Opinión

Hispanos Mesoamericanos

10 de octubre de 2024

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Luis Fernando Ibarra

Corría el año 1521. La vasta región mesoamericana era inmensa con presencia de innumerables comunidades carentes de unidad política. Desde el norte del hoy México hasta la América central, ni siquiera los aztecas dominaban ese vasto territorio. Dos grupos destacaban por su dominio: los mexicas o aztecas y los tarascos o purépechas. Como toda especie territorial, esos reinos en ocasiones se enfrentaban, y de no aparecer los castellanos, tal vez los tarascos de Michoacán hubiesen prevalecido. Los tarascos eran menos agresivos que los mexicas, aunque también practicaban sacrificios humanos.  La cultura tarasca parece haber sido olvidada en la historia oficial mexicana. Tal vez pagan la osadía de aliarse al conquistador.  En agosto, luego de dos meses de asedio, Tenochtitlan, capital del reino mexica, fue sometida por aproximadamente medio millar de castellanos y cerca de ciento cincuenta mil guerreros tlascaltecas, tarascos, totonacas, cholucas, zapotecos, quiropechas, xochimilcas, escocamos y otras etnias aliadas. “Todos a una”, liderados por el insigne extremeño Hernán Cortés. Ese 13 de agosto, las temidas fuerzas aztecas cedieron el control de un territorio al que habían llegado dos siglos y medio antes provenientes de las estepas del hoy estado de Utah.

Durante su dominio, los mexicas dominaron con feroz violencia todo el vecindario. Ninguna comunidad no azteca dormía segura. Proveer vidas para el altar de los dioses era obligación impuesta por el dominador mexica. A lo largo de la historia, innumerables grupos humanos ubicaron sus congéneres en la cadena alimenticia. Sin embargo, los mexicas llevaron esa práctica a otro nivel: agradar sus divinidades con la sangre y el corazón de sus vecinos, exhibir sus cabezas y dejar a sus sacerdotes la tarea de despresar el resto para deguste del pueblo asistente. Se cree que uno de los argumentos esgrimidos por el conquistador Hernán Cortés a sus futuros aliados, fue ofrecerles un Dios que no exigía sacrificios humanos. Cualesquiera que sean las razones del acompañamiento indígena a ese minoritario grupo de castellanos, el resentimiento acumulado convirtió a miles de mesoamericanos  en un ejército libertador que desterró el yugo mexica y abrió ese territorio al progreso que llegó con la conquista indo española.

Si. Aunque se insista negar, la conquista de América fue realizada por los propios habitantes originarios al frente. El 99% de los atacantes a la sede gubernamental azteca eran aborígenes. Esa noche triste, la furia tlascalteca arrasó su hermandad mexica, llevando la etnia casi al exterminio. Los pocos españoles no pudieron controlar la explosión de venganza desatada por la alianza indígena contra sus hermanos mexicas. La extinción de la minoritaria etnia azteca estuvo cerca. Se puede sostener que la genética indígena del descendiente mexicano es más tlascalteca que mexica, por lo que el nombre de esa república debió ser Tlascala y no México.

No existe argumentación racional que pueda explicar la gesta conquistadora y control de un territorio tan inmenso, por un escuálido grupo de españoles sin respaldo de sus habitantes originarios.  Hurgando la historia que nos ocultaron, encontramos demostraciones inequívocas de la participación aborigen no forzada que convierte a los indios en los verdaderos conquistadores de América.  En el sur de América años más tarde, también el conquistador Francisco Pizarro con apenas 166 castellanos, pero apoyado por millares de nazcas, aimaras, chancas y tallanes, derrumban el yugo inca opresor de su vecindario.  Sin sostén indígena, España no hubiera permanecido tres siglos en América. Como socios, los guerreros mesoamericanos combatieron junto a castellanos para lograr control de territorios para la Corona española. En 1582, guerreros tlascaltecas se enfrentaron a corsarios asiáticos (samuráis) por el dominio de Filipinas, centro estratégico comercial del Pacífico. También sobrevivientes aztecas, luego de la caída de su ciudad estado, participaron al lado de españoles en la conquista de la hoy Florida. En esas gestas, los aborígenes conquistadores lucieron uniformes hispanos y orgullosos blandieron espadas de acero toledano.

