Opinión

Hausmann, la Asamblea Nacional, el diálogo y las oposiciones

10 de enero de 2018

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Si algo no tiene hoy la oposición venezolana es un criterio unitario, mucho menos una unidad practica en los hechos y las acciones. Enfrentar desde esa dispersión política, estratégica y pragmática, un régimen totalitario como el de Maduro, aunque esté en sus horas más bajas económica y socialmente, no es de ningún modo el escenario ideal.

Obviando a la resistencia anónima, Oscar Pérez, los sectores alrededor de Nixon Moreno y Caguaripano, quienes representan la rebelión en la clandestinidad,  armada o en búsqueda de armas, al margen de la ley y con objetivos más militares que políticos, la oposición pareciera tener hoy dos grandes grupos, aunque con notorios subgrupos.

En el primer grupo podemos ubicar a la  Mesa de la Unidad, el sector comprendido por los grandes y medianos partidos, con una estrategia centrada principalmente en lo electoral, quienes llevan en su espalda la victoria de las parlamentarias y las derrotas de las regionales y municipales, además del fracaso de la convocatoria a RR. Es este sector además el que con sus subgrupos ha dirigido la AN, el principal órgano de poder público en manos de la oposición, con los altibajos que en opinión de la sociedad ha tenido esa gestión, hoy en su mínimo nivel de aprobación.

En el sector “Unidad” no hay hoy la más mínima unidad real, el país entero o grandes sectores desconfían de algunos de sus actores: especialmente de Manuel Rosales, visto como una ficha al servicio del Gobierno; de Henri Falcón, de quien su posición intermedia y su cercano pasado chavista generan falta de credibilidad; de Henry Ramos Allup, el más conspicuo electoralista a quien se acusa de negocios familiares con el chavismo, así como de desmontar el apoyo a las protestas y el referendo revocatorio; y Julio Borges, actual presidente de la AN, uno de los defensores permanentes del diálogo y además permanente “pacifista” en su visión de la lucha democrática. Son estos los principales voceros de los partidos unitarios. Otro tanto sucede con Voluntad Popular, pues después de representar el radicalismo en la MUD, sus voceros Luis Florido  y Freddy Guevara han sido los defensores más públicos del “diálogo”, perdiendo conexión con sus propias bases.

Otros líderes, los principales, son Leopoldo López y Henrique Capriles, enfrentados previamente por sus aspiraciones presidenciales y por el momento de las protestas, allá en el lejano 2014, hoy inhabilitado uno, en la cárcel el otro, son una sombra de lo que fueron, desgastados por el fracaso de sus propuestas, han perdido enganche con una sociedad que les recrimina a ambos la inacción. Su caída representa la mayor crisis del liderazgo opositor, una caída que nadie cobra y de la cual nadie se beneficia, pero que muchos enemigos internos impulsaron, su vuelta a la palestra y a la calle podría devolver “carisma” a la vieja oposición.

Las elecciones regionales y municipales crearon nuevas divisiones y nuevos liderazgos (o resurgir de liderazgos), mientras algunos, el más viejo electoralismo acusado de cohabitador por los radicales, recriminaban la derrota a la abstención y se plegaban (juramentaba) a la ANC, otros denunciaron el fraude, la inmoralidad de aceptar a la Constituyente ilegal y el robo en sus estados.

Laidy Gómez , gobernadora del Táchira, ha sido la cara del electoralismo adeco, juramentada con orgullo ante la Constituyente, dialogante con Pdvsa y Vicepresidencia por presupuesto y problemas fronterizos; su gestión es la cara de lo que “se puede hacer” más alejados del radicalismo.

En frente quedan PJ, Juan Pablo Guanipa y Andrés Velásquez; el partido amarillo y negro, más en voz de Tomás Guanipa y Capriles que del siempre moderado Borges, denunció el masivo fraude electoral de las regionales, auspició la no participación en las municipales y continúa aplaudiendo la decisión de Juan Pablo Guanipa, gobernador electo del Zulia, de no juramentarse y así plantar cara a la ANC. En la misma línea Andrés Velásquez y su partido La Causa R, demostraron con actas el robo en su estado y se convirtieron en una voz nacional contra el CNE y la imposibilidad de una vía electoral en ese contexto.

Esta diversa oposición electoralista y dialogante tiene hoy varios retos y deberes por cumplir, el primero es lograr algo o retirarse dignamente del diálogo, con el peso de volver a dejar la sensación de que el mismo no ha sido más que una estrategia para ganar tiempo del régimen. Solo un cambio real en el CNE y las condiciones electorales, así como la liberación de los principales presos políticos, sin reconocimiento a la ANC, podrían significar una victoria del diálogo.

El segundo reto del electoralismo era la elección de la nueva directiva de la AN, si esta quedaba en manos de un “rayado” Timoteo Zambrano, o de un frío Enrique Márquez, dentro del pacto político con UNT, el poco prestigio y apoyo de la AN hubiera caído totalmente y su poder se hubiese reducido a la nada histórica, tampoco se eligió una opción fuera de UNT, ni a la más favorecida Delsa Solórzano. Quien resultó beneficiado de la negociación fue el veterano Omar Barboza, un político tradicional que a nadie emociona pero que no suma tampoco odios en el país, ni siquiera por su relación con Rosales, un personaje sin colores vivos que tendrá ahora que demostrar que tiene luz propia.

