Opinión

Desde Seboruco, un hijo tachirense, un gobernador de Persia

20 de abril de 2022

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Néstor Melani Orozco

«…Me voy en la bandera de aquella media luna, y el presagio de no haber amado a una sola mujer, porque las guerras me llevaron a las adoraciones de ninfas eternas»…

«Es pues de imágenes en su libro narrando los momentos de la invasión a la ciudad de David y allí iba Rafael de Nogales Méndez entre los oficiales de Turquía»…

Esta noche de la Semana Santa, sin la energía eléctrica, con la delicia del invierno, se me aparecieron los recuerdos. Y me fui a Seboruco de originarios Menoricas, de españoles viejos, como de italianos y de judíos, para hablar muy solo con los tiempos…

Las presencias vinieron desde las catacumbas del rabino de Galilea. Y de las Cruzadas hasta las Reformas. De los caminantes judíos buscando la tierra prometida.

Y en un nuevo siglo de la Revolución Mexicana se volvió peregrino de guerras cuando de culebrinas desvelaron las sombras de un caballero andante…

Era 1915. En las filas alemanas un venezolano se curtía de los ejércitos turcos y entre el fuego del desierto, se alistaba en Varsovia para luchar contra los armenios, portando el uniforme de Turquía.

En Estambul se recibía como capitán de las legiones otomanas.

Quizás de Mahoma o la Cruz de Helena, antigua ancestral romana de Constantino, para idealizar la marcha de la Primera Guerra Mundial.

Allí su rivalidad con Lawrence de Arabia, y las noches sagradas de las estrellas del desierto.

En los cantares del mar del Oriente y la existencia de un muy después comandante del reino turco en Estambul con los honores de un legionario y la magnificencia de un hijo del Táchira.

Nacido en Seboruco y asentado en los libros de actas de San Cristóbal.  Afirmación que dejó escrita don Neptalí Duque Méndez, donde afirma la relación del padre de Nogales con las minas en las cuadras de Seboruco, un 14 de octubre, de 1877. De quien muchos historiadores se quedan en la ciudad, nueva capital del estado… cuando La Grita, comarca del Espíritu Santo, había perdido su autonomía de ser «Antigua capital de provincia», pero la afirmación del viejo profesor de Letras de la Universidad Central de  Venezuela cambia los hechos en su afirmación de ser Seboruco cuna del legendario Nogales Méndez… aún lo recuerdo en Santa Filomena, «como una imagen fotográfica», en sus días de descanso, más cuando me dijo: «Todavía el Dr. Velásquez me consulta problemas de ortografía»…

Rafael de Nogales Méndez.

El general otomano. Guerrero en Turquía,  gobernador de Persia y fiel testigo a los grados militares del imperio de Anatolia.

Desde Ancara, en las elevadas agujas musulmanas de la catedral de Victoria. Donde permanecen las presencias del «Arte Bizantino». Y sus agujas místicas dibujan los misterios oratorios del firmamento, como de la luna los versos sagrados del Corán, para devolver a Mahona bajando de los cielos y en un corcel moro el capitán de los ejércitos surcando los desiertos para conquistar a Bagdad y encontrar las alfombras descritas en «Las mil y una noches»…

Con el secreto monárquico de la media luna, en las logias y los simbolismos alfabetos de Arabia.

Nogales Méndez, gobernador de Persia y testigo inmenso de la guerra y valor moral, y laico entre las mantas de Samir. Donde el sol del Mar Caspio devolvió los modelos de la cultura musulmana.

Y desde la cruz judía pregonera de los cantos de un Dios oculto en las multitudes…

Nosotros, todos, hoy deberíamos leer el libro «Cuatro años bajo la Media Luna»-

Con su lema: «Paz en el mundo. Paz en el hogar» desde la espada de un legionario andino, quien desafió los caminos antiguos, y en un siglo atrás, Francisco de Miranda también estuvo en el ideario de la virtud de los palestinos, porque el Generalísimo vivió en Ancara, también como compartió en Estambul los hechos antiguos de las culturas. Y Rafael de Nogales Méndez estuvo en aquellas tierras y describió la grandeza del tulipán negro, como de las fuentes verdaderas de Jerusalén.

Países en el Oriente Medio.

Turquía es un país que se extiende desde Europa oriental, hasta Asia occidental, con conexiones culturales con el antiguo imperio griego, el persa, el romano, el bizantino y el otomano. Desde donde la bandera rusa es el testimonio de las huellas del poder ortodoxo, a las culturas de artes y la significación de la música. Como de la heredad de la guerra. Nogales Méndez, en la entonces cosmopolita Estambul, en el estrecho del Bósforo, alberga la icónica basílica Santa Sofía con su elevada cúpula y los mosaicos cristianos, donde viven las huellas de aquel andino, guerrero y poeta.

Y Rafael de Nogales Méndez, venido de las minas de Seboruco, donde se encontraban esmeraldas, «en el río de las minas de Seboruco existen piedras preciosas verdes», lo describió Emilio Constantino Guerrero en una carta enviada a la Escuela de Ciencias de la Universidad de París. Y desde allí, este testimonio  de un hombre con la esencia milenaria de la sangre germana y las raíces andinas sobre la bandera que se consagró a la Primera Guerra Mundial…

Hace años realicé unos murales para la Academia Militar de Venezuela y el entonces director general, Alberto Rosales, un día me invitó al Museo de Armas de la sagrada Escuela de Cadetes, allí presencié la famosa obra «El Corneta Muerto», del pintor francés August Felip Marti. Más de amor y dignidad; la espada de Miranda, «El Teniente General de la Nueva Francia», como la historia perpetua del ideario de nuestro padre Libertador Simón BolÍvar. Y entre tantas presencias vi un sable del León de Payara, el general Páez, como un hermoso óleo de Luis Felipe Quintanilla escenificando el momento de 1813 en Mérida, proclamando al Libertador de América. Más el carruaje que trasladó los restos del Padre de la Patria desde la Catedral de Caracas a la iglesia de la Santísima Trinidad, en el Panteón Nacional.

