Estas estructuras siguen vigentes pese al bajo uso que le dan en la actualidad
Jonathan Maldonado
Los puentes no formales o puentes improvisados están ubicados en las trochas más conocidas de la frontera que une a Táchira con Norte de Santader. Incluso, uno de ellos se puede divisar al cruzar a pie el puente internacional Simón Bolívar.
Son estructuras hechas con madera y otros materiales que evitan el contacto con el río Táchira, el cual, en momentos de fuertes crecidas, ha arrasado también con estas conexiones.
Durante más de siete años fueron las estructuras más pisadas por miles de ciudadanos que popularizaron trochas como Las Pampas, La Platanera y La Siete. Ahora, el ritmo es muy bajo, pero siguen de pie.
Los transeúntes con dirección a Colombia, una vez se aproximan a la mitad del tramo binacional y giran su mirada a la derecha, pueden observar, a una distancia de un kilómetro, aproximadamente, un puente de madera, con unas partes tapadas por las ramas y árboles que han arrastrado el lado iracundo del afluente.
«Yo usé el de La Platanera. Me acuerdo que ese puente fue derribado en muchas ocasiones por la abundada del río. Siempre era un riesgo que uno tomaba y no había de otra, ya que los puentes se hallaban cerrados», manifestó Nelson, habitante de San Antonio del Táchira.
Había momentos, rememoró Nelson, en los que se debía hacer cola para poder atravesar el puente de madera, pues el «gentío» que circulaba por los camiones verdes «era impresionante».
Con la reapertura de los puentes formales, las trochas volvieron a una quietud que es alterada por los grupos de migrantes indocumentados, por los contrabandistas y por los enfrentamientos que, a veces, ensombrecen la zona.
Desde la zona sur del municipio Bolívar y hasta La Mulata, en Pedro María Ureña, se estiman 35 trochas que conectan con el vecino país. Son espacios muy permeables y difíciles de controlar en su totalidad.