Opinión

Amada ciudad maravilla

3 de abril de 2018

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Nací en tus entrañas, nada menos que en la sección semiprivada del Hospital Central, siendo mi padre y mi madre médicos de ese centro asistencial. Recorrí mis primeros pasos por la plaza María del Carmen Ramírez de Briceño, en la “Quinta Nena”, carrera 22 de Barrio Obrero.

Me ausenté de tus montañas por un tiempo para irme a vivir y estudiar en Londres. Al regresar, estudié en el Colegio San Cristóbal, y mis padres se reincorporaron a sus trabajos como médicos en diversas instituciones asistenciales de salud, incluso continuando en el Hospital Central, cuyas escaleras y Consulta Externa me fueron familiares en cada metro.

Estando muchacho aprendí a entablar contigo una relación de profundo amor, que me cultivó mi padre, J.J. Villamizar Molina, tu Cronista más antiguo en ese cargo. Con él escudriñé tu historia desde el acto fundacional, aquel 31 de marzo de 1561. Conocí en el Archivo Municipal, en hemerotecas y bibliotecas, especialmente la profusa colección de obras históricas de nuestra biblioteca de Palmira, tu evolución por más de cuatro siglos. Mi padre me enseñó a leer en viejos infolios y pergaminos amarillentos, los manuscritos que relatan tu acontecer citadino, en tus gentes, en tus calles, en tus celebraciones, en tus tradiciones, en tus cantos hermosos, en tus instituciones públicas y privadas, en los caminos y senderos de tus montañas y del Parque Chorro del Indio.

Esa es la ciudad que aprendí a amar. Y, repito, la aprendí a tener en mi corazón entendiendo la empresa fundadora que desde Pamplona partiera con Juan Maldonado, con sus soldados y vecinos acompañantes. Tanto fue el amor de mi familia por ti y por tu fundador, que fue mi padre, J. J. Villamizar Molina, el único autor intelectual para que, con sus gestiones ante las autoridades citadinas de Salamanca, la imagen de Juan Maldonado se instalara en la Galería de Reyes y Conquistadores de América, en portentoso y elegante Medallón de Piedra. Con la rúbrica de Juan Maldonado, que conocí en un libro sobre Barco de Ávila, ciudad nativa del fundador, que trajo de allí mi padre y que él me obsequió, comenzó tu existencia en la historia de este continente americano, que sigue luchando por presentar su propia identidad.

Pero como mi amor por ti prosigue indetenible, yo te he imaginado, en 16 subproyectos, como la “Ciudad Maravilla”. Ninguna autoridad a la que le hablo de ti con ese concepto y con esos proyectos para ubicarte en nuevo contexto como un centro atractivo geoestratégico y turístico, ha logrado entender este proyecto integral. Pero yo no me rindo, y sé que algún día te veremos transformada con esa otra fisonomía de ciudad cosmopolita con la cual te visiono.

Te amo, San Cristóbal, y soy de los hijos que moriré en tu seno, en tus praderas, en tus parques, en las márgenes de tus ríos y quebradas, en el soplo de tu Loma del Viento, en las laderas de tus cimas, miradores y lomas.

¡Feliz cumpleaños, mi amada Ciudad Maravilla!

Isaac Villamizar

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