Nacional

Al Estadio Carlos Silva de Palúa en Guayana ya no le queda ni el nombre

22 de febrero de 2021

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La falta de mantenimiento por parte de CVG Ferrominera Orinoco y la inseguridad, han ido acabando con el centro deportivo. Construido a finales de la década de 1960, el lugar fue emblema en el desarrollo deportivo de Ciudad Guayana.

Dos vigas enterradas en la maleza con otras dos soldadas en forma horizontal es lo que queda de una valla que identificaba al Estadio Carlos Silva de Palúa en colores vinotinto, crema y amarillo, los representativos de CVG Ferrominera Orinoco, empresa responsable del mantenimiento de este centro deportivo. La cerca perimetral está deteriorada, los dogauts y baños están desmantelados, las gradas no tienen asientos. El abandono y la desidia reinan en el lugar.

Ubicado en la comunidad de Palúa, en San Félix, este estadio de béisbol data de finales de la década de los años 60. Fue construido, en conjunto con la escuela de Palúa por la empresa norteamericana Orinoco Mining Company, para la práctica y disfrute de actividades deportivas de sus trabajadores y familiares. El lugar sirvió por años para encuentros interescolares, gerenciales, de escuelas de béisbol regionales y fue allí donde se realizó la primera edición de los Juegos Interempresas de Guayana, en 1976.

“Antes el estadio era limpio y la empresa lo mantenía. Siempre sirvió como complemento a la escuela, a pesar que en la escuela hay dos canchas, siempre las prácticas de ejercicios y actividades deportivas grandes se hacían en el estadio”, contó Emilia Yánez, nacida en Palúa y exalumna del colegio. Recuerda que por años se realizaron encuentros deportivos entre los colegios de Ferrominera, tanto de Ciudad Piar como de San Félix y Puerto Ordaz.

Hoy a las gradas -que tienen capacidad para 300 personas- les faltan un poco menos de la mitad de las tablas de roble que arman los asientos. En los dogauts llenos de maleza se puede observar medias y piezas de vestuario que alguna vez dejaron olvidados jugadores mientras se cambiaban. Los bloques están picados, la mitad de uno de los dogauts no tiene techo, la cerámica está desgastada, las paredes pintadas con los colores emblemas de Ferrominera Orinoco están desconchadas y son cuna de insectos.

El estadio no siempre ha estado así, de hecho, en 2008 Ferrominera Orinoco reacondicionó y reinauguró este campo de béisbol colocándole el nombre de “Estadio Carlos Silva de Palúa”, como homenaje al pitcher grandeligas paluense quien creció en ese centro deportivo, y fue jugador de los equipos de béisbol estadounidenses Chicago Cubs, Philadelphia Phillies, Seattle Mariners y Minnesota Twins, entre otros.

En su momento, el acto protocolar incluyó el corte de una cinta tricolor y la colocación de un busto del pelotero en la entrada del estadio, cerca de las gradas. Para el reacondicionamiento de hace trece años se sembró engramado, se colocaron techos en las tribunas y en los dogauts, las paredes y tubos fueron pintadas y se instalaron mallas protectoras y la iluminación.

En la ceremonia de reinauguración, el entonces presidente de la estatal Radwan Sabbagh, expresó que el lugar fue “restaurado por la industria del hierro para incentivar la práctica del béisbol entre los niños y jóvenes de este sector, quienes al igual que este hijo de Ferrominera, Carlos Silva, pueden lograr llevar el estandarte de nuestro país muy en alto”.

Sin embargo, hoy la única huella de modernidad que queda en el estadio son las ocho torres de luz con ocho luminarias de aluminio cada una, que en otrora lograba alumbrar parte de la comunidad además del centro deportivo. Pero, ahora al caer la noche no iluminan nada, pues a la mitad de las torres les faltan de una a tres lámparas y de los transformadores ya no hay rastro.

Del lado derecho de las gradas está una casita cubierta de monte donde se encuentran los baños: no hay puertas, ni pocetas, ni lavamanos, el único rastro de que allí hubo un baño son las paredes divisorias de las duchas y un porcelanato blanco, roto en el piso, que pareciera ser un lavamanos que al sacarlo se quebró. En una pared solo quedan las manchas oxidadas del lugar donde se encontraban los urinarios y, en la parte inferior, el desagüe está lleno de telaraña, moho y suciedad.

