Cosas del Mundo

¡Miente, miente, que algo queda!

20 de abril de 2022

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Desde que el hombre es hombre, siempre ha querido maquillar su conducta con alguna mentira para disimular sus incapacidades o para cautivar a quien dirige su mensaje.

Todo parece que la bendita mentira se nos viene como estigma desde la aparición de Adán y Eva, cuando ella engaña a su consorte y lo induce a comer del fruto prohibido, por el cual se les castigó con el pecado original.

Pero si hubo alguien que aplicó el engaño para manipular a sus dirigidos, es un personaje siniestro llamado Joseph Goebbels, quien desde el ministerio de Propaganda del Tercer Reich impuso una política llena de falacias para sostener el régimen nazi y acuñar la terrible frase: “Una mentira repetida mil veces, se convierte en realidad”.

Goebbels era líder en Berlín, Alemania, donde nació y se convirtió en uno de los más grandes acólitos del tristemente célebre Adolf Hitler, a quien sirvió como ministro de Propaganda hasta el ocaso del régimen nacional socialista, acaecido en 1945.

La Alemania nazi empezó una cruzada contra toda idea distinta al nacionalsocialismo, por lo que se ordenó la incineración de cualquier libro que no apoyara su doctrina.

Era un orador furibundo, cruel y virulento, antisemita por definición y uno de los que más abogó por la discriminación racial y por la aplicación del holocausto contra la raza judía. Su miserable política y fanatismo sin límites lo llevaron al suicidio, el 1 de mayo de 1945, luego de haber sido nombrado canciller por el dictador Hitler, y al ver que estaba todo perdido, envenenó a sus seis menores hijos con cianuro y arrastró también a la muerte a su esposa Magda.

Abogó durante los últimos dos años de ejercicio en su ministerio por la aplicación de una guerra total contra los semitas, que fueron sacrificados en los campos de concentración, en donde murieron envenenados por el gas, fusilados o desaparecidos por inanición; en total, más de seis millones de personas.

Este criminal de guerra no era muy atractivo físicamente, pues cojeaba al andar, medía un metro y sesenta y cinco de estatura, y odiaba todo lo que tenía que ver con los judíos, practicando un adoctrinamiento informativo que ya forma parte de la antología de la mentira mundial.

Cumplía una serie de reglas para el desarrollo de su nefasto ministerio, como la búsqueda en la simplificación del enemigo único, individualizando al adversario en una sola categoría o persona.

Aplicó el principio de la transposición con el destino de cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque, tratando en lo imposible de negar las malas noticias e inventar otras para que las distraigan.

El método de la exageración y desfiguración y la conversión de cualquier nimiedad en una amenaza grave, formaban parte de su arsenal informativo y señalaba que “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

“Si una mentira se repite mil veces, acaba por convertirse en verdad. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto, sin fisuras ni dudas”, decía su decálogo de acción.

Y agregaba el principio de renovación para emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos, a un ritmo tal que cuando el adversario responda, el público ya esté interesado en otra cosa, lo que reflejaría que las respuestas del enemigo nunca puedan contrarrestar el nivel creciente de las acusaciones.

Sostenía que había que construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de información fragmentada, con el propósito de acallar las cuestiones sobre las que no se tienen premisas y disimular las noticias que favorecen al contrincante, también contraprogramando con la ayuda de los medios de comunicación afines.

Señalaba que, por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. “Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas”, para subrayar el Principio de la Unanimidad: “Llegar a convencer a mucha gente que se piensa como todo el mundo, creando una falsa impresión de monolítica unidad”.

Joseph Goebbels terminó su infeliz existencia arrinconado por las fuerzas aliadas en un búnker subterráneo de Berlín, al que llegó a refugiarse con su familia el 22 de abril de 1945, en donde el tirano nazi Adolf Hitler lo invistió como canciller el 30 de ese mismo mes. Al día siguiente, el que fuera ministro de Propaganda del régimen decidió acabar de un balazo en la sien con su vida.

