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El fascismo, como doctrina política, es ampliamente conocido; sin embargo, no conocido como sistema económico. El padre del fascismo es Benito Mussolini, su discurso estaba encaminado a la creación de un Estado corporativo, entendido como la unión monolítica entre población y Gobierno mediante el caudillismo o populismo nacionalista, la violencia institucional y la propaganda.
Ese Estado corporativo tiene fundamento en apreciaciones tales como las de Benito Mussolini. “El fascismo rechaza frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como económico”, y del propio Adolf Hitler; ‘‘Somos enemigos del sistema económico capitalista’’ es decir, se trata de una economía planificada, controlada o dirigida por un órgano centralizado de poder: el monopolio estatal.
El Estado interventor de la creación económica del ciudadano en ejercicio de su libertad económica, de su propiedad y del producto de su trabajo e industria. Es el Estado que interviene y regula la actividad económica de la sociedad. Édgar Vargas sostiene: “ambos sistemas fueron indudablemente colectivistas, diferían mucho en su contenido socioeconómico”; en efecto, a diferencia de una economía marxista, donde todos los medios de producción están en manos del Estado o en propiedad colectiva, el fascismo económico permite la propiedad privada de medios de producción y la competencia de mercado, aunque bajo el control o la influencia directiva del Estado; la empresarialidad se encuentra subordinada a los intereses del proyecto colectivista de unidad nacionalista de la administración pública, donde pueden existir algunas nacionalizaciones o confiscaciones dentro de sectores de la economía considerados presuntamente “estratégicos para el interés nacional”, así como el proteccionismo de empresas igualmente consideradas “estratégicas” en el mismo sentido. Como usted aprecia, en Venezuela transitamos por los dos modelos.
Surge entonces Estado de Bienestar (Paternalista) con un conjunto de programas y políticas de subsidios, que se obtienen con dinero de impuestos, bajo el pretexto de sostener un supuesto interés colectivo o “ayudar” a la población pobre o a un sector determinado de la misma, manteniéndolos en estado de expectativa y mendicidad, mientras que el Estado corporativo se desarrolla detrás del velo populista. Surge en negocio del discurso de la pobreza.
En estos modelos nunca se sale de ser pobre, en su nombre siempre lo mantendrán pobre.Se valen de leyes antimonopolio, bajo la doble moral de cuestionar, como es lógico, el monopolio privado, pero permiten el monopolio del Estado o el monopolio del Gobierno sin cuestionamiento, como si es inmoral solo el monopolio privado y el monopolio del Estado una acción moral.
El esquema de subsidios es un esquema clientelar, la escasez inducida buscará hacer depeder al ciudadano de la dádiva del Gobierno.
Los bancos centrales no tienen autonomía en estos modelos, son controlados por el
Gobierno para poder ordenar imprimir dinero sin respaldo, con ello se financia el Estado, en detrimento del ciudadano, que pierde capacidad adquisitiva. Por este episodio pasamos en Venezuela y ya el bolívar prácticamente no vale nada y con ello, todos estamos pobres; momento para girar en el modelo cubano con dos monedas, una intercambiable y otra que no lo es.
¿La salida? Cambiar de mentalidad primero, acabar el Estado cooperativista, colectivista, fascista, socialista o comunista, por el liberalismo como medio y fin para una sociedad de propietarios, moderna y de primer mundo. ¿Cambiará su mentalidad? Bienvenido al cambio. (Carlos Casanova Leal)
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