Julieta Cantos
Desde muy joven escuché… y observé, que existen indicadores fundamentales para poder determinar la independencia, relativa a la toma de decisiones en los países. Entre muchos otros, hoy hablaré del lenguaje y la tecnología.
Cuando dominas tu lenguaje materno, eso no solo implica el poder vincularte de manera directa con tus coterráneos para lograr un mejor intercambio y entendimiento, sino que incluye toda la tradición oral, hábitos, costumbres, gestos, historia contenida, en eso que nos constituye como Pueblo, como Nación y nos da sentido de pertenencia. Es la visión de la vida, con la singularidad de los acervos regionales que lo particularizan. De allí la importancia del conocimiento de nuestro idioma de manera profunda. Pero también la importancia del conocimiento del manejo del idioma del otro para poder entender, negociar, intuir, las expresiones, los acuerdos y otros, sin detrimento del nuestro. En un mundo multipolar esto es necesario y fundamental. Debemos reforzarnos desde adentro con una visión integrada con la región, el continente y el mundo que nos rodea. Lo mismo pasa con la tecnología. Hay que acercarnos a ella, hay que aprender a usarla, aplicarla, entenderla, analizarla pero sobre todo desarrollarla. Se debe aprender para generar en base a nuestras propias necesidades la tecnología que requiramos, pero además debemos verla como “una sola cultura”, que es lo que William H. Davenport, desarrolló desde los 70: la formación de tecnólogos humanistas.
En 1976, Carlos Andrés Pérez, como presidente de Venezuela, decretó la nacionalización de la industria petrolera. Fue un gran salto, con una gran tranca para el país. Recibimos una industria con equipos y tecnología, cuyas inversiones, para su actualización y mantenimiento, por parte de las empresas extranjeras, habían venido disminuyendo, desde los 60 –año de la creación de la OPEP-, resarciéndolos, debido a la nacionalización, con el pago por esos equipos y tecnologías, que fueron quedando desfasados respecto al avance de las nuevas tecnologías globales. Siendo que ya las empresas no estaban obligadas a invertir nos vuelven a vender paquetes actualizados, invirtiendo el Estado, las regalías recibidas, en la compra de esos paquetes y no en la generación de ellos, profundizando más nuestra dependencia tecnológica.
Desde entonces han pasado casi 50 años. El presidente Chávez, en su momento, hizo la revisión de esas concesiones y tecnologías, desencadenando una serie de eventos. No obstante, ni en tiempos de Carlos Andrés ni en tiempos de Chávez logramos desarrollar una tecnología propia, que nos generara, dentro de la industria petrolera, verdadera independencia, es decir, hemos sido compradores de paquetes… Pero resulta que a finales del 2024 el presidente Maduro inauguró la Universidad de las Ciencias “Dr. Humberto Fernández Morán”, en los altos de Pipe. Que la haya nombrado así, me emocionó. Humberto Fernández Morán fue un importante científico venezolano, maracucho, conocido por la invención del bisturí de diamante y por ser pionero en la microscopia electrónica, revolucionando la medicina, especialmente la cirugía ocular. Fundó y dirigió el IVIC, nuestro Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas… De esto seguiremos hablando la próxima semana, y enlazaré con el título: “Venezuela, educación y cambios”.