Opinión

Crónica: la “cárcel” que es Venezuela

28 de noviembre de 2019

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No se asombren. Algunas veces nos preocupamos (ya lo estamos desde hace rato) por un título de algún artículo de opinión. ¿Es este una metáfora? Veremos pues. Mis argumentos son reales. Esta crónica no es cuento. A ver. Vamos a analizar algunos casos que sabemos suceden en una cárcel, para poder deducir si estamos en lo cierto o no. Revisen ustedes lo que ocurre dentro un penal. Según algunos testimonios de exconvictos y familiares, o amigos de quienes han experimentado el “infierno” carcelario venezolano: no todos los cautivos tienen sus tres comidas “decentes” al día. Aunque es una obligación del Estado suministrarles sus tres “papas”. Sean inocentes o culpables del delito que se les acusa. Algunos se las llevan de sus hogares (los que tienen los recursos). Otros, por el contrario, se ven obligados, por la necesidad de no pasar hambre, a comer un arroz blanco (por lo general,“amarillento y sin sal”); con carne un tanto dura, tibia y grasosa. Son ejemplos de algunos “manjares” que sirven en una que otra cárcel. Asimismo, los encarcelados deben andar con temor a ser asaltados o atracados; incluso, abaleados por no dejarse quitar sus pertenencias.

Muchos deben pagar protección para que los defiendan de las pandillas armadas hasta los dientes dentro de la cárcel. Asimismo, a cierta hora de la noche (según el informante de esta crónica, a las 8), les “quitan” la luz hasta el día siguiente. En la mañana, cuando van al sanitario, por lo general no hay agua y la fetidez de los “baños” les llega hasta perforar sus pulmones. Durante el resto de los amargos y pesados días, que se hacen eternos, los custodios (según la fuente: “no custodian a nadie”), transmiten información permanente de desaliento. Desesperanza. Así mismo, en virtud de que no hay transporte para llevarlos al tribunal que maneja su causa, el “bájate de la mula” se hace cotidiano. En pocas palabras, aquel privado que no tenga recursos para sortear las tramoyas, está “condenado al fregadero”.

Ahora, he aquí la parábola de la crónica. ¿En Venezuela, todos reciben del Estado, por ejemplo, un salario digno para el desayuno, almuerzo y cena? Un concluyente no. Una extensión de venezolanos pasa el hambre pareja. Y cuando tienen la oportunidad de sentarse a saborear algo, “zúas”, les impiden el uso de la luz (más de 3 años). Además, muchos hombres y mujeres (de todos los estratos, géneros y edades) andan por las calles con temor a ser asaltados o atracados; incluso, abaleados a costa de su vida por no dejarse quitar sus propiedades. Muchos comerciantes deben pagar protección para que los defiendan de las pandillas armadas hasta los dientes (Miren lo que ha ocurrido, recientemente, con algunos comercios en el Zulia). De la misma forma, a cierta hora de la noche (según las experiencias que vivimos a diario, nos “quitan” la luz por dos, tres, cuatro y hasta seis horas diarias. Al menos en las penitenciarías tienen una hora fija para iniciar la oscurana, no así en muchísimos sectores del territorio nacional. Es decir, da lo mismo que nos “corten” el fluido eléctrico a las 3 de la madrugada, que “bajar el suiche” a las 6 a.m., o a las 3 de la tarde, o a las 9 de la noche. Acción esta que enferma la psiquis de millones de compatriotas.

En cortas palabras, la oscurana es cuasi permanente, y larga como el suspiro de una serpiente cascabel. A todo esto, pregunto: ¿lo anterior es una violación de nuestros derechos humanos? Un rotundo sí. Tal vez los sanitarios de muchas familias no tengan la fetidez que los de las cárceles, como dijo el informante arriba, pero cuesta encontrar el preciado líquido (agua) para evitar la hediondez en muchos hogares. Son reiterativas las denuncias por las necesidades que transitamos. Las penurias se han hecho cotidianas. Y lo más desconsolador, mis estimados lectores, que llevamos años en esta miseria y las protestas contundentes, al responsable de la debacle país, no se oyen, tampoco se sienten. Claro, deben ser conforme a nuestra Constitución. Pero… ¿Nos estamos acostumbrado a vivir como en una cárcel? Una crónica lúgubre. Triste. Se abre el debate pues. (Alfredo Monsalve López) /[email protected]

@monsalvel

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