar con ramas de árboles a personas que habían muerto a causa de infartos y quién sabe qué otras cosas. Eso es algo que no podré olvidar. Ese terrible olor».

Atrás quedó la selva con el territorio panameño. Al cabo de los días, tomando diferentes rutas, cruzaron Costa Rica y Nicaragua.

Todo cambió bruscamente

El accidente se registró el 8 de octubre en la mañana (Foto: Cortesía)

Las primeras informaciones daban cuenta del vuelco de una camioneta, tipo pick-up, registrado a las 9:30 de la mañana de ese sábado, en la carretera que conduce de Trojes a la ciudad de Danlí, en el departamento de El Paraíso, en el oriente hondureño.

«En Trojes nos dijeron que lo mejor era tomar esas camionetas que nos llevarían a Danlí por 25 dólares, en un recorrido de unas cuatro horas. Aseguraban que allí se sacaba el salvoconducto sin tantos problemas. La capacidad de la unidad era para máximo 15 personas. Al final, la abordamos 21 pasajeros, algunos de pie. Eran unas montañas pantanosas. Cuando íbamos llegando a la parada de unos buses escolares, en donde haríamos trasbordo, sucedió el accidente».

El chofer perdió el control del vehículo, al parecer por una falla mecánica. De manera violenta volcó hacia una zona boscosa.

Mauro presentó fractura de pelvis. Roger, su hijo, entonces de 21 años, fractura de clavícula y dos heridas en la cabeza. Mientras que Damaris Corrales, de 45 años, diagnosticada con heridas superficiales. Jesús Antonio e Iván murieron instantáneamente.

«Menos mal que la muchacha con las tres niñas no tomó ese carro», suspira Mauro.

La repatriación

Además del dolor que implica la repentina muerte de sus seres queridos, para las familias de los migrantes del sur del Táchira que han fallecido en la ruta a Estados Unidos, un escollo inevitable y que agrega un ingrediente más a la tensión y al desasosiego, es la repatriación de los cadáveres.

En el caso de Jesús Antonio Báez Méndez e Iván Quintero Monsalve, este punto de la historia los mantuvo por unos días entre seguir luchando o tirar la toalla.

De hecho, un día después de la tragedia, a través de un video publicado por Diario La Nación, solicitaban el apoyo de las autoridades para agilizar este trámite. Sin duda, uno de los “huesos duros de roer” para las familias que atraviesan esta circunstancia.

Entre sollozos, exhortaban al gobierno venezolano, a la cancillería y la embajada en Honduras a apoyarlos, aduciendo que eran de bajos recursos.

Meses después de aquellos días amargos, Mauro agradece a la Organización Internacional de Migración y a la Cruz Roja Internacional por la ayuda ofrecida.

«En cuanto a la repatriación, asumimos el estatus de repatriación voluntaria. La cremación de mi hermano y de Antonio la llevó a cabo la Cruz Roja. Estamos muy agradecidos con ellos porque nos tomaron en cuenta y nos embarcaron en un avión de regreso».

Dando este vistazo atrás, Mauro le da gracias a Dios porque le dio otra oportunidad. Si bien a menudo lo asalta un sentimiento de derrota, de que no pudo lograr ese objetivo, pensar en sus cuatro hijos, sobre todo, en las dos pequeñas, lo fortalece para seguir adelante.

Se siguen yendo

En la zona sur del Táchira el sueño migrante sigue latente y creciendo. Gran cantidad de jóvenes asumen los riesgos y con sus maletas y mochilas cargadas de sueños se lanzan a la ruta.

Antes de emprender viaje, se dirigen a la Iglesia Católica de El Piñal en busca de la bendición del padre Jhonny Arias. Es un ritual que se ha convencionalizado por parte de los migrantes en la zona sur del Táchira, en medio de la despedida.

Mientras que el padre arroja bendiciones sobre ellos, sus familiares observan la escena desde la distancia, sin lograr detener una lágrima, sobre todo sus madres.

Los migrantes entonces –casi todos jóvenes- se santiguan y repiten «amén», con grandes expectativas, pero también con una gran dosis de incertidumbre y miedo carcomiéndoles por dentro, por lo que les pueda deparar el largo viaje.

De acuerdo con el párroco, al menos unas 400 personas le han pedido la bendición en estos meses de 2023.

«Cada semana se acerca, por lo menos, un grupo de personas de nuestro municipio a pedir la bendición de Dios, horas antes de iniciar la travesía. Se trata de jóvenes, con edades comprendidas entre los 20 y los 35 años de edad», detalla el joven representante de la iglesia en el municipio Fernández Feo.

La mayoría de ellos le explican que se van a Estados Unidos porque no ven otra alternativa ante la crisis económica. En un gran porcentaje tienen responsabilidades familiares.

También están aquellos que decidieron emigrar porque algún amigo se fue y le va bien y ellos esperan encontrar las mismas oportunidades a pesar del riesgo que implica la ruta.

«Me dicen que se van porque para ellos aquí ya no hay nada que hacer. Que el dinero no alcanza y no hay fuentes de trabajo. Tienen obligaciones familiares: comprar medicinas para los adultos mayores a su cargo. Además, indican que tienen hijos a que alimentar y darles estudio».

Un buen segmento de la población económicamente activa forma parte de este gran éxodo, que inicialmente migraba con destino a Colombia, Perú y Chile y que ahora sueña con establecerse en Estados Unidos o España, entre otros países europeos.

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