Los actuales mexicanos están fanáticamente convencidos que los mexicas eran mexicanos. Si eso es cierto, entonces los  tarascos, tlascaltecas y las otras  comunidades también lo eran. Lo ocurrido ese 13 de agosto de 1521 fue el final de un enfrentamiento entre dos bandos, ambos conformados por cientos de miles de mesoamericanos, aunque uno “guapo y apoyado” por unos 500 españoles. Como curiosidad, entre ese minoritario grupo español, estuvo el afro descendiente, conquistador hispano, Juan Garrido. El primer negro que pisó América. Garrido contribuyó como hombre libre al mando de Hernán Cortés, a conquistar Tenochtitlan. Incluso asombró a los aztecas al confundirlo con Tezcatlipoca, su dios de tez oscura. En oposición, el primer negro que arriba a las 13 colonias inglesas en norte América, llega encadenado como esclavo. La historia oficial deliberadamente también ignora la presencia de afro hispanos en la conquista de América: Juan Bardales, Juan García, Sebastián Toral, Juan Beltrán, Juan Valiente, ente otros.  La raza de ébano, bajo nacionalidad castellana, arriesgó su vida en varias expediciones, ocupando diferentes roles de liderazgo. En la caída de Tenochtitlan también al mando de Cortés lucharon mujeres. Destaca María de Estrada, quien espada en mano asombró luciendo con destreza su habilidad para abatir aztecas.

Erróneamente se califica como caída de México al desplome de la capital azteca Tenochtitlan. Eso no es cierto. México inició  existencia como nación a partir de su independencia en 1821. En la toma a la capital del imperio mexica, el único gobernante que pierde su poder es el jefe azteca Cuauhtémoc. Al día siguiente del derrumbe de Tenochtitlan, en respeto a los acuerdos de la coalición indo española “todos contra los tiranos aztecas”, las comunidades mesoamericanas continúan sus gobiernos y unidos a los castellanos se disponen a conquistar para civilizar la región aceptando la regencia de la monarquía española. Cabe preguntarse: ¿Porqué  millones de indígenas guerreros, juran lealtad a un rey lejano y no aniquilan a ese ínfimo puñado de españoles?  Aquí hay que reconocer al conquistador Hernán Cortés, quien desde su estadía en La Española, 7 años, y Cuba, 8 años, venía estudiando al señorío Moctezuma. Su capacidad de estratega para hilar fino, lo lleva a planificar diplomacia de alto calibre hasta lograr la mayor alianza multiétnica de tribus contra los opresores mexicas. Al final, con el apoyo mayoritario indígena, Cortés derroca al denominado imperio azteca.  Día de júbilo para los habitantes de la región mesoamericana. Acabaron con un régimen déspota que les sacaba el corazón y se tragaba sus muslos. Luego de la caída de la ciudad estado de Tenochtitlan, años después se conformará el  virreinato de Nueva España, construido con raíces indígenas e hispanas, posicionándose como  la región más próspera y esplendorosa del mundo.  La región inicia un periodo de fusión social y desarrollo que será trastocado por la independencia tres siglos después.

¿500 años de resistencia indígena? Ese es un discurso de manipulación ideológica y política. La alocución de conquista destructora es dañina a la psiquis colectiva americana e induce a la frustración, además de desvalorizar el gentilicio indo hispano. Los mexicanos llevan más de 500 años victimizándose a sí mismos cuando el colectivo necesita una visión positiva de su historia. La negación a su identidad cultural  les coloca en posición de almas en pena. Los europeos no se victimizaron nunca de sus invasores romanos. Los españoles les trajeron el legado griego, instituciones y derecho romano, escritura, lengua, calidad de vida, siglos acumulados de ilustración, pero el fanatismo indigenista mexicano lo descalifica. A través de los siglos, el destino evolutivo de la civilización conlleva la asimilación entre culturas. Unas nacen, otras fenecen.

Lamentablemente, las anglo historietas negro legendarias, le bajaron la autoestima al colectivo mexicano, refiriéndoles una historia manoseada para borrar de su psiquis la sucesión gloriosa de su indo hispanidad.  Justo antes de la independencia, el recuento poblacional del virreinato de Nueva España encontró solo 17 mil españoles entre una población de 6 millones. Es inconcebible gobernar en paz a tantos en tan inmenso territorio. Los regimientos espirituales conducidos por misioneros católicos trajeron mensajes de paz a territorios hostiles. Hasta 1773 se organiza un ejército en ese virreinato.  Es decir, durante 240 años no hubo milicia en Nueva España. Solo la protección ofrecida por políticas públicas emanadas del reino español y su aceptación aborigen, explican la tranquilidad de 300 años virreinales.

