Carlos Orozco Carrero
La vieja Pulqueria está pasada de sangrepuerca por estos días. Ahora la agarró contra la flaca Priscila para reclamarle por la fiesta del viernes pasado. –Deja quieta a la muchacha, le dice Melquiades. -Esa es la moda hoy día, mujer. -Claro, a usted no le importa nada que la nieta ande mostrando las clavículas tarde de la noche. -Y ahora salen de la casa a medianoche para regresar aclarando el día. –Usted no diga nada, vieja. -Recuerde que mostrabas un poco más arriba de las piernas en los años 70 y muy bien que bailabas. –Cállese la jeta, que no estamos hablando de mí. Goza uno en casa de mis tíos, señores.
Celebraciones con los mejores amigos dentro de los acordes de la música más linda de todas. Extraordinaria presencia en Casa Bodegón para sentir los abrazos más sinceros también. Dios les pague, cariños.
Siguen los hablantes particulares de carne y hueso en sus redondeles de conversa nutriente del interés colectivo para crear nuevos términos en madeja activa para el idioma que nos permite una comunicación certera entre pares. Se van quedando “los nuevos usuarios” con sus sorprendentes términos de apantallamiento exclusivo en grupúsculos próximos a desaparecer. Epistema, pares categoriales, pre modernidad, post modernidad y ahora la untada narrativa son de utilidad trasnochada en función de marcar estilos en materia filosófica. Y es que las palabras nuestras de uso cotidiano son las que van acompañadas de abrazos y risas, cariños. Dentro de mi ignorancia de ordinaria alcurnia me quedo con Umberto Eco, cuando salió de la casita de Juan Félix Sánchez en El Tisure: “Hoy conocí la filosofía”.
El hombre invisible había logrado lo imposible. El espejo le ofreció la prueba de lo certero de su experimento al combinar ciertos átomos que no valen la pena describirlos aquí. Se pensó que aprovecharía su condición de invisibilidad para hacerse de riquezas y secretos de importancia mundial. No, este hombre se dedicó a burlarse de sus semejantes. Alimentó su risa con asustar a sus amigos. Les movía objetos en sus casas. Los vasos donde tenían sus bebidas espirituosas los reventaba contra el piso. Les metía gritos escalofriantes cuando se disponían a dormir. El hombre invisible vivió muchos años disfrutando de sus travesuras y riendo a mandíbula batiente hasta caerse de felicidad. Dicen que se había metido debajo de la lengua un huesito de gato negro azabache, acompañado de conjuros trasnochados en sereno paramero.
Pasó por el cerro El Bolón, trompicando la puntica de la Santa Cruz de la capilla. Dejó a su pasó una humareda blanca espesa lo que valió para que los tranquilos habitantes del pueblo hermoso asegurarán que era un avión que se había estrellado detrás de la enorme montaña, donde se cultivan el pan de sal y los fideos cabello de ángel. Una comisión organizada por un sargento destacado allí se empujó cerro arriba con la sana y piadosa intención de rescatar sobrevivientes. Jadeando llegaron a la cima y observaron que la estela de humo blanco se extendía por encima de los otros cerros hasta perderse por el cielo azul que lleva hasta los confines de llano. -Era un avión a propulsión a chorro, dijo un paisano que había prestado servicio militar en Maracay. En cada esquina una historia.
…Me prometió darme su tierno amor, araguaney, cuando broten tus flores. Por eso espero con vivas emociones que luzcas pronto tu nueva floración… Araguaney.
Freddy Salcedo, Dios te reciba en su Santo Cielo.