Frontera

EDICIÓN FRONTERA | Emprendimiento en pesos: perros calientes en cada esquina

30 de agosto de 2019

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Por Gregory Montilla

EL DATO

De mil pesos en adelante se encuentran los hot dog tachirenses.

DE INTERÉS

La inversión aproximada es  de 250 mil pesos, en la adquisición de la materia prima del negocio: salsa de tomate, mostaza, papas, salchichas y vasos para servir la bebida, entre otras cosas que no deben faltar en la lista al momento de realizar un nuevo inventario.


El olor cautiva muchas calles. Las aceras se encuentran ocupadas por familias, jóvenes y personas que se detienen a degustar, entre risas y prisas, un delicioso perrito caliente, ese famoso pan que va acompañado de una salchicha tipo “Frankfurt”, papas, distintas salsas y, por supuesto, un buen refresco.

La venta de perros calientes aumentó en esta zona de la ciudad sancristobalense, así como en diversas áreas de la capital tachirense, y uno de los motivos de su proliferación es el bajo costo de los insumos necesarios y los buenos números que deja como ganancia este afamado negocio.

De 1.000 pesos en adelante se consiguen los perros calientes (Foto: Tulia Buriticá).

En Pueblo Nuevo, en la parte alta de San Cristóbal, el día para Carlos Orejarena inicia con el deseo de vender los famosos “hot dogs”, desde tempranas horas de la tarde, así llueva o falle el servicio eléctrico, se dispone a trabajar y generar ingresos para su negocio, un puesto de comida rápida que abrió en febrero del presente año y que, desde entonces, no deja de crecer.

¡Un perrito, por favor!

Acompañado por Yeferson Gámez, un joven de 18 años de edad, de gran estatura y contextura delgada,  quien dentro del pequeño local que alquiló por 120 mil pesos mensuales, no para de preparar lo que le soliciten los clientes que desean con ansias disfrutar de su “perrito”.

“¿Con todo?”, es una de las frases típicas que podemos escuchar por parte de Orejarena, preguntándole a su clientela por la preparación del pan. La respuesta de uno de los presentes fue tajante y, a su vez generó risas, “lo quiero con todo, no sea pichirre”. Es normal escuchar estas reacciones, un perrito caliente no es suficiente para el apetito feroz de los que ocupan las afueras del local, porque pedir uno solo no te saciará por completo.

La música y los asientos, que se encuentran a las afueras, hacen del espacio un lugar agradable, a pesar de estar ubicado en una esquina, en donde solían reunirse los vecinos del barrio para pasar el rato. “Ahora se acercan a esta esquina porque se ven tentados a comprar un perrito caliente, y no los culpo”, comenta con una sonrisa el emprendedor.

Las nubes se hacían presentes en el cielo de la ciudad cordial, avizorando un diluvio. Gámez atiende un pedido y recuerda cómo fueron los inicios al lado de su tío, angustiado para aquel entonces por el crecimiento de su pequeña inversión. El primer mes quizá no fue el mejor, en ocasiones solo llegaron a vender 10 perritos, días tan grises como el cielo en épocas de lluvia, pero menciona que es normal en este negocio tener inicios complicados y considera que la constancia es la clave para todo crecimiento.

Gámez observa a su tío mientras se acercaba a la vaporera en donde calientan el pan y las salchichas, y le pide que tenga cuidado, es allí donde trae a colación una anécdota vivida en el local, en donde ese pequeño carrito que utilizan para mantener a temperatura los ingredientes, les hizo una mala jugada.

―La vaporera se apagó y mi tío con la intención de solventar el inconveniente, quiso encender de nuevo la máquina, pero no se percató que el agua estaba hirviendo y, por descuidarse, esta cayó en su brazo izquierdo, generándole una quemadura de segundo grado, comenta Gámez.

“No juegues con fuego, porque te puedes quemar”, menciona Orejarena rápidamente, quien no olvida esta experiencia, pero la toma como aprendizaje, para una próxima ocasión. Es la primera vez que incursionaba en este negocio y no sabía manipular del todo el carrito -comentaba respecto a su error-.

La mayoría paga en pesos

La tarde avanza y con una pequeña llovizna, clientes van y vienen, la mayoría dispuestos a pagar el total de su compra en pesos, a pesar de que el local cuenta con un punto de venta. Orejarena dice que la mayoría prefiere pagar en moneda colombiana, porque se les hace más fácil.

Los días malos no existen desde hace tiempo, la ubicación del pequeño local, a pesar de estar rodeado de pizzerías, venta de pasteles, helados y de tener a otros puestos de comida rápida cerca de ellos, no impide que su ingreso en un día “flojo” ronde los 100 mil a 150 mil pesos.