En la enseñanza mexicana se describe una historia muy marxista de oprimido contra opresor. Al exaltar a los mexicas (10%) e ignorar la mayoría de sus ancestros indígenas (90%), los mexicanos se ponen al lado del opresor.  El sistema educativo inculca a sus alumnos que los buenos son quienes oprimieron con su canibalismo ritual. Esa narrativa se promueve desde el gobierno mexicano. Se da un discurso donde se enseña despreciar lo español, aunque al final se repudien a sí mismos. La arenga oficial tiende a mal poner sus ancestros. Los izquierdistas mexicanos le echan la culpa de todo a Cortés. Al estudiante se le asegura que los mexicas estaban destinados a conquistar el infinito. Que eran gloriosos, ilustrados y opulentos, hasta que hace 500 años aparecieron unos ambiciosos españoles que les masacraron y despojaron su presente y futuro.  La narrativa de odio inculca que toda la miseria en México es culpa de unos abusivos quienes robaron sus recursos oro y plata. Narrativa canallesca.

Estudios recientes, apoyados en fuentes  estadísticas del banco de México, demuestran que entre 1521 y 1821 solo se extrajo el 7% del oro existente en el territorio mexicano. Otras investigaciones muestran que durante 300 años de América virreinal se extrajo menos oro que la cantidad que obtiene en uno o dos años una compañía canadiense. Ante tal realidad, ¿Quién puede acusar a los españoles de saquear todo el oro mexicano? Una minería tan artesanal del año 1600 no permitía extraer oro masivamente.  La situación innegable es que hoy México y Perú figuran entre los 10 primeros países con mayor producción mundial de oro. Lo cual contradice el mito negro legendario que acusa a los españoles de robarles todo el oro. En realidad el mayor saqueo a los recursos mineros mexicanos ocurre bajo dominio de la nueva dirigencia post independencia.  Hoy, por concesiones las mineras canadienses poseen más de la mitad de los derechos de explotación aurífera de México.  Sin incluir la pérdida del oro de California y el petróleo de Texas que los independentistas no  defendieron, cediendo más de la mitad del territorio mexicano a sus vecinos anglo norteamericanos.  

Muchos factores unieron indígenas y españoles. Tal vez los Mesoamericanos se interesaron en el hierro, arados, grandes embarcaciones, el trigo, caballos, bestias de tiro, los cerdos,  armas de fuego, cerraduras, un nuevo Dios, etc. Sus soberanos comprendieron que el futuro de sus pueblos podía mejorar con las tecnologías europeas. Al inicio el choque resultó inevitable, pero a medida que interactuaron, los naturales prefirieron aliarse a la estabilidad. Asociación entre indígenas y españoles realistas que se prolongó de manera inquebrantable incluso durante la guerra de independencia. Sin duda a los mesoamericanos les atrajo la cultura castellana y su política de inclusión. A finales del siglo XV los castellanos tenían lo más avanzado de la tecnología de la época, recursos intelectuales, económicos y culturales que les permitieron dar la vuelta al mundo. Tenía que ser España. Tan magnificente hazaña no la podía hacer un imperio devastador, solo un imperio civilizador pudo alcanzar tanta grandeza.

Es la influencia de la reina Isabel la católica quien reconoce que los habitantes originarios eran primero humanos, y en consecuencia merecían un trato justo y equitativo. Su majestad decreta como principio rector de gobierno el respeto a los derechos de los habitantes originarios. Desde 1492, cuando se conoce que en América hay habitantes, la reina es la primera en exigir una conquista con derechos humanos. Esa política de estado, fundamentada en la fe religiosa, es mantenida por Carlos I y Felipe II. Las leyes españolas privilegiaron el buen trato a los indígenas. Aun así, ocurrieron abusos, crueldades, vejaciones, impunidades. Pero se debe entender la imperfección de cualquier obra humana. Cuando se gobierna a miles de kilómetros, sin  medios de comunicación adecuados,  no hay garantía que los encargados de aplicar las leyes se comporten a la altura de los ideales inspirados en las políticas de estado.  Entre conquistadores crueles puede citarse a Nuño Beltrán de Guzmán en Nueva Galicia, Pedro de Alvarado en la hoy Guatemala, Gonzalo Pizarro, los alemanes Ambrosius D´Alfinger y Nicolás de Federmann, auspiciados por la casa Welser en el sur de América, y otros. Esos conquistadores desobedecían las leyes antiesclavistas de indios (Leyes de Burgos). Durante los primeros 60 años de conquista, numerosos españoles inescrupulosos ilegalmente herraron indígenas como esclavos. Sin embargo, ante denuncia, los infractores fueron severamente castigados por la corona. La esclavitud siempre ha acompañado a la humanidad. Ya existía en la mesoamérica precolombina. Tomó años erradicarla. Siempre fue un derecho de guerra marcar esclavos.

