Frontera

El día que los puentes apagaron su dinamismo

20 de agosto de 2021

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Jonathan Maldonado


A la frontera colombo-venezolana le urge recuperar su dinamismo natural. Ese intercambio económico, social y familiar, que existía antes del mes de agosto del año 2015, desea emerger, reincorporarse sobre los pasos binacionales, para dar pie a la reactivación de la frontera más viva de Latinoamérica.

Un 19 de agosto, de aquel 2015, marcó un antes y un después para los municipios fronterizos de ambas naciones: Colombia y Venezuela. El cierre de los puentes internacionales Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, argumentado por el Gobierno del presidente Nicolás Maduro en el resguardo de la seguridad nacional, significó la paulatina caída de los sectores formales.

Atrás fue quedando esa imagen pujante que transmitían las poblaciones de San Antonio y Ureña. Sus calles fueron apagándose al ritmo de unos tramos binacionales que dejaron, por largo tiempo, de registrar el flujo masivo de ciudadanos. Aunque hubo posteriores reactivaciones de los puentes, los sectores comerciales, aduaneros e industriales no han logrado recuperarse en su totalidad.

Puente internacional Simón Bolívar en San Antonio.

Las fábricas de productos textiles, calzado y tabaco, fueron bajando las santamarías, mientras el talento humano iba analizando medidas como la migración y el buscar alternativas propias que les brindaran mejores condiciones de vida. A esto, se suma el declive del sector comercial, el cual tiene como principal ejemplo el centro de las jurisdicciones de Bolívar y Pedro María Ureña: desolado.

Tanto el sector comercial como el industrial sobrepasan el 90 % de paralización en la frontera y el 10 % que queda activo trabaja a media máquina y con un personal que espera sus incentivos en pesos, pues el bolívar fue desapareciendo de los bolsillos de quienes viven o visitan la zona.

Desde aquel punto de quiebre y hasta la actualidad, ya han transcurrido seis años.  En ese lustro, con 12 meses de más, se han registrado enormes transformaciones que muestran en su mayoría a dos municipios que, según la apreciación de voceros económicos, políticos y culturales, se han convertido en pueblos prácticamente fantasmas.

La apertura de los puentes binacionales y la remoción de los contenedores siguen siendo las principales exigencias de quienes hacen vida en la frontera; incluso se ha convertido en un grito de los venezolanos, sin importar el estado o región de donde provengan, pues al  final los que arriban a estas jurisdicciones pretenden cruzar a Colombia por los llamados caminos verdes o trochas.

“Es vital la apertura”

El alcalde del municipio Bolívar, William Gómez, aseguró que tanto para Norte de Santander, en Colombia, como para el Táchira, en Venezuela, y en especial para las poblaciones de San Antonio y Ureña, “es vital la apertura de los puentes internacionales, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander”.

William Gómez, alcalde del municipio Bolívar.

Gómez dejó claro que la dinámica natural de la frontera no solo depende del comercio, sino que trasciende al dinamismo social e intrafamiliar transfronterizo, el cual se da por esa consanguinidad que persiste entre los habitantes de las poblaciones de frontera. Recordó los años en los que más de 6 millones de colombianos se radicaron en Venezuela para cristalizar sus objetivos.

Ahora, precisó la máxima autoridad local, grupos de venezolanos, hijos de esa generación de colombianos que habían migrado a Venezuela, se fueron a la nación neogranadina y han convertido a la hermana república en el país que ha recibido el mayor número de venezolanos.  “Más de 1.500.000 ciudadanos regresaron a las raíces de sus padres, abuelos, y han adquirido la nacionalidad colombiana”.

En este sentido, aclaró que pese a que la seguridad nacional no puede pasar a un segundo plano, sí se deben emplear apartados para que la frontera no termine sufriendo las consecuencias de las medidas que se dictan. “Las autoridades a nivel central (Bogotá-Caracas) no han querido ver esta situación y ratifico que, después de seis años, hemos demostrado el nivel necesario de dependencia, tanto de Venezuela con Colombia, como de Colombia con Venezuela”.

