Frontera

EDICIÓN FRONTERA | Alquileres: un negocio beneficiado con la crisis

28 de octubre de 2019

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Todas las habitaciones, ya sean en casas, locales u hoteles, se cobran en pesos. Lo único que cambia es el monto, pues a mayor comodidad, mayor es el costo

EL DATO:

Una vez el ciudadano arriba al terminal de San Antonio, puede conseguir dos hoteles muy cercanos al puerto terrestre.

DE INTERÉS:

La mayoría de casas y locales acondicionados para el alquiler, se encuentran en el casco central del municipio Bolívar.


Por Jonathan Maldonado

En la ciudad fronteriza de San Antonio del Táchira hay aproximadamente 18 hoteles. La mayoría se mantiene copado como consecuencia de los miles de venezolanos que visitan a diario esta zona, para cruzar a Colombia. Muchos de ellos, con el propósito de aprovechar el viaje, se quedan dos, máximo tres días, para completar sus diligencias.

A la par, están quienes viajan a la frontera y se establecen en el territorio, huyendo de la crisis que azota a Venezuela. Ven en este punto del mapa una “oportunidad” por la cercanía con Colombia. Ya, según cifras de la alcaldía, el municipio Bolívar cuenta con más de 47.000 nuevos residentes, motivando a sus habitantes a transformar algunas casas o locales en espacios para el alquiler.

De este modo, quienes arriban a la otrora frontera más viva de Latinoamérica, se topan con diversas opciones para escoger. Hay de todo: desde pasar la noche en una colchoneta en un local donde fácilmente pueden dormir entre 10 a 20 personas, o conciliar el sueño en la comodidad de una habitación de uno de tantos hoteles. No escapa quien por estar escaso de dinero, acude a la frialdad del concreto, mientras consigue reponer su bolsillo con algún trabajo informal.

Solo en el casco central de San Antonio, se llegaron a contar 15 puntos de alquileres de espacios para dormir, entre casas y locales. Algunos tienen sus avisos en las paredes como gancho para aquellos que llegan algo perdidos.  Los precios varían, de acuerdo con el confort que haya, mas no el tipo de moneda, ya que en la frontera venezolana todo es en pesos, y de no tenerlos, los “verdes” también son bienvenidos.

“Hora de cierre de la reja, 10:00 p.m.”, se lee en una cartulina, ubicada en el zaguán de una casa acondicionada para alquileres, que está situada en el barrio Lagunitas. Más abajo, sigue otra frase: “mantener la reja cerrada, por favor”. Una tercera instrucción deja claro que hay normas de convivencia: “entrada solo inquilinos, visita, afuera”.

Esta misma vivienda, al entrar, tiene un enorme tanque azul en su sala, que evidencia las penurias que hay en el municipio con respecto al agua; situación que obliga a los encargados del negocio a buscar alternativas que permitan ofrecerle a los clientes tan vital servicio.

Ocupación hotelera se ubica en un 90%

 Indover Sayago, vicepresidente de la Cámara de Comercio de San Antonio del Táchira, acotó que la ocupación hotelera se ha mantenido en los últimos meses en un 90%; sin embargo, precisó que la escasez de gasolina, ha golpeado al sector en los últimos días, siendo el único que no ha languidecido en una zona donde el comercio y la industria están paralizados casi en su totalidad.

Indover Sayago. (Foto/Jonathan Maldonado)

“San Antonio es un puente obligatorio, ya que la mayoría de venezolanos que vienen de otros estados del país, en primer lugar,  lo hace para cobrar las remesas que tantos venezolanos envían a Colombia, y que dan la facilidad para que muchos adquieran sus alimentos, medicinas y repuestos”,  recalcó Sayago.

Aunque no hay cifras concretas, Sayago aseguró que ha aumentado significativamente el negocio de familias que acondicionan sus casas para brindar hospedaje a personas que vienen del centro del país, y así conseguir una entrada en pesos. “Es lo único que está dando, pues lo demás está ruinoso a causa del sistema económico”.