La reina Isabel llega al paroxismo de incluir en su testamento órdenes de trato digno al indígena, exigencias que son acatadas con obediencia por sus sucesores: nieto y bisnieto. La reina dijo: “Los indios son vasallos libres de la corona castellana, en condición de rústicos o miserables; y por lo tanto merecen la protección o la tutela de la autoridad para resguardarlos de algún español abusivo”.   Desacatar esos designios testamentarios de su majestad católica era garantía de quemarse en el infierno, y tanto Carlos como Felipe sí que creían en ello. Esas políticas públicas facilitaron la sobrevivencia de los pueblos originarios. Nada comparable con el resto de los países europeos, que donde pusieron pie sus conquistadores, avasallaron, creando colonias y regiones factoría bajo políticas de exterminio premeditado. También hay que destacar que por Ley, todos los indígenas fueron exceptuados del tribunal de la inquisición.

El recuento poblacional mexicano o censo previo al año 1821 arroja un valor de 6 millones de personas. El 76.6 % de los censados hablan náhuatl. Es decir,  4.6 millones de náhuatl parlantes post independencia. Quienes forzaron el lenguaje español a los mexicanos fueron los oligarcas criollos. ¿Por qué difamar diciendo que los castellanos impusieron el castellano a la fuerza? Probablemente Hernán Cortés fue alumno de Antonio de Lebrija, autor de la primera gramática que se hace en el mundo a un lenguaje (español 1492). Le siguen las gramáticas Náhuatl y quechua. Si, la lengua náhuatl es la segunda en el mundo en poseer gramática. Esto solo ocurre en la conquista de América porque los españoles deciden aprender el idioma de sus pueblos aliados para evangelizarlos, y  traducir clásicos de la literatura a esos lenguajes. Un pueblo déspota imperialista no sacrifica tiempo y recursos en crearle una gramática a la lengua de un pueblo esclavo al que desea exterminar. La política hispana es valorar y entender a sus nuevos congéneres hechos ciudadanos españoles. Los misioneros hacen diccionarios náhuatl-español, quechua-español, aimara-español, maya-español, etc.

Durante el 95% de la historia mesoamericana los mexicas no existieron. Los mexicas fueron un pueblo tirano esclavizador de vecinos. La civilización mesoamericana empieza a desarrollarse alrededor del año 1500 AC.  Olmecas, protomayas, etc. No son los mexicas quienes construyen las llamadas pirámides del sol y la luna. Estas se estiman en el 200 DC. La pirámide Teotihuacán se erige para 250 DC.   Se cree que para el año 650 DC la ciudad de Teotihuacán ya no existía. Los mexicas no son los desarrolladores de ese patrimonio. Los pueblos náhuatl parlantes arriban en el siglo V DC. Alrededor de 1200 DC aparecen los mexicas.  En 1325 DC se funda Tenochtitlan. En 1487 los mexicas inauguran el templo Mayor. Según crónicas, difíciles de probar, lo celebran extrayendo 20 mil corazones en 20 altares a lo largo de 4 días. De ser cierto, todo el vecindario los odia: cada vecino perdió un padre, hijo, hermano o  esposo.

Luego de la derrota azteca y bajo control español, los mesoamericanos inician lentamente un cambio a su dieta. En vez de tragar al colindante, sustituyen los muslos humanos de su alimento por suculentos cerditos, delicia que trajo a Nueva España el conquistador Cortés. Los cerdos son de alta tasa reproductiva. En pocos años se convierten en una fuente proteica accesible. La gastronomía mexicana  de hoy y su sinfonía de sabores  no existirían sin la herencia española. La conquista incorpora cerdos a los taquitos de pastor. Los porcinos también aportan el chicharrón tan apetecido en esa región. Además gallinas, ovejos y más tarde ganado vacuno, bestias de carga. Con la tecnología de bueyes y el arado, las poblaciones pueden incrementar la producción requerida para alimentar su prolífica población. Viviendo entre chozas y a la intemperie, además de con muy precarias herramientas, no es creíble que sus moradores se alimenten con abundancia. Las hambrunas y dificultades atraían canibalismo necesario. Los sacrificios a los dioses también incluían el propósito de alimentar el pueblo. Lo extraño de esos rituales es que se ofrendaba el cuerpo de sujetos pertenecientes a otras tribus. Es decir, los mexicas agradaban a sus dioses pero con carne ajena. De ahí el odio presente en el vecindario, sentimiento anti mexica  que anima a juntarse a los conquistadores para apoyar el asedio y caída del dominio azteca.

