Frontera

EDICIÓN FRONTERA | Sector industrial en la frontera se niega a desaparecer

3 de septiembre de 2019

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De acuerdo con la Cámara de Comercio de San Antonio del Táchira, 97 % de la actividad industrial se encuentra paralizada en la frontera 

EL DATO:
El sector tabaco importa su materia prima de Colombia, debido a que en Venezuela se hace cuesta arriba conseguir los insumos.

DE INTERÉS
Para quienes confeccionan productos a base de cuero, en Rubio, municipio Junín, aún se mantiene la principal empresa proveedora de insumos de alta calidad.


Por Jonathan Maldonado

el sector industrial en San Antonio del Táchira atraviesa el momento más lóbrego de su historia, de eso no hay duda. La mayoría de los empresarios han cerrado sus puertas, producto de la crisis país, que tuvo su detonante más álgido en agosto de 2015, cuando el gobierno de Nicolás Maduro ordenó el cierre de los pasos binacionales.

Pese al sombrío escenario, que se refleja con tan solo caminar por la zona industrial, están los que se niegan a desaparecer, quienes no claudican frente a la baja de la producción, pues tienen la mirada fija en el futuro y la esperanza puesta en el regreso del dinamismo de antaño, ese que le dio el título de la frontera más viva de Latinoamérica.

Álvaro Rosales, de 76 años y productor de correas de cuero, tiene más de 60 años dedicado a este trabajo. Empezó cuando tan solo contaba con 15 años y desde allí quedó prendado de un arte del que no está dispuesto a separarse, pese a las dificultades que ha sorteado en los últimos años, a raíz de la debacle económica.

“Es lo que sé hacer. Para dónde agarro yo”, dijo, mientras su tono de voz iba delatando la pasión que siente al hablar de su trabajo, el cual le permitió sacar a sus cuatro hijos adelante, todos profesionales y ahora regados por el mundo. “Voy haciendo de acuerdo con los pedidos de los clientes”.

Aún muchas personas viven del trabajo de la tabaquería (Foto/Jonathan Maldonado).

Rosales ha logrado adaptarse a los cambios y caídas de la producción. Las 600 correas que solía hacer en una semana, ahora las hace pero en cinco meses. Ya no puede ir al mismo ritmo de antes, pues las ventas para sus clientes disminuyeron y, por consiguiente, las solicitudes. “Llegué a tener 30 empleados, con una producción de 4.000 correas quincenal. En estos momentos solo trabajo con mi hermano”, lamentó.

Aun así, no piensa en apagar indefinidamente sus máquinas. Aunque ya no las prende con la misma frecuencia, no duda en activarlas una vez arriba un nuevo pedido. “El precio lo doy cuando culmino la producción y la mando”, recalcó, para luego enfatizar: “Lo hago así por las fluctuaciones del dólar, que cambia de un día a otro y nos obliga a actuar de esta manera”.

Entretanto, Gonzalo Jaimes, con más de 40 años de experiencia en el sector tabaco, aseguró que no se ve en otro oficio. “Yo quiero mi trabajo, por lo tanto, no me concibo en otro lugar, ni haciendo otra cosa”, señaló quien en 1982 vio cristalizado su sueño: La empresa, Gato Negro, se erigía como una de las mejores.

“Esto me llena. Solo el saber que le estamos siendo útil a mucha gente, es muy satisfactorio”, agregó Jaimes, de 64 años. Dijo sentirse como un obrero más, “el más viejo y jefe de todos”. “El proceso lo conozco a la perfección: desde hacer el semillero, hasta sacar el producto terminado. Lo que no sé es leer el tabaco”, bromeó.

“Nos negamos a desaparecer, y no vamos a desaparecer en el mercado, mientras Dios nos tenga con vida”, manifestó con la convicción de que su empresa mantendrá sus puertas abiertas frente a cualquier tipo de desánimo. “Nos levantamos a diario es a trabajar, a dar lo mejor de nosotros. Este es un negocio familiar, en el que participan mis hijos, nuera y esposa”, recalcó.


Producto 100 % venezolano

En los tiempos de bonanza, las correas de Álvaro Rosales se vendían en las mejores tiendas del país. Su calidad siempre fue reconocida por los mayoristas de Caracas, Maracaibo, Cagua y Margarita, incluso por los visitantes foráneos, quienes al arribar a Nueva Esparta, zona turística venezolana, no titubeaban en usar estos accesorios.

