Frontera

Especialista tachirense en el epicentro de la covid-19 en el hospital de Cúcuta

29 de agosto de 2020

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En las salas de urgencias, desde el mes de marzo, ha visto pacientes que contra todo pronóstico se recuperan, pero también ha vivido el dolor de ver algunos compañeros morir. Al galeno le preocupa la situación asistencial del Táchira, el déficit de personal, al sostener que el Norte de Santander lleva, epidemiológicamente, unos meses adelantados


Omaira Labrador M.

A 1 hora con 24 minutos del Táchira, el doctor Luis Ramírez, en las salas covid-19 del hospital universitario de Cúcuta, “Erasmo Meoz”, ha visto la alegría de la vida, del renacer, pero también la tristeza y el dolor de la muerte.

A 50,8  kilómetros de San Cristóbal, este tachirense, especialista en medicina interna, Luis Ramírez, desde el mes de marzo está en el epicentro de la covid-19 en el principal hospital del vecino departamento colombiano.

Los estragos de la covid-19 no le son ajenos, por el contrario, ha convivido con ellos y los ha enfrentado científicamente, al desempeñarse en el área de  urgencias para los pacientes contagiados.

Ramírez ejerce su profesión en otro país, Colombia, donde en este mes de agosto han vivido el pico de la pandemia. Esta región contabiliza 10.481 contagiados y 561 fallecidos, según el reporte oficial del día jueves.

Gracias a las bondades de WhatsApp, quien dirigió hace un par de años la Corporación de Salud del Táchira (Corposalud) accedió a robarle unos minutos a su corto descanso, para conceder la entrevista.

––De manera progresiva, la enfermedad ha evolucionado en Colombia. Ha tenido su pico en el mes de agosto. En este mes, el volumen de pacientes ha sobrepasado las capacidades operativas de Colombia -comenta Lucho, como es conocido entre sus colegas y amigos.

El aumento de contagiados hizo posible que el principal hospital del departamento vecino se reinventara y creara unidades, bien equipadas, para pacientes con problemas respiratorios o áreas covid-19. Esto se logró por la labor mancomunada entre el gobierno departamental y el nacional, precisa el especialista.

––El hospital Erasmo Meoz cuenta con 7 unidades de cuidados intensivos, en total, porque hay dos unidades tipo carpas. Hay áreas nuevas ––indica, con la precisión de quien trabaja en la zona, el internista tachirense, hoy ejerciendo en Colombia-.

Lucho, coordina -es jefe- una UCI respiratoria para pacientes covid-19. Estas unidades tienen 22 camas para pacientes críticos. En este momento están operativas 3, la próxima semana serán 4. Actualmente hay 80 camas operativas y la próxima semana habrá 100 para pacientes con problemas respiratorios.

––En este momento el hospital tiene 4 pisos para áreas covid, pisos de hospitalización completa, cuidados intermedios e intensivos. También cuenta con nuevos recursos humanos, ya que es un tema difícil, pues todos los centros tienen la necesidad de especialistas ––datos que da con tono de confianza––.

––¿Cómo se ha enfrentado la pandemia en el principal hospital de Cúcuta?

––Ha sido muy compleja. Las proyecciones y la cantidad de pacientes evolucionaron de una forma abrupta, es decir, nosotros veníamos con una cantidad de casos lentos y progresivos y en cuestión de 10 días hubo un pico y superó la capacidad operativa de todos los centros públicos y privados de la ciudad y en gran parte de Colombia. Hubo un colapso de la capacidad de los cuidados intensivos. Se vieron pacientes con recursos económicos, medicina prepagada o privada, pasaban por todas las clínicas de Cúcuta y estaban saturadas y terminaban en el hospital Meoz.

Sostiene el galeno tachirense que hubo momentos críticos, porque el hospital estaba al tope y seguían llegando pacientes en muy malas condiciones. Era un escenario muy complejo: pacientes con comorbilidad, esperando una cama en cuidados intensivos.

Como especialista en medicina interna, resalta Ramírez que la covid-19 no solo afecta a las personas con enfermedades asociadas con hipertensión, diabetes o a las personas mayores, sino también a jóvenes.

––En mi experiencia he notado que la obesidad forma parte de un riesgo de mortalidad ––lo dice, casi que como alerta––. Incluso, me animo a decir que es peor ser obeso, que diabético, hipertenso o anciano, para enfrentar esta enfermedad. Los pacientes jóvenes y obesos son los más complejos y muchos han fallecido.

Situaciones de tristeza

Dr. Luis Ramírez

–– ¿Cuáles son los momentos más tristes que le ha tocado vivir en las salas covid-19?