Los perros valen dos mil pesos, pero si las personas desean cancelar en moneda local, su valor pasa a ser de siete mil bolívares –depende del tipo de cambio bolívar-peso colombiano-, el equivalente a un kilo de azúcar actualmente, es decir, intentan adecuarse a la tasa de cambio que esté vigente en el transcurso del día.

“¡Dame un buen perro caliente, pero bien cargado!”, le dice un señor de cabello blanco, parecido a un copo de nieve, con aparente grado de embriaguez, dirigiéndose al despachador  y su sobrino Gámez, quienes amablemente lo atienden, pero le advierten que debe pagar primero. No es la primera ocasión que llega alguien pasado de tragos, pero en algunas oportunidades se van sin cancelar los perros calientes, comenta Gámez entre dientes.

― Aquí llegan distintos tipos de clientes, pero algunos quieren irse sin pagar y en ocasiones lo logran, por nuestra distracción. Llegan personas que comentan su situación, la mayoría prefiere gastar dinero, porque no tienen gas o ven que dos mil pesos por un perrito caliente con refresco no es una mala idea -expresa Orejarena-.


Negocios en expansión

La expansión en las ventas de comida rápida puede atribuirse a diversos factores, como el crecimiento y la accesibilidad a la compra de productos e insumos alimenticios en el vecino país, porque cada vez que toca reponer el inventario, los precios en Cúcuta no varían.

En Venezuela, todos los rubros de la canasta alimentaria aumentaron de precio, así lo reflejan los datos recogidos por el Cendas en abril de 2019, en donde los rubros que suelen utilizar Orejarena y Gámez para el negocio sufrieron incrementos de hasta 15,4 %, en la compra de salsa y mayonesa, o un 14,3 % en grasas y aceites.

Para este par, viajar semanalmente a Cúcuta es una obligación, al invertir más de 250 mil pesos en la adquisición de la materia prima del negocio: salsa de tomate, mostaza, “barbikiú”, papas, salchichas y vasos para servir la bebida, entre otras cosas que no deben faltar en la lista al momento de realizar un nuevo inventario.

Inicialmente, el famoso perrito caliente que vendían Orejarena y Gámez tenía un costo de 1.200 pesos colombianos, pero admite que la calidad de las papas y la salchicha no era la misma. Así, como niños pequeños que aprenden poco a poco, fue el crecimiento del negocio, señala Gámez, demostrando cierta madurez y el compromiso por trabajar al lado de su tío.

—El local se expandirá pronto, tenemos proyectos que nos invitan a crecer aún más, es un espacio pequeño, pero debemos administrar bien los recursos y no tener percances que te hagan gastar en medicinas -comenta entre risas-; poco a poco conocemos más este mercado.

Transcurría la tarde y se hacía de noche; el inventario del local disminuía notablemente. El pan se acababa, el único insumo que no compran en la frontera colombo-venezolana, ya que los ingresos percibidos en bolívares los destinan para invertir 110 mil por los paquetes de veinte panes en la capital tachirense.

La clientela disminuía lentamente, algunos llegaron a pagar más de diez perritos calientes y otros simplemente pedían para llevar. La música dejó de sonar y el frío solo incitaba a la clientela a comentar que se retiraba, porque estaban ansiosos de retornar a sus casas.

Llegan algunos otros, realizando el mismo pedido, un buen perro caliente, pero con extra de cebolla; en ellos se hace notar la familiaridad que mantienen con su clientela fija, atentos porque no les falte la bebida, un recurso recargable para el consumidor, “si de Frutiño se trata”, porque los refrescos son más costosos.

Poco a poco el estante va quedando vacío, quizá sea momento de cerrar el negocio, el inventario del día no fue lo suficientemente amplio para el apetito de su clientela y las nuevas personas que llegan a conocer el local, degustando un buen “hot dog”. La casa de ellos queda a escasas cuadras del negocio, una de las ventajas del traslado de los insumos.

El olor se fue disipando, salen pocos pedidos y la acera ya está ocupada por pocos, pero el día finalizó bien para las arcas del negocio, con una ganancia de 120 mil pesos. Un dividendo que al mes puede traducirse en más tres millones y medio de pesos colombianos, los cuales sirven para comprar el inventario semanal y pagar el alquiler del local.

Amor y alegría es el secreto con el que se elaboran los perritos calientes, encargándose  de conquistar los paladares de todos aquellos que se animan a acercarse al puesto de Orejarena y Gámez, muestra de ello es que agradecen con un “muy rico todo”.
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*Estudiante de 4to año de Comunicación Social en la ULA-Táchira/ Periodismo Económico

 

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