De todos sus clientes, solo le queda uno. Es mayorista en el centro del país. “Estoy trabajando con la carnaza, que es la parte de abajo del cuero, es procesada y sirve para hacer las correas. Cuando me encargan de suela, otro material, uso ese. Me ajusto a las necesidades”, precisó.

Ahora se trabaja con la carnaza para hacer las correas. (Foto/Jonathan Maldonado)

La materia prima la adquiere en Venezuela. A veces la obtiene de Palotal, parroquia del municipio Bolívar, y en otras ocasiones de Rubio, municipio Junín; esta última con mucho prestigio en la zona por la trayectoria que tiene en la nación. “En la primera me cobran en pesos, y en la segunda en dólares”, dijo.

“Hubo un momento en que intenté comprar el material en Colombia, pero el hecho de pasarlo por las trochas me hizo desistir”, recordó Rosales, quien aprovecha el sobrante de algunos tipos de cuero para confeccionar billeteras.

“La gente prefiere comer que comprar correas, por eso han mermado muchísimo los pedidos. En la actualidad, la persona agarra su correíta, la pule, y listo”, puntualizó a modo de colofón.


Un producto que nació en América

Gonzalo Jaimes conoce la industria del tabaco a la perfección.

Gonzalo Jaimes acudió a la historia para hablar del tabaco, un producto que conoce y del que se siente orgulloso. “Es un oficio que genera mucho empleo, pese a que no hemos tenido apoyo de los entes financieros. El tabaco no lleva químicos, es originario de América y, según la historia, el primer cargamento que salió de Suramérica hacia Europa fue desde Barinitas”, contó.

En la actualidad, Jaimes emplea a cerca de 60 personas, quienes se encargan de producir 100.000 tabacos semanales. La cifra, en comparación con los años de bonanza, bajó significativamente, ya que solían sacar 1.000.000 de piezas y con la intervención de al menos 500 personas.

El tabaco fue una de las industrias más florecientes de la frontera tachirense (Foto/Jonathan Maldonado).

Ante la devaluación del bolívar, su empresa optó por pagar en pesos, como incentivo a los trabajadores. “La gente no quiere recibir bolívares. Gracias a Dios, Gato Negro nos permite soportar este pago, que es superior al salario mínimo decretado por el Gobierno. El país lo sacamos adelante es trabajando, no llorando, pues así no remediamos nada. La solución a nuestros problemas es poniéndole empeño a lo que sabemos”, detalló.

Jaimes destacó que toda la producción de tabaco la vende hacia la zona del llano y oriente. “El consumo ha bajado, pero aún sale. Es lo que sabemos hacer, y al hacerlo bien, no es difícil ofrecerlo. Hemos sido muy cuidadosos en la calidad, la protegemos desde que empezamos, hace ya 37 años”.


Solo 3 % del sector industrial activo

La presidenta de la Cámara de Comercio de San Antonio del Táchira, Isabel Castillo, estimó que en la actualidad solo 3 % del sector industrial se encuentra activo. “El cuero y el tabaco, que representan mayor repunte, laboran a 20 % de su capacidad”, indicó.

La mayoría, según Castillo, mantiene la esperanza de que en la frontera, como en el resto del país, pueda haber un cambio; “pero para eso debe darse un viraje económico y político”, apuntó. Con más de nueve años en el cargo, tiene la convicción de que el dinamismo regresará.

Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio de San Antonio del Táchira. (Foto/Jonathan Maldonado)

Rememoró el auge que hasta hace unos años experimentó la industria, un parque que desde su perspectiva generaba empleo gracias a su productividad, con maquinaria de alta tecnología, que está paralizada por la falta de mano de obra especializada.

“Hay infraestructura, hay maquinaria y buen ambiente, pero no tenemos al trabajador, que prefiere laborar en Colombia o irse más lejos, para ganar en otra moneda”, recalcó.

“Un venezolano, por necesidad, se niega a recibir bolívares”, señaló la representante de los comerciantes, quien lamentó que el sector textil, otrora bandera en los municipios fronterizos, se encuentre paralizado casi en su totalidad. “Solo está activo 1 %”, subrayó.

