En la frontera es común ver a ciudadanos de la tercera edad cruzando el puente internacional Simón Bolívar con costales cargados de plástico u otro material reciclable, para venderlos en La Parada, en Villa del Rosario.
Julio, de 65 años, es uno de ellos. El reciclaje lo usa como una opción para llevar algunos alimentos a su casa. «La pensión no alcanza para nada. Cada día es menor su valor», aseguró mientras conducía su carretilla con el plástico recogido.
La búsqueda del material es agotadora. «Son varios días que uno invierte en caminar por San Antonio, tocar en varios hogares, para ir acumulando una cantidad considerable y así ir a La Parada a venderlo», recalcó.
Julio reconoció que, al igual que él, hay varios adultos mayores haciendo lo mismo. Recordó el caso de otro hombre, ya septuagenario, que con una mano se ayuda con su bastón y con la otra va halando el vehículo en el que organiza el plástico.
«Uno busca de todo. También la chatarra sirve y las latas de refresco», prosiguió al lamentar que una persona de su edad no pueda estar en su casa descansando y cubriendo sus necesidades con lo que le llega de pensión.
«Al inicio cuesta adaptarse al oficio, sobre todo por el trajinar», señaló quien vive con su pareja en San Antonio del Táchira. «Mis hijos poco nos pueden aportar ya que tienen los gastos en sus hogares. Uno entiende», enfatizó.
El sexagenario suele atravesar dos veces a la semana el tramo binacional para vender lo reciclado. Lleva tres años en este «rebusque». «Mientras haya salud, seguiré haciéndolo», aseveró.
Jonathan Maldonado