Regional

El pereginar hacia La Grita

11 de agosto de 2025

A pesar de que la talla original no se encontraba en el Santuario Diocesano, miles de feligreses asistieron a la celebración de la santa eucaristía en el Santuario a la entrada de La Grita

La Grita, cada 6 de agosto vive una manifestación de fe que trasciende fronteras y une a miles de creyentes. La festividad del Santo Cristo de La Grita, patrono venerado con profunda devoción, convoca a peregrinos no solo de distintos estados venezolanos, sino también de Colombia, quienes emprenden un largo y desafiante recorrido hasta el Santuario Diocesano y la basílica del Espíritu Santo.

A las cinco de la mañana de ese miércoles, cuando el frío aún calaba los huesos, por la carretera Trasandina muchos peregrinos caminaban, rumbo a los 415 años del Cristo del Rostro Sereno.

En la vía de Cordero, mientras aún el sol no se asomaba, apareció una camioneta de la Diócesis de San Cristóbal, escoltada por dos motocicletas de Protección Civil, que sin duda se dirigía a la ciudad de La Grita. De inmediato el aire comenzó a impregnarse de una energía distinta, una mezcla de fe y nostalgia que se podía palpar en cada suspiro.

Era como si el tiempo se detuviera y el alma se preparase para recibir con fervor esta fecha tan esperada: el día del Santo Cristo. La emoción latente en el ambiente anunciaba que la tradición volvía a acercarse a nuestros corazones, renovando la esperanza y la devoción que cada año se vive con intensidad.

A medida que el camino avanzaba se observaban derrumbes de tierra y rocas en las vías que hicieron más arduo el paso, poniendo a prueba la voluntad y entrega de quienes caminan por la fe.

En muchas casas, a los lados de la carretera, había altares improvisados con la imagen del Santo Cristo, adornados con globos rojos y blancos. Muchos residentes aprovechan para colocar comida y agua para cualquier peregrino que pase por allí. Estos puntos no solo embellecen la ruta, sino que representan momentos para la oración en medio del camino.

Durante el trayecto, para garantizar la seguridad de los peregrinos, en algunos puntos como Mesa de Aura, Páramo El Zumbador, El Cobre y la entrada de Angostura, ya muy cerca de La Grita, hubo varios puestos de atención prehospitalaria de Protección Civil.

La tierra de la fe

Al ingresar a La Grita, alrededor de las 8 de la mañana, el ambiente era sereno y las autoridades controlaban el paso peatonal y vehicular para todos quienes se dirigían al Santuario Diocesano, donde se aprecian montañas y hermosos paisajes.

Allí, entre cantos y oraciones, se elevan peticiones de salud, prosperidad y paz; también agradecimientos por favores concedidos durante el año. La devoción al Santo Cristo de La Grita no solo es un ritual religioso, sino una expresión viva del alma tachirense que se renueva cada agosto con esperanza y fervor.

Carpas instaladas por los peregrinos ofrecían descanso y refugio, sillas dispuestas para los asistentes, arreglos florales, una tarima decorada con miles de globos que formaban el rostro del Santo Cristo, junto a la réplica del Rostro Sereno daban un espectáculo visual a los asistentes.

A medida que las horas pasaban, también aumentaba la cantidad de peregrinos y fieles. De un flujo constante y disperso a primeras horas, se pasó a una verdadera multitud que colmó los espacios cercanos al Santuario. Para las 10 de la mañana, momento previsto para la celebración de la misa pontifical, el ambiente estaba lleno de expectación.

La misa comenzó con cantos llenos de fervor, elevando los corazones hacia Dios en un ambiente de profunda devoción católica. Entre la multitud y el eco de las voces que entonaban himnos sagrados, hizo su entrada por el centro del Santuario el obispo de la Diócesis de San Cristóbal, monseñor Lisandro Rivas, acompañado por los presbíteros de las parroquias eclesiásticas del municipio Jáuregui. Juntos precedieron la celebración eucarística, uniendo sus voces y oraciones en un acto de comunión y fe que resonó con fuerza en cada rincón del lugar.

Durante la homilía, el Obispo destacó la figura del obispo emérito Mario del Valle Moronta, quien ha fallecido recientemente y que durante 25 años sirvió con dedicación y humildad al estado Táchira.

Recordó su labor incansable, caracterizada por una profunda empatía hacia la comunidad y un apego constante a la palabra de Dios. Durante un minuto de silencio su legado fue resaltado como un ejemplo vivo de entrega religiosa y compromiso pastoral. Entre la multitud se lograba observar a algunos feligreses conmovidos y llorando por este acto de homenaje.

La misa transcurrió en un ambiente armonioso, donde el respeto y la devoción fueron palpables en cada momento. Los cantos litúrgicos, las oraciones y la participación activa de los presentes contribuyeron a que esta celebración se convirtiera en un homenaje digno no solo para el Santo Cristo de La Grita sino también para monseñor Mario Moronta.

Uno de los momentos más emotivos de la eucarística fue la juramentación de la nueva Fraternidad del Santo Cristo de La Grita, en el que 32 miembros de la fraternidad se comprometieron públicamente a promover la devoción y a servir en las actividades pastorales del Santuario. A muchos de ellos se les vio emocionados, sonrientes y nostálgicos al pasar frente al obispo de la Diócesis de San Cristóbal.

De esta manera, la santa eucarística en el Santuario del Santo Cristo de La Grita concluyó con la bendición de miles de fieles congregados, quienes participaron con gran devoción en esta histórica jornada, que sería la primera celebración eucarística de Monseñor Rivas en el Santuario Diocesano en honor al Rostro Sereno.

Terminada la misa, numerosos peregrinos decidieron prolongar su estancia en el santuario. Muchos aprovecharon para compartir un almuerzo fraterno en los alrededores, mientras otros esperaban con entusiasmo el inicio de la peregrinación que partiría a las dos de la tarde hacia la Basílica del Espíritu Santo, donde se resguarda la talla original del Santo Cristo.

No todos optaron por continuar el recorrido. Un buen número de peregrinos decidió regresar a sus hogares después de vivir intensamente la misa y el ambiente festivo que rodeó la jornada. Así, entre quienes permanecieron y quienes partieron, quedó claro que este día representa una experiencia personal y comunitaria muy significativa para cada participante, que sin duda espera nuevamente la llegada del próximo agosto para vivir tan emocionante aventura con devoción y fe. (Andrea Guerrero/Pasante ULA)

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