Luego del reacondicionamiento y hasta hace aproximadamente tres años, en el estadio practicaban los equipos de béisbol de San Buenaventura, Los Guerreros de El Roble, Manoa, Vista al Sol y de la Escuela de Béisbol Menor Carlos Manuel Piar, entre otros. Las categorías que hacían uso de este espacio eran las preparatorio, preinfantil, infantil, prejunior, junior y juvenil, informó Josmigg Pino, vecino del sector.

Emilia Yánez creé firmemente que el estadio llegó a esas condiciones por desidia de Ferrominera. “Si la empresa tiene un departamento encargado de mantenimiento, así el estadio esté ubicado en San Félix, allí hay un colegio de la empresa que se beneficia de ese estadio ¿Por qué esa parte de mantenimiento no se trae a Palúa que pertenece a Ferrominera?”, dijo, aclarando que la compañía nunca le ha hecho traspaso a la comunidad del estadio, por lo que el mantenimiento sigue siendo responsabilidad de la estatal.

“¿Cómo estará la consciencia de Carlos Silva viendo que el estadio que lleva su nombre, en su honor, está en condiciones deplorables?”, se pregunta Yánez. “Todo quedó en promesas, porque la idea era que él sintiéndose que ese estadio tenía su nombre lo mantuviera, porque qué cosa más bella es que algo que lleve tu nombre se mantenga como tú te mantienes”, cuestionó.

También comentó que parte del deterioro del estadio se debe a que se hacían varios juegos de softbol los fines de semana y los asistentes lo dejaban sucio. “Venían, comían, cocinaban y no dejaban mejoras en el estadio ¿Si se hacían juegos grandes por qué no se daba parte de ese ingreso para su mantenimiento?”, afirmó. Agregó que en la parroquia Simón Bolívar hace falta que el estadio de Palúa se mantenga en condiciones óptimas “para que esos futuros jugadores tengan un espacio donde puedan practicar”.

El parque de Palúa abandonado

En Palúa hay tres patrimonios culturales: el sitio arqueológico Los Mangos, la Unidad Educativa Palúa y el conjunto urbano; en este último -y al lado del estadio- está el parque infantil de la comunidad que data desde principios de los años 60, también abandonado. “A medida que fuimos creciendo ese parquecito estaba ahí, tenía menos aparatos, pero estaba ahí, fue traído por los norteamericanos”, dice Yánez. Antes se encontraba al final de la calle Los Mangos, posteriormente fue mudado al lado del colegio Palúa.

En el año 2002 durante la presidencia de César Bertani se hizo un reacondicionamiento de este espacio, desde ahí los vecinos no recuerdan que se le haya hecho mantenimiento de envergadura al parque, solo desmalezamiento y pintura. Actualmente las bases de los columpios, sube y bajas y pasamanos están invadidas por la maleza que, en algunos lugares, puede medir más de un metro. El tobogán tiene la lámina por la que se deslizaban los niños desprendida y los dos portones, tanto el principal como el lateral, ya no están.

Yessica Farfán recuerda cómo era el parque en el que jugaba en su infancia. “Era un parque al que de verdad provocaba ir, todo le funcionaba y tenía su mantenimiento y asistían más que todo los niños de la comunidad”, comentó.

Para Farfán uno de los factores por los que el parque llegó a ese estado es por “falta de pertenencia tanto de Ferrominera como de la comunidad”, dijo. A su juicio las personas que utilizaban este espacio crecieron y luego no hubo alguien que lo cuidara. “Empezó a venir gente de otras comunidades cercanas como El Roble por dentro y Las Parcelas y no le daban el cuidado que debía tener y tampoco había alguien en la comunidad que lo cuidara”, afirmó.

Comentó que por muchos años los alumnos del colegio Palúa jugaron en el parque, ya que había un portón que comunicaba la escuela con ese centro de recreación. Al respecto, Emilia Yánez afirmó que uno de los proyectos que tenía la comunidad era hacer una maloca en el parque para alquilarlo para fiestas infantiles, con un horario establecido “y de esa forma generar recursos para el mantenimiento del parquecito”, sin embargo, el proyecto nunca se materializó.

Ahora, mientras el parque y el estadio están naufragando en maleza y desidia, los niños de la comunidad a falta de espacios de recreación juegan en la calle. “Aquí ya no hay nada, no puedes ir a jugar pelota con tu hijo en el estadio por las condiciones en las que está y si vas al parque es igual”, manifestó Yessica Farfán.

Correo del Caroní

 

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