Opinión

Pasión por el Táchira | …de nuevo…el sentido común

27 de julio de 2020

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Julieta Cantos


En diferentes ocasiones hemos conversado sobre la necesidad de crear espacios que nos permitan desarrollar nuestras vidas de forma armónica y orgánica, en cualquier circunstancia que se presente. Para ello habría que analizar y entender los estudios realizados de los hábitos que como especie tenemos y nuestra necesidad imperiosa de socializar.

Las investigaciones que se han realizado sobre las costumbres de primates como los bonobos -nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos-, se han hecho, en su mayoría, con la intención de entender nuestra procedencia en función de sus interrelaciones sociales y comportamiento. La sociología y la antropología, como ciencias sociales, en términos generales, y sin pretender ser una especialista, se han encargado del análisis científico de la sociedad humana, el estudio de la realidad social, y las interrelaciones entre el individuo, los grupos y las sociedades. En su momento tuvo un gran auge, y los sociólogos y antropólogos eran respetados en sus concepciones e influyentes en el mundo académico, intelectual y político. Se entiende…por qué…¿cómo definir políticas sociales, culturales, y de otro tipo?, ¿cómo planificar, sin tener claro qué o quién es el hombre, sus necesidades básicas, su comportamiento, interacciones, procesos de cambio, es decir, la comprensión de los procesos humanos?. Luego cayó en una etapa de marginamiento, por el acelerado crecimiento de las sociedades monetaristas, en función de “mejor es más cantidad”. Al toparnos de narices con el desequilibrio producido por un crecimiento inorgánico, descontrolado y compulsivo, por parte de nosotros mismos, se requiere de nuevo la presencia de aquellos, o sea, los sociólogos y antropólogos, que a través de sus saberes y prácticas  “corren el velo”. Y como dice el propio Bourdieu… “Descubre lo arbitrario donde se quiere ver la necesidad o la naturaleza; y descubre la coacción social donde se quiere ver la elección”. Es, sencillamente, un modo de ver y pensar el mundo y sus problemas desde el sentido común.

Y el sentido común siempre nos ha dicho que el juego, el saber reír, el saber divertirse, es fundamental para el ser humano y su necesidad de socialización. Se habla de “lo lúdico”, que no es sino aprender a través del juego. Corrientes del pensamiento y de la educación que, luego de estrellarse en más de una ocasión, retoman lo que nos corresponde como esencia básica del aprendizaje. Ello significa necesariamente generar espacios para desarrollar “lo lúdico”, y en tiempos de pandemia esto es fundamental, así como es fundamental desarrollar lo productivo, por lo que también es necesario destinar espacios para lo productivo. Es decir, que entre el aprendizaje a través del juego y lo productivo, el ser humano es capaz de analizar, pensar, desarrollarse, interrelacionarse…y para ello, es necesario planificar y diseñar ciudades con absoluto sentido común, que nos sirvan para ser utilizadas, incluso en tiempo de pandemia, sin que nos signifique inseguridad o riesgo.

La científica chilena, Isabel Behncke, estudió biología, hizo dos másteres en Conservación biológica y Antropología evolutiva, y su doctorado fue en Primatología. Nada que ver con lo que yo estudie; sin embargo, somos coincidentes en muchas cosas, por ejemplo, Behnke sentencia, en ésta época de pandemia, que “En tiempos en que jugar parece ser lo menos apropiado, puede que sea lo más urgente”. O que “pocas veces el mundo entero está preocupado por lo mismo”, poniendo como ejemplo las guerras mundiales, especificando que en ese entonces existían dos bandos, y ahora hay uno solo. También coincidimos en aquello de que “somos sistemas complejos y estamos hechos de interrelaciones”, y es por eso que lo que pasa en China o en USA, o en la Patagonia, se siente en el otro lado del mundo; por lo que nuestra salud depende de la salud del ecosistema, y a su vez de la de nuestro grupo étnico o social y así un largo etcétera.

Suelo ser reiterativa con algunos conceptos e ideas, así como también gusto de ser propositiva. Hoy quiero proponer de nuevo, pero con mayor énfasis, la necesidad de crear un observatorio urbano, en el que podamos analizar las transformaciones de nuestra ciudad –San Cristóbal-, para entenderlas, y producir los cambios necesarios para esa ciudad postpandemia, que permita una convivencia digna, humana, feliz, inclusiva, democrática, y lúdica; basada en el aprendizaje de la experiencia que estamos viviendo.

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