Infogeneral

Familias y docentes abrumados y sin recursos frente a la escolaridad desde casa

16 de abril de 2020

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Laura Sobral


Abrumadas es la palabra que más se repite cuando se consulta a las familias sobre el trabajo escolar en casa. Desarrollar el proceso de enseñanza en el hogar y cumplir con múltiples asignaciones que, además, exigen sean reseñadas en fotos y videos complicó la vida de los ya atareados padres, quienes también deben lidiar con problemas económicos, con teletrabajo y con la ausencia de herramientas pedagógicas para abordar esta labor.

Con el aislamiento social para prevenir la COVID-19, las mesas de comedor se convirtieron en las nuevas aulas de clases en Venezuela; el chat de WhatsApp, en la pizarra, y las madres, en su mayoría, en inexpertas maestras que buscan paciencia y estrategias para asumir la enseñanza de los hijos quienes, de pronto, no regresaron más a las escuelas. “De verdad que yo ahora sí valoro el trabajo de los maestros, esto de enseñar a los niños ha resultado demasiado difícil”, dice Lesly Sandoval, madre de tres en edad escolar.

La agobiada madre, que es administradora, narra que además de cumplir con sus labores en la empresa para la cual trabaja, debe atender a sus tres hijos en casa, con una “montaña” de tareas y clases que les envían de su colegio. Hay días que no le alcanza el tiempo: cocina, limpia y lucha con el desesperante tema de la luz. Por si fuera poco no tiene servicio de internet. “Todo lo hago con datos del teléfono, a cada rato me toca buscar recargar saldo y cuando se va la energía me quedo desconectada”.

Según cifras del Gobierno nacional, el sistema educativo venezolano cuenta con unos 11 millones de estudiantes en todo el país. Solo en los niveles de inicial y primaria, para empezar este año escolar se incorporaron más de 5,6 millones, en el Táchira son más de 200 mil los niños que están matriculados.

Al iniciar la cuarentena o período de aislamiento social como parte del decreto nacional de emergencia por la COVID-19 se ordenó el cierre de todos los centros educativos desde inicial hasta universitario. El ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, confirmó el pasado 7 de abril la suspensión de clases presenciales en aula por el resto del año escolar, habló de la modalidad en línea y llamó a hacer uso de “estrategias pedagógicas de aprendizaje a distancia”.

Hogares sin recursos

Los útiles escolares se quedaron en el colegio.

“Yo estoy verdaderamente abrumada”, dice Anggy Polanco, periodista que debe a diario conseguir información y procesarla para medios nacionales e internacionales; tiene tres niños, uno en edad de guardería, otro en tercer grado y la mayor en quinto grado. “Hay tareas que no he podido cumplir. Mi mayor problema ha sido en matemáticas, me agobio, por ejemplo divisiones de tres cifras, ese procedimiento a mí se me olvidó hace mucho tiempo, no sé cómo explicárselo a la niña”, advierte, con tono de lamento y angustia.

Adicional a esto explica que en casa tienen un solo teléfono inteligente para los tres niños. “Les mandan enlaces de videos, deben verlos, hacer actividades, y no hemos podido ver los videos porque el internet y la luz fallan mucho, son videos diferentes para cada uno de los tres niños, ¿en qué momento vemos tantos videos si hay un solo teléfono y nunca hay luz?”.

Polanco coincide con Sandra Rincón, otra madre de dos estudiantes de primaria. Ambas tienen la misma queja sobre los útiles escolares que compraron al iniciar el año académico: todos esos insumos se quedaron en el colegio. “A uno le piden una lista enorme de materiales, y todo eso se quedó allá, ahora nos mandan a pintar, a usar distintos tipos de papel, y no tenemos con qué hacer eso en casa, tampoco hay dónde comprarlos”.

El tema de la impresora también fue mencionado por varias de las madres. Es un equipo costoso que falla con frecuencia, necesario para sacar dibujos que envían a los niños en documentos vía correo o WhatsApp.

Katherine Sánchez manifiesta que siempre ha hecho tareas con sus dos hijos (tercer nivel y cuarto grado); sin embargo, con mucha firmeza expresa que esto es algo distinto psicológicamente. “Ni los niños ni nosotros como padres estábamos preparados emocionalmente para esta situación, estamos angustiados, estresados, con incertidumbre, eso nos pone tensos y no hay la misma disposición de trabajar”.

“Realmente me he sentido abrumada con ese volumen de clases y tareas para trabajar, a veces la profesora no tiene luz, el correo no carga, luego el WhatsApp. Yo confieso que, aunque soy profesional, me tocó ponerme a estudiar cada vez que llega el documento de trabajo para la semana, para luego poder desarrollarlo con los niños. Las responsabilidades se triplicaron, tenemos que estar pendientes de comprar la comida en horario limitado, el trabajo desde la casa, y los niños también ya comienzan a cansarse del encierro”.

Por ello, Katherine decidió que no iba a cumplir con los lapsos establecidos por el colegio para la entrega de las tareas. “Le dije a la profesora que lo iba a hacer poco a poco. ¿A quién se le ocurre en medio de esta situación mandar a llenar 20 páginas de un libro, hacer un proyecto científico?”, cuestiona, para luego responder: “Venezuela no es un país preparado para trabajar a distancia, no tenemos los recursos. Deberían solo afianzar conocimientos básicos, y dejar que esto pase”.

Melany Guerrero tiene dos niños, uno en primer grado y otro en tercero. En su casa las condiciones son diferentes, es docente y tiene las habilidades para trabajar con sus hijos. Los levanta a las 8 de la mañana a desayunar y luego inician las actividades que reciben por WhatsApp. Los cortes de energía eléctrica y las fallas de internet tampoco son un problema en su hogar, porque hace tiempo contrataron un proveedor de internet colombiano e instalaron paneles solares.


“Los maestros también estamos haciendo milagros”

Mesas de comedor se convirtieron en nuevas aulas de clases.

Desde un Blackberry Perla casi sin teclas y con la pantalla a medio servir, una docente, que solicitó le resguardaran su identidad por temor, envía todos los días mensajes de texto a los 17 representantes que tiene de su curso de primer grado en una escuela pública de San Cristóbal. “Para las familias es difícil, pero nosotros los maestros también estamos haciendo milagros”.

El viejo celular que no permite instalar WhatsApp es la única herramienta tecnológica de la que dispone. “No tengo computadora, ni teléfono inteligente, tampoco conexión a internet. Así que para poder enviar las actividades a mis niños trabajo con mis enciclopedias y mi programación de siempre, y me siento a escribir 17 veces el mismo mensaje de texto en este teléfono dañado. Me lleva mucho más tiempo, pero lo hago con mucho amor”.

Cuando debe recibir las actividades hechas por sus estudiantes sale muy temprano en la mañana, camina unas 15 cuadras hasta la casa de su hermana, quien le presta la computadora para abrir el correo y poder evaluar. “Eso sí, lo que alcance a hacer hasta mediodía, porque corro de nuevo a mi casa antes de que sea la una, que es el horario permitido para salir a la calle”.

La labor académica exclusivamente en casa resultó complicada tanto para las familias como para los docentes; sin embargo, es la única alternativa en estos momentos para darle continuidad al año escolar 2019-2020, mientras se mantiene el decreto constitucional de estado de alarma. Las familias tendrán que continuar guiando a los niños desde casa, y sobrellevarlo con amor y paciencia.

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