Por su parte, José Rozo, expresidente de Fedecámaras Táchira, recordó que en el eje San Antonio-Ureña estaba ubicado el 53 % del parque industrial del estado Táchira. “Se fabricaba desde zapatos hasta la industria carrocera, cuyo 40 % de esta última estaba en el municipio Pedro María Ureña. El sector fuerte de la zona siempre fue el de las confecciones”, puntualizó.

Para Rozo, la frontera próspera fue alterándose con las “políticas ruinosas” del expresidente Hugo Chávez. “Él quería acabar con la producción. Luego vino la ruptura de las relaciones con Colombia y el cierre de frontera que Chávez propició en esa época”.

“Hay que recordar que para la fecha (2005-2006) el comercio binacional llegaba a los 6.000 millones de dólares anual, de los cuales el 70 % de la actividad se hacía por esta frontera. Solo de los servicios aduaneros, que llevaban la carga entre Colombia y Venezuela, había aproximadamente 3.500 conductores, todos cabezas de hogar. Por esa aduana se movían diariamente entre 500 a 600 gandolas”, repasó.

José Rozo dijo que con la llegada de Nicolás Maduro al poder, se aceleró el deterioro del país y la frontera. “Argumentaron el cierre de los puentes porque supuestamente la zona estaba siendo tomada por la delincuencia colombiana. Cuatro año después nos encontramos que ese 53 % ya no existe”.

“Todo esto no solo afecta la estabilidad económica-social, sino que vulnera la seguridad, pues al no haber desarrollo es difícil que se mantenga”, concluyó Rozo.


Sector tabaco, el sustento de muchas familias

La mayoría de empresas acuden a los llamados “satélites” o “fabriquines”, grupos de personas que laboran desde sus hogares en la creación del tabaco. Andrea Zerpa, de 27 años, trabaja con su esposo y otros colaboradores. “Los materiales nos los traen hasta la casa, cada ocho días. A veces se demora un poco más, pues los adquieren en Colombia”, explicó.

Eugenia Cáceres (Foto/Jonatahan Maldonado).

Zerpa aclaró que por cada 1.000 tabacos, consigue una ganancia de 10.000 pesos. “A la semana, si uno se lo propone, se logran 5.000 o 6.000 piezas”, lo que representaría una entrada de 50.000 pesos. “En ciertas ocasiones se demoran con el pago, lo que nos obliga a tener ahorros para solventar”, aseguró.

Los horarios de trabajo pueden ser de 12 horas, solo lo interrumpen para comer, reposar unos minutos, y así proseguir con la tarea. “Es un proceso agotador”, soltó Angie Valero, de 21 años y madre de una niña de tres años. “Hay días en que saco hasta 1.500 tabacos. Todo depende de la rapidez y el empeño”.

“Mis hermanos laboran en esto. Yo con lo que hago compro las cosas que necesito, para mí y mi hija”, aseveró quien empezó a la edad de 16 años en un oficio que ve con cariño y agradecimiento.

De los 53 años que tiene, José Gregorio Camargo lleva más de la mitad en el sector. Su conocimiento va desde el sembrado, hasta la creación del producto. “Incursioné en este mundo cuando me quedé sin empleo en la cuarta república. Estaba en la alcaldía, pero el cambio de gobierno provocó mi salida”, relató.

El panorama lo motivó a hacer algo distinto. Un amigo, recordó, que trabajaba con los tabacos, le puso todas las herramientas en las manos y lo invitó a buscarse el sustento mediante un oficio que lo ha acompañado por décadas. “La caída de la producción me hizo moverme a otros empleos. Me ha tocado de carretillero en La Parada, en Colombia”, dijo.

El caso de Eugenia Cáceres se asemeja a los anteriores. Conoció el oficio desde muy pequeña, a los diez años. “Fue lo que nos enseñaron nuestros padres. Todos mis hermanos también se dedican a lo mismo”, precisó con un tono de orgullo, que se fue desvaneciendo cuando su mente se centró en el deterioro de la producción.

“Tengo más de dos meses sin trabajar. Al día lograba sacar 5.000 tabacos, con otros cuatro trabajadores. Representaba una ganancia considerable en bolívares, ahora pagan en pesos. Necesito mi dinerito para poder sobrevivir, por eso anhelo que vuelva la producción del pasado”, sentenció.

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