Los hoteles en la frontera, precisó, ofrecen habitaciones cómodas y a precios que no sobrepasan, en su mayoría, los 30.000 pesos; lo cual, en comparación con el mercado colombiano, es mucho más económico. Allá, “una habitación puede costar hasta 80.000 pesos.  En este caso, la gente se ahorra un dinero que puede invertir en otra cosa”, puntualizó.

Dejó claro que las cifras no son iguales en Ureña, pues en esta zona fronteriza no arriba el mismo número de ciudadanos. “La ocupación hotelera en esta ciudad ronda el 40 %. Ya para diciembre se espera que aumente considerablemente”,  dijo.

“Muchos estamos en la misma situación”

La parte de la herencia de la casa materna, el profesor jubilado, Carlos Alexander Hernández, la transformó en una zona apta para el hospedaje de ciudadanos que llegan del centro del país. La estructura está cerca de la avenida Venezuela, punto que la hace más atractiva para los huéspedes. “Los trabajos para el acondicionamiento, tardaron año y medio. Los hice poco a poco, pues ameritaban buena inversión”, señaló.

Carlos Alexander Hernández. (Foto/Jonathan Maldonado)

-Una vez finalizada la remodelación, comencé a alquilar las habitaciones, ya sea diario, semanal, quincenal o mensual- indicó el profesor, quien establece ciertos criterios al momento de arrendar-. Hay mucha gente que migra internamente hacia estas zonas, en busca de nuevos horizontes. La idea es brindarle el servicio a quien muestre responsabilidad y cuidado.

Hernández nunca imaginó palpar un escenario en el que su sueldo y pensión no le alcanza para vivir dignamente. Rememoró aquellos años, en la llamada cuarta república, en donde los profesores luchaban por remuneraciones que valían la pena. “Había protestas o paros y, al final, se establecían conversaciones con los gobiernos de turno, que llevaban a mejoras”, dijo.

-El docente vivía bien, se vestía bien y llevaba el pan a su hogar sin ningún problema. Incluso, podíamos irnos de viaje en algunas ocasiones- señaló como si tratara de desempolvar imágenes que permanecen en su memoria y que revelan un pasado no muy lejano, donde la vida no era tan cuesta arriba y las metas se materializaban sin tantos obstáculos.

La casa, con tres habitaciones y dos baños, le garantiza al profesional de la educación obtener ingresos en pesos. “Una noche se puede cobrar 10.000 pesos. No pretendemos competir con un hotel, pero sí hay ciertas comodidades: su cama, ventilador, agua potable”,  enumeró, para luego aclarar: “En un día puedo hacer lo que gano mensualmente como profesor jubilado”.


Un negocio familiar

Carlos Nieto, de 25 años, inició hace nueve meses, junto a sus padres y hermanos, el negocio de los alquileres de habitaciones. La estructura ya estaba, solo la acondicionaron para poder albergar a parejas o pequeñas familias que vienen de otras regiones del país, escapando de la debacle económica y social.

Nieto Carlos. (Foto/Jonathan Maldonado)

“Poco a poco se ha ido arreglando, acondicionando, para que los que habiten allí se vayan sintiendo más cómodos”, explicó el joven, quien en la planta baja de su edificio, maneja una pizzería. “Llevo 6 años con ella. Lo que pasa es que antes la tenía en San Cristóbal, donde he vivido casi todos mis años, pese a que nací aquí. En San Antonio, el punto de comida lleva ocho meses”, refirió.

De las cuatro habitaciones que poseen, tres están habitadas. Su familia estableció el sistema de cobro semanal. El monto, añadió, son 55.000 pesos. “Lo hacemos de esta forma porque hay gente que se quiere aprovechar y se va a la ley con el fin de que no le pidan la habitación”, sentenció al tiempo que subrayó: “los inquilinos pueden lavar, hacer sus cosas. No hay restricciones”.

