Opinión

El regreso a Ítaca y el sueño de la libertad

31 de julio de 2020

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  Pedro A. Parra P.


Voy a escribirle a la juventud, a todos esos muchachos que, con su impetuosidad a veces se buscan problemas, y, lo voy a hacer a través del relato homérico de la Odisea, que narra el viaje de regreso de Ulises hacia su Isla de Ítaca, para volver a su patria, a su casa, a su amada esposa Penélope, tras la guerra de Troya. Después de los desastres de la guerra, el viaje parecía un mero trámite; sin embargo, se convierte en una odisea porque las muchas dificultades y las propias equivocaciones del héroe le hacen demorar la llegada, llevándole de un lado para otro como un juguete del destino. Cuando Ulises se encuentra con Penélope, es un hombre muy distinto del que partió a la guerra años antes.

Como en el relato homérico, la adolescencia y juventud, que hasta no hace mucho era también un breve tránsito entre la niñez y el mundo de los adultos, se está convirtiendo cada vez más en un viaje prolongado y problemático. Se ha ampliado y alargado en dos direcciones: la adolescencia empieza antes y la juventud acaba cada vez más tarde. Por eso, la misma sensación que le queda al lector de la Odisea (que Ulises decía solo de palabra, que tenía mucha prisa por regresar a Ítaca, que este era el objeto más querido de sus deseos), se tiene actualmente con la juventud: no parecen tener tanta prisa por salir de ella.

El obstáculo que retrasó más tiempo a Ulises fue su enredo amoroso con la ninfa Calipso, reteniéndolo de modo mágico con sus poderes divinos; en realidad él se siente más víctima que culpable. Algo de eso les pasa a los jóvenes: Buscan calor afectivo, que alguien les acepte porque ellos mismos con frecuencia no lo hacen; para ellos, lo emocional está por encima de lo sensato; esa búsqueda de calor y cariño bloquea otras decisiones de tipo emocional. ¿Quién les dice que tengan cuidado con sus amoríos, que no pueden jugar con sus sentimientos y con los de los demás? También Circe, la hechicera, hace que Ulises se olvide de su casa y de su patria, de su padre, de su hijo y de su esposa, que posponga su gran deseo y relegue sus prisas.

También muchos jóvenes caen bajo el dominio de las modernas Circes, a través los mensajes y charlas con los móviles, los chats, etc.; se trata a menudo de perderse, de olvidarse de los propios problemas o de una realidad insatisfactoria. También Ulises y sus compañeros son apresados por el terrible y gigantesco cíclope Polifemo, que los almacena en su cueva para comérselos poco a poco. Ulises para salvarse, le dijo que él se llamaba “Nadie”. Este es quizás el riesgo de una juventud prolongada: no se madura humanamente y no se alcanza la propia identidad.

El caso también de Narciso, es el hombre enamorado de sí mismo; en el fondo, un terrible egoísta; únicamente se apasiona por sí mismo, vive para sí mismo, encantado de sí mismo, preocupado pura y simplemente de sí mismo, de sus gustos, caprichos y necesidades, de su cuerpo y de su imagen. Nuestra época es una época narcisista. Narciso ha renacido. Esta cultura narcisista confunde especialmente a adolescentes y jóvenes; los modelos sociales inspirados en la apariencia, en la seducción, en el estoicismo del cuerpo, les impiden muchas veces encontrar soluciones creíbles a la relación consigo mismo y con la propia imagen.

Y, quizás uno de los mitos humanamente más apasionante es el de Ícaro, quien fuese encarcelado junto a su padre en una torre de Creta; su padre le construyó unas alas con plumas y cera, y, le advirtió que no podía volar ni muy alto, porque el sol derretía la cera ni muy bajo porque el agua mojaba las plumas y caía; Ícaro,  no hizo caso voló tan alto que el sol derritió la cera, cayó al piso y, murió. Es uno de los símbolos de los jóvenes de todos los tiempos; sueñan con volar, despegarse del suelo, desafiar a las águilas, agitar las alas y elevarse hacia el sol y las estrellas.

Y, por último Prometeo, quién intentó igualar los mortales a los dioses; este mito, ha estado siempre arraigado en la misma condición juvenil; por ello, Prometeo liberado termina convirtiéndose en Prometeo encadenado. Una libertad desvinculada y dominadora ata a los seres humanos a rocas más recias que las del Cáucaso. Prometeo, Ícaro, Narciso, Ulises, constituyen realmente, modelos de vivir hoy.

 

 

 

 

 

 

 

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