“Es inevitable, somos países hermanos, donde compartimos los mismos ríos, las mismas tierras, llanuras y extensiones; solo nos delimitan algunas líneas político-territoriales internacionales e imaginarias”, acotó el alcalde, mientras hacía hincapié en el nivel de consanguinidad, de unión, de dos países hermanos, que no se ve en ninguna frontera latinoamericana.

Una vez superado el tema de la pandemia, indicó que no debería haber obstáculo alguno para que nuevamente esta frontera retome su naturalidad y dinamismo, y así pueda fluir de manera normal. “La idea es que la gente no siga acudiendo por los caminos verdes, trochas, donde vemos que ninguna decisión central, ya sea desde Bogotá o Caracas, interrumpe ese flujo”, agregó.

Ciudadanos esperando a que abra la frontera.

Desde la perspectiva del alcalde William Gómez, los caminos verdes, también llamados trochas, han sido el reflejo de la rebeldía de un pueblo fronterizo, de pueblos hermanos, frente a decisiones centralistas que no han arrojado los mejores resultados en los municipios. “Los poderes centrales deben entender que esta frontera no se puede tomar como una decisión genérica para todo el país, debe tener su aparte y condiciones, para que no se vea afectado el dinamismo natural”, recalcó.

Trajo a colación el bloqueo económico que ha afectado al país y que repercute con mayor incidencia en la frontera, tras darse el cierre de los puentes binacionales. Aun así, con la última apertura que hizo Venezuela de los pasos para peatones, en junio de 2019, se han dado reinvenciones para muchos con la llegada de una migración pendular y las ofertas que requerían.

“Pareciera un castigo”

Nelson Urueña, presidente del sector aduanero, resaltó que antes del 2015 la economía fronteriza ya venía decayendo, pero sin preverse la debacle generada por el cierre de los puentes. Pese a ello, rememoró, el movimiento se mantenía por las calles de San Antonio y Ureña.

Nelson Urueña, presidente del sector aduanero.

“Uno, como aduanero, tenía que ingeniárselas y traer cuadrillas de afuera para poder movilizar las cargas, que ayudaran en la manipulación de las mismas. Era un movimiento fuerte, donde hoteles, sector turismo, transporte de mercancía, líneas de taxis y mototaxis, éramos fuentes de trabajo. Se veía gente de Rubio, San Cristóbal, Ureña y Cúcuta, que venían a diario a cumplir con su rutina laboral”, recordó.

Esa gran actividad, a su juicio, hoy en día da tristeza, da lástima ver cómo se ha acabado, cómo se han cerrado empresas, cómo se han perdido empleos, cómo su población ha ido disminuyendo, y la gente joven, que por lógica representa el reemplazo, ha tomado otros rumbos, fuera de la nación.

Durante las reuniones que ha sostenido con las autoridades regionales, Urueña ha explicado su inconformidad por el descuido que ha arropado a San Antonio del Táchira y Ureña, lo que a su juicio pareciera ser un castigo. “Les he hecho a las autoridades, donde he podido tener el derecho de palabra, la siguiente interrogante: ¿qué ha hecho San Antonio para merecer tanto maltrato?”.

En relación con las expectativas que se tienen sobre una pronta apertura, aseveró que llevan un año en reuniones, con todos los argumentos esgrimidos. “Se ha expuesto la crisis económica, social, y con personas que la están pasando mal (….) Es preocupante la situación, ya no sé qué novedades podemos decirles en otras reuniones, pues ya hemos hablado con el corazón en la mano, casi suplicándoles que se den cuenta de la situación de los municipios fronterizos”, dijo.