El tercer y no menos importante reto de la “Unidad” es la elección de un candidato para las presidenciales, que se rumora el régimen convocaría en el corto plazo, elección que debe hacerse en primarias abiertas, siendo además una oportunidad para sumar y comprometer a sectores que no validan hoy esa ruta o no están en la unidad, entre ellos María Corina Machado, Antonio Ledezma y Lorenzo Mendoza.

María Corina Machado y Antonio Ledezma son las caras tradicionales y visibles de la “otra oposición”, llamada hoy Soy Venezuela, que suma muchos actores y organizaciones de lo que ha sido llamado el “radicalismo”, una oposición que no cree en la ruta electoral y plantea por lo tanto diversas opciones distintas para salir del régimen totalitario chavista. Esta oposición no tradicional bebe de las aguas del radicalismo temprano, aquel que logró la caída de Chávez un 11 de abril y poner en jaque al régimen durante el paro petrolero; así mismo, tiene a su favor haber acertado mucho más temprano en el diagnóstico del Gobierno: “dictadura totalitaria”, sin embargo, carga con el fracaso, por extemporáneas, de las protestas y barricadas del 2014 y, especialmente, con el poco apoyo social y conexión de sus liderazgos al día de hoy.

Conviven allí actores aún más radicales, como Juan Carlos Sosa Azpúrua, quienes estuvieron siempre afuera de la oposición tradicional, sumar estas personalidades y organizaciones es uno de los mayores éxitos del antes siempre disperso radicalismo, que ahora sí se convierte en una voz real a ser tomada en cuenta por la sociedad y el resto de actores políticos.

Sosa es por cierto el padre de una propuesta que ha reavivado el debate en Venezuela al haber sido planteada por el economista de Harvard, Ricardo Hausmann, la de nombrar un gobierno en el exilio (interno o externo) y llamar a una coalición internacional a reponer el orden y la democracia en el país. Esta propuesta no es, a pesar de lo que dicen juristas e intelectuales del electoralismo, inviable legalmente, por cuanto el propio electoralismo nombró un TSJ (hoy en el exilio) que junto con la AN (opositora) podría tomar esas acciones.

Donde sí hay debate es en la viabilidad y la moralidad de esta propuesta, nada pareciera indicar que Estados Unidos, Europa y los demócratas latinoamericanos estén en planes de organizar una fuerza militar para intervenir en Venezuela, aunque los llame el propio arcángel Miguel. Sin embargo, llama la atención la posición patriotera, come flor y ultrapacifista de algunos políticos e intelectuales escandalizados, como si Venezuela no estuviera ya intervenida por Cuba, económicamente por China y Rusia…además de sometida a un régimen totalitario que no respeta DD.HH y del cual nuestros conciudadanos huyen por millares.

Este “comeflorismo” en el que destacan las opiniones de personajes importantes, como la periodista Blanca Vera Azaf, así como la internacionalista Maruja Tarre, es el mismo que se escandalizaba por las barricadas de la guarimba, que no cree en ninguna opción que no sean elecciones y que pretende santificar el ejercicio de la política, aun cuando el enemigo sea el mismísimos diablo. Es un sector que olvida el éxito y la obligación de todas las salidas de fuerza de la historia, desde la revolución francesa a nuestra independencia, y que aún no entiende el fracaso de Chamberlain ante Hitler. Aunque inviable hoy, la propuesta de Hausmann pone en el tapete el compromiso moral de los ciudadanos y la dirigencia en Venezuela, el qué están dispuestos a sacrificar por la libertad.

Soy Venezuela tiene sin embargo hoy también sus retos como organización de la oposición radical, el primero de ellos es conectar con la sociedad y especialmente con las bases desfavorecidas, por más que One Chot o Julio Jiménez

(@JulioCoco) se parezcan a la sociedad diversa de Venezuela, ni la organización ni el discurso están subiendo cerro, creando redes ni generando esa protesta social que tanto se espera, si los radicales no logran sacar a la gente a protestar, de nada les vale decir que la protesta es una vía.

El segundo reto es reencontrarse con la vía electoral, llamar a la abstención en unas primarias y unas presidenciales es bastante iluso, pues aun creyendo que sea una vía cerrada, es bien sabido que un fraude masivo en unas elecciones nacionales puede ser una vez más el disparador de la protesta necesaria. Un tercer reto es crear vasos comunicantes con los aún más radicales, aquellos que creen en la vía de fuerza y la están impulsando, sin perder la legalidad se puede ser la voz pública de aquellos que luchan en la clandestinidad.

El drama de Venezuela es que todas estas agendas son paralelas y sin embargo no están coordinadas, que sigue el diálogo, la AN elegirá directiva, habrá elecciones, las protestas sociales continuarán, quienes se levantan en armas lo seguirán haciendo y mientras tanto la sociedad sigue sin reconocer a un liderazgo ni a una organización como el reflejo de sus anhelos, la desconexión es total, a pesar del más de 70 % de rechazo al gobierno chavista. A lo lejos se asoma la esperanza de la candidatura independiente de Lorenzo Mendoza, inscrita en una especie de vía electoral alterna, que no sabemos si tiene consciencia del momento real de la política nacional, donde no solo se trata de ganar elecciones y ser candidato. Sin embargo, su figura fresca, exitosa y honesta, parece levantar más pasiones que todo el establishment junto. (Erick Obermaier)

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