Opinión

Gestión ambiental desde una perspectiva fenomenológica

22 de noviembre de 2023

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Hogan Atilio Vega y Dorli Nadime Silva de Vega

Las ciudades y zonas urbanas son un producto social, que no puede desvincularse de las condiciones naturales en las cuales se han desarrollado ni de las trasformaciones de las mismas. En el ambiente concurren varios subsistemas, donde se producen interacciones múltiples entre ellos y sus elementos; son el subsistema natural (animales, plantas, microorganismos, suelo, agua, aire, ecosistemas).  Asimismo, el subsistema social (individuos, colectividades, características, costumbres, relaciones, manifestaciones culturales, problemas sociales, historia). Por otra parte, el subsistema construido, que constituye las formas y las estructuras del espacio resultante de la dinámica social (edificios, viviendas, obras de infraestructura industrias, centros hospitalarios, equipamientos y otros). (Yunen, 2010)

Por consiguiente, en esos ambientes se da un proceso de intercambio entre la base natural de una ciudad o zona urbana (componente de la naturaleza), la respectiva sociedad allí existente (lo social) y la infraestructura creada (estructuras que ocupan el espacio). Intervienen factores (cuyos orígenes son tanto internos como externos a ese ambiente) de tipo histórico, económico, político, social, natural, ecológico y cultural, en general; de ahí que es imprescindible entender cómo se deteriora o se mejora el ambiente. De qué manera se atenta contra la calidad, cantidad o diversidad de los recursos humanos, naturales y el patrimonio construido, con deterioro de la calidad de vida y dónde se dificulta o impide adicionalmente el desarrollo sostenible.

La sociedad actual tiene una gran preocupación por la sostenibilidad del planeta Tierra, pues el hombre tiene la urgencia de adquirir modelos de gestión con una visión biocéntrica, en el área ambiental. Allí la prioridad consiste en conservar el ambiente circundante, pero sobre todo en sensibilizar a la población, estimular la participación activa de la colectividad, con el propósito de comprender que tanto el ambiente como el capital natural del planeta son finitos. El uso del capital natural, sin políticas ambientales definidas o con poco o nulo control sobre la obtención o explotación de recursos naturales, para satisfacer las necesidades básicas de la población, crea serios problemas ambientales tales como el agotamiento de los ecosistemas, contaminación, sedimentación y alteración de la vida de todos los seres humanos, con las consecuencias de las crisis ambientales imperantes en el planeta.  Por ejemplo, el cambio climático, enfermedades emergentes, la pandemia del COVID-19, la desaparición de especies, la transculturización, entre muchos otros problemas. Por tanto, es importante mencionar que no se tiene en cuenta que el ambiente es la resultante entre el subsistema social (antrópico) y el subsistema natural (biótico y abiótico).

El deterioro ambiental, en mayor o menor medida, ha existido desde que apareció el hombre en la faz de la Tierra. Sin embargo, la problemática ambiental permaneció en silencio por décadas; no es sino hasta mediados del siglo XX cuando comenzó el estudio del medio ambiente; éste ha sido abordado por múltiples investigadores e instituciones ambientalistas, educativas y hasta por políticos que lo han convertido en objetivo casi exclusivo de su plataforma política e ideológica, dentro de sus campañas.

Ante la situación del deterioro ambiental, hay que asumir una nueva forma de desarrollo social con tendencia a un ambiente limpio y vivible, para el beneficio común.  La crisis ambiental que se vive en la actualidad, se debe justamente a la acción humana sobre la naturaleza, considerada como la proveedora inagotable del capital natural y receptora de todos los tipos de desechos generados por la actividad humana. Por ello se hace imprescindible la ordenación racional del capital natural y su administración adecuada, con el propósito de disponer del mismo, de forma permanente. El ser humano se desarrolla en la práctica social, con moral, con lo intelectual y una conciencia que realza espiritualmente sus valores en la familia, hacia un entorno saludable para todos.

La gerencia del siglo XXI se caracteriza por los cambios y la trasformación que se requieren, en lo político, económico, social, ambiente, tecnológico, científico, entre otros. Ellos afectan la práctica social, lo biótico y abiótico. De acuerdo con muchos autores, en la actualidad se vive en la sociedad del conocimiento, con el reconocimiento de éste como elemento clave de la sociedad, y como recurso intangible, por medio del cual se genera valor social y económico tanto en el presente como en el futuro.

Esto denota, en el contexto señalado, la necesidad de una identidad nueva de la gerencia, a través de la comprensión necesaria y del entendimiento de los cambios y trasformación del entorno.  Es decir, una gerencia que se autoconstruya en la complejidad de los caminos de la sociedad del conocimiento, puesto que es en esta sociedad globalizada, competitiva, múltiple y compleja de comprender, donde es imperativo el resurgimiento de la gestión ambiental. Ello dará solución a la problemática que se origina por medio de los impactos ambientales generados en la práctica social; es decir, pretende reducir al mínimo los problemas de los diversos ecosistemas, elevar al máximo las posibilidades de supervivencia de todas las formas de vida y, sobre todo, con una humildad intelectual.

La gestión ambiental permitirá la crítica y resaltará el valor de la gestión, en la construcción de una sociedad con justicia social y responsabilidad de lo biótico y abiótico, comprometida con los valores epistémicos de la ciencia. En otras palabras, se justifica en los fundamentos constitutivos del pensamiento transdisciplinario, como una opción pertinente para abordar la complejidad del capital natural. Se entiende que la gestión es un proceso netamente humano; por ello se hace necesaria una revisión urgente de las universidades. Ello permitirá comprender el presente y trazar una ruta hacia el horizonte, con la visión de copiar modelos con transculturización de conocimientos, que no aportan nada a la sociedad; solamente miseria, hambre, y líderes con la mente vacía, y con la mirada puesta en la cantidad y no en la calidad.

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