Frente a este panorama, insistió en que la frontera hay que abrirla con el propósito de reactivar el escenario político, económico, social y humanitario, pues se trata de una zona que en la actualidad está desamparada. “Pareciera que uno viviera no sé en qué sitio. Esperamos que el Gobierno se conduela de San Antonio y Ureña, y tome en cuenta todas las opiniones que hemos dado, todas las propuestas que se han hecho en el sector aduanero y transporte”, especificó.

“Un día que pasa, es un día que se pierde. Nosotros estamos claros en que, apenas se abran los puentes, no vamos a tener las colas de camiones, pues han bajo mucho las importaciones, han cerrado muchas empresas y de la veintena de empresas a las que les prestaba servicio, solo hay cuatro activas. Es grave la situación, ya que generábamos muchos empleos”, remató.

“Éramos una potencia productiva”

La presidenta de la Cámara de Comercio e Industria de Ureña, abogada Mónica Ochoa, subrayó que antes del año 2015 se contaba con más de 3 mil empresas, produciendo al 100 %, con una generación de empleos directos que sobrepasaba las 30 mil personas, mientras unas 40 mil personas abarcaban el área indirecta.

Mónica Ochoa, presidenta de la Cámara de Comercio e Industria de Ureña.

“Éramos un potencia productiva y económica, a nivel nacional y regional. Actualmente seguimos luchando, pero se nos hace cada día más difícil y el único salvavidas sería la apertura de los puentes, ya que podríamos recuperar la competitividad de nuestros productos”, prosiguió Ochoa.

El cierre de puentes, a partir del 2015, especificó la representante comercial e industrial, provocó la caída de las áreas enmarcadas en el área textil, plásticos, muebles, metalmecánica, zapatería y demás nichos. “Ha sido muy complicado afrontar el cierre de los pasos internacionales, pues ya veníamos con secuelas que fueron acentuadas con el cierre”, señaló.

Otro punto traído a colación por Ochoa se refiere al drama que comenzaron a vivir los sectores hoteleros, turismo, transporte de carga pesada y otras áreas, que fueron cerrando sus puertas debido al lóbrego escenario registrado en la zona de frontera, y que mantiene a muchos a la espera de si se da un cambio.

“Venezuela, en el 2015, ya venía con una economía decaída, con una serie de expropiaciones a nivel nacional, con falta de inversión de capitales privados y extranjeros en el país”, expuso la presidenta de la Cámara de Comercio e Industria, al tiempo que recordó que muchas multinacionales recogieron sus capitales y se fueron, ocasionando burla.

“Pónganse la mano en el corazón”

“Antes del 2015, San Antonio y Ureña tenían una frontera muy dinámica y abierta, donde había una hermandad entre Colombia y Venezuela”, soltó Ciro Amaya, representante de la economía formal de la frontera, al tiempo que indicó que las zonas aledañas se beneficiaban del intercambio fronterizo.

Ciro Amaya, representante del sector de la economía formal.

Para Amaya, en ese entonces, lo social y cultural generaba gran efectividad entre ambas naciones. “Por los menos, como músico, nos llamaban a participar en eventos, y era muy gratificante escuchar las gaitas en Cúcuta, así como nuestras danzas”, rememoró con cierta nostalgia.

Y es que ese intercambio iba mucho más allá de lo comercial y mero aspecto económico. “Ir a Cúcuta, a comerse un helado, a pasear por El Malecón, era algo bello, hermoso; le estoy hablando de aquellos años, antes de que el cierre del 2015 desencadenara cambios que nadie quería ver”, apuntó.

El aduanero aseguró que la solución o pronta reapertura de frontera está en manos del Gobierno nacional. “Nosotros ya somos un disco rayado en decir que los aduaneros dejamos de ser aduaneros; algunos ahora venden pasteles, tienen sus bodegas y quincallas; hacen lo que no sabían hacer”, lamentó, para luego rematar: “la solución es que se pongan la mano en el corazón”.

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