––Ha habido varios. Uno de ellos es el perder en la batalla a grandes compañeros, como la jefa de enfermeras del Hospital, Sandra Meza. También ver fallecer al coordinador asistencial de la Emergencia, el doctor Roberto Claro. Tenemos en este momento a un compañero del equipo de trabajo, de la unidad de cuidados intensivos, con respiración mecánica. En estas situaciones nos vemos reflejados, ya que son grandes seres humanos, entregados a salvar vidas y expusieron sus vidas. Esto genera una imagen muy triste y es un espejo en el que a veces te reflejas.

El doctor Ramírez, quien espera hacer otra especialidad en Colombia, dice que a veces el covid-19 actúa como por azar.  No se sabe en qué momento le toca a una persona una carga viral y tener un curso crítico o ser del 80 % con  curso leve.

––Otra situación bastante crítica ha sido ver el colapso hospitalario. Cuando se ven pacientes en espera que se libere un ventilador. Ese escenario es complejo, es sentirse como en una guerra, pero sobre todo es crítico vivirlo en las carpas. Veíamos a 20 o 30 pacientes en la carpa, hospitalizados. Y las miradas de los pacientes eran de terror. Esperaban turno. Era un escenario sombrío y complejo -comenta, ya confiado porque el centro hospitalario se reinventó y creció-.

También siente que el cansancio físico se hace presente y afecta. “Son muchas horas de atención. Los especialistas, médicos generales, personal de enfermería, redoblan turnos. Yo el mes pasado hice cerca de 320 horas, y  luego llegas a la casa a estudiar”.

––¿Y ha tenido, como médico, momentos de satisfacción en medio de la pandemia?

––Sí. Alegrías tenemos todos los días, cuando vemos que hay pacientes que contra todo pronóstico de edad, comorbilidad y con gravedad pulmonar destructiva, se recuperan. Para los médicos asistenciales no hay mayor premio o retribución que ver a un paciente recuperarse y salir por el pasillo para su casa, sano y salvo. Esas son sensaciones adictivas.

Aunque está ejerciendo su profesión a solo 1 hora y 24 minutos de la capital tachirense, Luis Ramírez es allí un inmigrante y dice que la acogida en el hospital de Cúcuta superó sus expectativas. En todo momento ha recibido  respaldo y receptividad. Muchos de sus colegas allí, estudiaron en la ULA o fueron compañeros de postgrado.

––¿Cuál es su percepción de vivir la pandemia fuera de casa. Y, además, como especialista de la Medicina que trata los casos?

–––Es complejo, porque en este momento siento que nosotros estamos unos meses adelantados, epidemiológicamente, respecto al Táchira. Evidentemente, por conocer el sistema de salud del Táchira, me genera angustia. Pienso que la principal debilidad en la red ambulatoria es el recurso humano, hay un déficit alto, producto de los salarios míseros del sector salud. Veo con preocupación que no hay un coaccionar fuera de lo político, de las dos entidades que rigen la salud en el Táchira, y esto es totalmente adverso en el contexto de una pandemia. Pienso que las toldas políticas deben hacerse a un lado para integrar los equipos de trabajo y no tener aires de protagonismo. Estamos ante un problema epidemiológico, de una enfermedad que mata.

El doctor Luis Ramírez se mantiene en contacto con residentes de postgrado y especialistas del Hospital Central de San Cristóbal e intercambia información y conocimiento sobre el tema, para que estén todos a tono, con las novedades científicas.

Aunque muy cerca de su casa grande, de su estado, al doctor Lucho Ramírez le tocó entregar todos sus conocimientos en otro país: Colombia.

Con buenos equipos y máximo cuidado

Diariamente sale del apartamento donde vive a las 7 de la mañana. Llega al hospital, al área de estacionamiento, ahí recoge los elementos personales: careta, lentes y un bolso con la ropa para cambiarse. Sube al despacho. Ingresa a su área y tiene una zona para vestirse y una para retirarse los elementos de protección personal.

Toda la ropa de casa la guarda. Y se pone el traje de bioseguridad. Desarrolla el trabajo médico. Y al final del turno se retira en un área aparte, que no es la misma por donde se ingresa, y se retira los elementos de protección. Tiene todos los elementos de limpieza de caretas, lentes, manos y hasta duchas. Se pone el mono quirúrgico. Tiene tapabocas – varios, los que requiera-, se lo cambia y sale del hospital.

Al llegar al hogar, en el pasillo del edificio, se retira los zapatos y toda la ropa. Mete la ropa a la lavadora y se ducha. Ya puede compartir con su familia y dejar tiempo para estudiar sobre el tema, en el que invierte sus días profesionales: covid-19.

Él se mantiene alejado de su mamá, que vive en la misma ciudad, para protegerla.

Lleva ya casi 6 meses en la primera línea de atención de pacientes covid-19 y agradece a Dios que no se ha enfermado. El hospital hace muestras aleatorias por áreas de pacientes asintomáticos y sintomáticos, todos los días.

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