La mentira, las fake news y la verdad

 El “miente, miente, que algo queda”, se patentiza en la mentira, castigada por todos los pueblos, todas las leyes y todas las religiones, en donde se penaliza a quien quiera embadurnar un hecho de acuerdo a su conveniencia y hasta en detrimento de quien pueda salir afectado. Ejemplos tenemos en el decálogo de mandamientos cristianos y en disposiciones de las más antiguas civilizaciones y hasta en los grupos tribales.

Una mentira es una declaración por alguien que sabe, cree o sospecha que es falsa, en todo o en parte, lo que afirma como veraz, esperando que los oyentes le crean, de forma que se oculte la realidad o la verdad, tanto en forma parcial como de manera total.

Como Pinocho, la mentira se simboliza con el crecimiento de la nariz, por más que esta se pretenda disimular.

En este ejercicio inmundo, la política va por delante, de cuyas mentiras muchos quieren hacer un poema, mientras otros convierten la misma en una lepra de necedades.

Sumémosle lo que está en boga hoy en día a través de las redes sociales, infladas por la tecnología universal y que convierten a cada quien en el pervertido de la comunicación al inflar imaginaciones, torpedear realidades o manifestar sus propios puntos de vista.

De allí emerge lo que en estos momentos se conoce como fake news, que simplemente es un contenido periodístico diferenciado a través de portales de Internet, de la prensa, la radio o la televisión, interesados en desvirtuar los hechos y que tienen como objetivo la desinformación, la divulgación de noticias falsas que provocan un peligroso círculo de dudas e inquietudes en el receptor.

Estas fake news se diseñan y emiten con la intención deliberada de engañar, inducir a error o manipular las decisiones personales, desprestigiar o enaltecer una institución, entidad o persona, con el propósito de obtener ganancias económicas o réditos políticos, al presentar hechos falsos como si fueran reales.

Hoy este tipo de práctica es una preocupación global por la alta tecnología que existe en la difusión de estos mensajes distorsionados que revolotean para estremecer la información, basados en el cinismo, el contenido engañoso, la maldad del impostor, con el único objetivo de manipular a favor de sus intereses, inventando diabólicas situaciones que tanto dañan al prestigio personal y público, con la invención de situaciones que son extraídas de mentalidades enfermas o aviesas que inundan actualmente las comunicaciones.

La verdad

Pero ante tanta inundación de informaciones no verificadas, se encuentra la verdad, como espada de batalla del periodismo honrado, escudo de las naciones democráticas y organizadas con sus buenos ciudadanos.

La verdad abarca, asimismo, la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general; el acuerdo de los conocimientos con las cosas que se afirman como realidades, los hechos o la cosa en particular.

La verdad es la coincidencia entre una afirmación y lo que ocurre y lo que vemos a lo que dicha afirmación se refiere o la fidelidad de una idea, y que se ha convertido en la indestructible arma del periodista honesto, con vocación y dedicado al servicio público, para ponerlos en cuenta de lo que acontece a su alrededor.

Lamentablemente, cada quien defiende su verdad, y en caso de conflictos entre naciones, no solo se esgrime de bando y bando, sino que se llega a mancillarla para poder influir en la opinión pública.

Mentes inteligentes, pero podridas por sus ambiciones insatisfechas, como es el caso del emblemático Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda de la Alemania nazi, y que reptan por el mundo, hacen que este mundo permanezca en medio del crecimiento de la duda y hasta en la desesperación por el manejo del conocimiento, la manipulación de los apoyos para el logro de objetivos que, en su mayoría, no son de provecho para el hombre común y corriente.

Un ejemplo palpable de ello fueron las comunicaciones surgidas de las dos grandes guerras del siglo pasado, y de la guerra actual por la invasión de Rusia a Ucrania, en donde los agresores pretenden hacer ver que ellos son los débiles, mientras que el agredido lanza desesperados gritos de auxilio a una comunidad internacional formada precisamente por los valores democráticos de Occidente.

Víctor Matos

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