Mientras recorrimos tanta dignidad, apareció frente a mí una interesante vitrina antigua, con sus barrocas formas, y la pertenencia del decorado en «Pan de Oro», regalo de una de las hermanas del ilustre militar tachirense; allí las condecoraciones de un oficial, sus ornamentos, una espada y una casaca de guerra de los turcos. Ninguno sabía de tan digno oficial, yo les hice meditar y les narré la importancia del soldado del mar del Egeo, el mismo que había estado en la Revolución Mexicana. Quien le planificó a Pancho Villa la invasión a los Estados Unidos. Y de caminos, los desiertos de la patria azul y del honor de haber apoyado a Sandino en Nicaragua.

Rafael de Nogales Méndez estaba en ese momento en nuestro imaginario, estábamos frente a sus gloriosas insignias y el legado de un verdadero andino, hijo de Seboruco. Descendiente antiguo de los germanos y del vasco español, libertador del nuevo mundo. De quien asentaron en los libros y registros de San Cristóbal, como su nacimiento, pero su natalicio fue en aquel hermoso pueblo de piedras y ensueños: Seboruco, narrado por su hermana, la condesa alemana, a Mario Briceño Perozo…

El enemigo de J. V. Gómez y el visionario viajero por el mundo, quien con el alma de Miranda, un siglo después, demostró su aventura y de raíces nuestras, andinas, venezolanas, se consagró como levita, diplomático, escritor y el soldado rojo de la milenaria Constantinopla.

Fueron momentos de admiración.

Tiempo después, muy después, la Dra. Mitsy Bosnia Moncada, mi amiga de siglos, y su esposo, el general Morera, a través de la Cancillería de Venezuela, me invitaron para realizar un mural para la ciudad de Managua, capital del Pacífico y del mar de las Antillas. Donde Nicaragua vive la importancia histórica de ser testimonio de  Nogales Méndez, el maravilloso ser, aliado fiel al mártir de Centroamérica…

Y entre sueños de colores y de caballos remontando cielos, vi a Augusto César Sandino, el mártir glorioso, junto al general nacido en Seboruco.

Lo pinté junto a la voz eterna de Bolívar. A lo inmenso de Sucre. Al sacro de Miranda y al eco Maya. Y entre meditaciones, allí en el mural, coloqué a Rafael de Nogales Méndez, testimonio en lo sagrado y guerrero de la revolución también de Nicaragua…con su estandarte de Miguel Larreynaga y el pueblo.

Porque esa lección en el Museo de la Academia, hoy la Universidad Militar del Ejército de Venezuela., fue entender la importancia de nuestra historia más eterna desde el pedestal armonioso de las montañas…

Gritaron las ilusiones con una flor del alma y la canción latinoamericana en los sentidos de las memorias y en las eternidades, como también semillas eternas. Hoy de un  «Carabobo», donde nació Colombia. Donde Venezuela se hizo Patria…

Entonces de beatitud, el capitán general Rafael de Nogales Méndez, el amigo del hijo del general Rafael Urdaneta, el de la guerra francesa donde murió otro tachirense, José María Sánchez Carrero.

Desde el viajero del mar de Suez. Donde la espada consagró los encantos del laúd. O de la pertenencia de Turquía en los mantos y el traje rojo de un siglo de un hijo de Seboruco, caminando y sabiendo del firmamento en el desierto y para conocer las lenguas milenarias de la Tierra. Y arribar una noche al faro de Alejandría…

En las caravanas de camellos, en las pertenecía en China, buscando el derivado de la imprenta y el destino de la seda.  En las huellas de «La Ciudad Prohibida» del imperio con los temples de Buda.

Y en las fantasías esotéricas que conceden las geometrías puntuales de las estrellas…

Porque algún día, entre los entendimientos, el pueblo de Seboruco, casto e hijo de las piedra rojas y ancestrales, de casas blancas y palomas volando al Torcoroma, le haga un homenaje, en un monumento, al general de la presencia de un mundo.

El 10 de julio de 1936 falleció el interesante militar en Panamá, olvidado y despreciado por el entonces gobierno venezolano. De quien fue el legendario gobernador de Persia y al poeta «Bajo la Media Luna»…

Ojalá un día, de tantos venideros, se logre realizar un guion para llevarlo al séptimo arte, como una consagración de un hombre más adentro de una realidad histórica y novelesca…

Para no olvidar la infinita vida y desde el alma, en una carta de amor, poder vivir los juramentos que bautizaron en sueños con la lluvia, con lágrimas de los siglos…

De mi libro:

VIAJEROS DEL TIEMPO.

*Historiador. Narrador.

Artista Plástico Nacional.

*Cronista Oficial del Municipio Jáuregui. La Grita

*Premio Internacional de Dibujo » Joan Miro»-1987. Barcelona. España.

*Maestro Honorario.

*Doctor en Arte.

*Premio Nacional del Libro-2021.

Néstor Melani Orozco

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