-No tenemos problemas cuando las parejas llegan con sus niños. Se habla con el responsable de la familia y ahí uno ve con quién va a negociar; si es responsable, si va a responder- enfatizó Nieto con la certeza de que su negocio seguirá creciendo-. Estamos construyendo otras tres habitaciones, con las mismas comodidades.

La mayoría de los residentes, apuntó el joven, son del centro del país. “Ahorita tenemos a un inquilino que llegó de Bogotá, y mientras realiza un papeleo, ocupa una de las habitaciones. En otro cuarto está una pareja con sus dos niños y en otro, un señor”,  especificó el chef internacional.


40 años de tradición

El hotel Terepaima lleva cuatro décadas en el municipio Bolívar. Desde que arrancó y hasta la fecha, se ha caracterizado por ser un negocio de familia y dirigido a esa misa institución. “Para nadie es un secreto que nos hemos beneficiado del tránsito masivo que pasa por la frontera”, soltó Gustavo Chacón, uno de los encargados de las instalaciones.

El hotel Terepaima, uno de los más antiguos. (Foto/Jonathan Maldonado)

Chacón indicó que el hotel cuenta con 15 habitaciones, con capacidad para más de 30 personas. “Es una estructura familiar y está distribuida por habitaciones matrimoniales, habitaciones de dos camas, habitaciones matrimoniales con cama adicional y habitaciones familiares”.

En este sentido, dejó claro que una habitación de dos camas puede costar 20.000 pesos la noche, mientras que la de tres camas, 30.000, y la familiar sale en 50.000. “Acá siempre nos hemos caracterizado por la calidad y buenos precios”, resaltó. Aclaró que por ser un negocio familiar, todos se benefician, tanto los que viven en la ciudad como los que están afuera.

-Nos hemos visto en la necesidad imperiosa de cobrar en pesos, ya que nuestra moneda ha sido muy golpeada, y la realidad es que muchas personas ni la quieren ver – dijo Chacón mientras recordaba que otros hoteles cobran es en dólares o euros-. Aquí aceptamos las dos monedas: bolívares y pesos.

Lamentó que existan muchas casas o negocios para el alquiler, sin cumplir con las normas establecidas para una posada u hotel.  Sin embargo, arguyó, hay lugares para todos los gustos y bolsillos.

“Se alquilan habitaciones por noche”

La fachada de la casa para alquileres que administra Henry Vargas, oriundo de Falcón, tiene una cartulina verde pegada en la pared, que reza: “Se alquilan habitaciones por noche”. Pese al mensaje, el encargado explicó que la persona que pague, igual puede pasar el día allí, sin ningún tipo de inconvenientes.

Una noche, según Vargas, cuesta 4.000 pesos. “Los inquilinos, que en su mayoría son personas del centro del país, que vienen a trabajar a la frontera, deben traer sus colchonetas y cocina eléctrica, por si acaso desean cocinar. Nosotros le aportamos el agua y la electricidad (cuando hay)”, destacó.

En la casa ha llegado a tener 25 personas. En la actualidad, tiene a 17. “Algunos ya poseen siete meses viviendo aquí, otros cinco y tres meses, y los que apenas están comenzando. Algunos llegan con sus niños y, dependiendo de la edad, se determina si deben pagar un poco más o no. A veces el aumento es de 1.000 o 2.000 pesos”.

-Hay que tener cuidado a quién se le arrienda, saber a quién se le va a dar el espacio. Uno habla con ellos y se le explica cuáles son las condiciones- aseguró, quien, al final, termina haciendo una especie de análisis psicológico-. La casa lleva nueve meses alquilándose de esta manera y, desde que empezó, he estado a cargo.

Vargas, con dos años en la frontera, espera seguir en este negocio, del cual logra obtener un sueldo en pesos que le permite cubrir sus gastos.

 

 

 

 

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