Un ejemplo de la mano invisible del mercado y de la división del trabajo en el Táchira
Diego Mendoza
La demanda de chocolate a nivel mundial superó para 2018 las 7.400 toneladas, según datos de la firma Euromonitor. En Venezuela, propiamente, la demanda estaría alrededor de las 35.000 toneladas métricas, según la productora de semielaborados de cacao venezolano, Civen Group. Lo que le convierte en uno de los dulces favoritos de la población.
Pero, ¿cuántas personas se han preguntado qué tan fácil es elaborar una barra de chocolate comercial, cuántas personas interactúan en el proceso y cómo se coordinan?
Adentrarse en el proceso de producción de una simple barra podría ayudar a ofrecer una pista a estas interrogantes y mostrar la complejidad de los procesos de mercado que se dan por millones diariamente y a todas horas.
La fábrica
Jorge Chacón y Sarith Serrano cargan los frutos del cacaotero para enviarlos a Camilo Restrepo. Entre la finca y la fábrica de chocolates “Trapiche Cacao” hay alrededor de 23 kilómetros de distancia. Ambas partes cooperan y se coordinan con cada requerimiento.
Trapiche Cacao funciona desde 2017 y está ubicada en el municipio San Cristóbal. Camilo Restrepo es dueño, fundador, y quien monitorea y ayuda a diario en la producción de los 100 kilos que de este bien sacan mensualmente.
La mano invisible
Restrepo recuerda cómo en sus inicios producía un chocolate a nivel más artesanal para ofrecerlo en su restaurante local, hasta pasar progresivamente a un sistema más complejo donde intervienen personas que no ha llegado a conocer pero que forman parte fundamental del proceso de elaboración:
“El chocolate nos ha llevado a tener amistades y conexiones muy importantes e interesantes dentro de este mundo, como los productores locales y de otros municipios, ampliando nuestras oportunidades de hacer negocios”.
El productor de cacao comentó que mantienen obreros fijos durante todo el año en su finca ubicada en el municipio García de Hevia, zona norte del Táchira. Estos trabajadores se encargan de realizar de manera permanente procesos de poda y cuidado de los cacaoteros. Y, “dependiendo de la cosecha se contratan más personas para el proceso de recolección de mazorca o maraca, como se llama a este fruto”.
Cuando la cosecha es menor a la que esperaban o está por debajo de la demanda que tienen para el momento, acude a la compra del fruto en fincas de terceros, ubicadas Vega de Aza o Macanillo, donde aplica el mismo sistema de recolección, es decir, la contratación de obreros particulares.
Pero, ¿qué conduce a estas personas a participar en el proceso, parte de las cuales Restrepo ni siquiera conoce, pero cuya cooperación es indispensable para el resultado final?
Valentina Gómez, economista egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, sostiene que esta cooperación que se genera se viene estudiando y explicando desde el siglo XVIII, y que obedece a la búsqueda de intereses particulares.
“Es por medio del interés personal que conseguimos el beneficio en conjunto. Ya lo explicó en su momento Adam Smith, e incluso, antes, el filósofo neerlandés Bernard Mandeville, quienes con acierto sugirieron esta idea”, dice la economista.
De tal manera que, si Jorge Chacón o Sarith Serrano, de la finca en Vega de Aza venden su cosecha cacaotera a Trapiche Cacao, no es por altruismo, sino porque consideran que a cambio pueden obtener un beneficio con el cual satisfacer de manera directa o indirecta unas necesidades.
Lo mismo aplica a los obreros que forman las cuadrillas de recolección, cuyo principal incentivo, supone Gómez, es el salario a cobrar, lo que también introduce la figura de los precios como uno de los factores determinantes del proceso, al transmitir información por medio de la cual se guía y regula toda la actividad.
Cadenas de producción y división del trabajo
Camilo Restrepo cuenta que la empresa actualmente tiene dos líneas de producción, una para el chocolate que será usado como ingrediente en repostería, y otra para el consumidor final al que le ofrecen bombonería, barras de chocolate con o sin azúcar, mantequilla de maní con chocolate, y sirope.
Para el desarrollo de sus quehaceres ha recibido apoyo financiero de su familia, por ejemplo, para poder importar de la India la máquina refinadora, la cual, dice, “es esencial para dar la textura y cremosidad al chocolate”.
Además, menciona que ha tenido asesoramiento por parte de varios profesores de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET) para el mejoramiento de los procesos y la calidad de las cosechas. Y que cuenta con una agencia a la cual contrató para el diseño de las envolturas y etiquetas, las cuales envía para su impresión a empresas que están tanto en la misma ciudad como fuera de la frontera nacional.
En otras palabras, en la confección del chocolate que vende ha involucrado a diferentes individuos de otras cadenas de producción o especializados en otras áreas.
La economista Valentina Gómez sostiene que, por sólo poner un ejemplo para mostrar la complejidad de la red que se forma, “si intentamos rastrear todas las interacciones que hicieron posible la construcción de la máquina refinadora que es indispensable en el proceso, nos damos cuenta que se necesitó acero, cobre, plástico, goma, entre otras piezas, así como maquinaria que posiblemente, a su vez, fueron compradas en otros países por la fábrica de la India”.
“Además, habría que agregar que cada una de esas personas que participan necesitan alimentos, vestido, casas, vehículos, herramientas, que son del mismo modo producto del trabajo de otras, cada una seguramente realizando una tarea puntual para la que se ha especializado dentro de esta cadena”, sostiene.
Parafraseando a la economista, la división del trabajo es la que, a su vez, hace posible que Restrepo no tenga que dedicarse él mismo a crear las máquinas que necesita, construir las herramientas que usan los obreros, aprender de marketing digital y diseño gráfico, hecho que haría enormemente costoso su emprendimiento.
Además, también resalta que esta interdependencia casi infinita que ha señalado, está compuesta por individuos que no se conocen, que pueden no compartir una cultura, idioma o religión, e incluso, no sentir simpatía si se llegan a tratar personalmente, pero que aún así, se encuentran cooperando de manera pacífica y coordinada.
“Es imposible crear este grado tan complejo de conexiones de manera deliberada, y es por ello que Friedrich Hayek, premio nobel de economía, nos habló del orden espontáneo”, concluye Gómez.