Evidentemente, las mujeres xochimilcas, tlascaltecas, totonecas, huecotingas, chalcas, tepanecas, y hasta las aztecas fueron beneficiadas por la conquista al comprender que el amanecer de sacrificios había cesado con la actuación de los castellanos y su Dios redentor. Como recurso de sobrevivencia, a lo largo del tiempo, las comunidades humanas sometidas por hambrunas han recurrido a la antropofagia. Azotada por el hambre, cualquier especie biológica canibaliza. Pero tener un opresor poderoso que solo coma los tuyos no es soportable. Otra ventaja para las féminas mesoamericanas la promueve el apostolado católico, al erradicar la poligamia y predicar reconocimiento del derecho de las mujeres a administrar su propio patrimonio. La política pública española impone la monogamia. Podrían aparecer desadaptados, pero una mujer se beneficiaba de ser legítima esposa. Un cambio importante del paradigma cultural tribal.

Una cuestión preocupante para la corona fue: Con tan pocos españoles en América, ¿Cómo gobernar un lejano e inmenso  territorio poseedor de tan disimiles culturas, lenguajes, etnias? Solución: Autogobierno. Puesto que los gobiernos en los reinos mesoamericanos eran en esencia monárquicos: “dejaremos que se gobiernen ellos mismos”. Se aprovechó que cada comunidad tenía sus reglas y gobernantes que provenían de una familia real.  El derecho español estableció la república de indios, y reconoció la condición de cacique a cada gobernante. Las comunidades fueron nucleadas bajo la autoridad de un Alcalde Mayor, quien estaría atento al quehacer indígena, y a su vez, los alcaldes quedaron subordinados al Virrey. El Virrey tenía la obligación de atender de manera prioritaria el gobierno de las repúblicas indias preservando su orden dinástico aunque bajo supervisión hispana. El primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza y Pacheco, también recibió el cargo de Protector de los Indios. Le correspondía aplicar las políticas públicas en favor de los habitantes originarios. Privarían los usos y costumbres indígenas, solo restringiendo actividades  opuestas a los principios de la fe católica, por ejemplo, la poligamia o sacrificios humanos. Todas las normas prehispánicas permanecieron vigentes en cada territorio. Además, se implementó el Fuero Indígena, una tutela favorable a los nativos, de modo que todo indígena quedaba fuera de la jurisdicción de leyes españolas, y solo podía ser juzgado bajo las reglas de su nación y en tribunales indígenas. En consecuencia, se crearon los Tribunales de Indios, destinados a resolver litigios entre nativos. Los aborígenes sí que dieron uso a sus tribunales especiales. Por lo más mínimo  se querellaban en las Audiencias.  Todos los juicios se hacían orales con defensores gratuitos y su fuero protector. Los jueces debían hablar el lenguaje de los litigantes. Y ay del que irrespetara sus tierras; y especial cuidado con forzarlos a trabajar más de  ocho horas diarias. Una avanzada protectora sin parangón, inconcebible en ninguna conquista o colonización realizada por ningún otro país europeo.   Fue esta una combinación exitosa de gobierno. Con el tiempo, los privilegios dados por los reyes a los indígenas fueron moldeando una actitud rencorosa en los descendientes de españoles criollos, quienes juzgaron esos tratos privilegiados como inaceptables.

A pesar del mestizaje, muchos criollos albergaron el racismo. Las familias criollas se esmeraban en blanquear su árbol genealógico, desdeñando cada vez más a indígenas y negros. Los descendientes de la realeza india fueron reconocidos con títulos nobiliarios y considerados miembros de la casa real española. Por disposiciones emanadas durante el tiempo virreinal, hasta 1934, más de 600 nobles descendientes del señorío Moctezuma cobraron pensiones equivalentes a 90 mil euros anuales por descendiente. Un conde de la casa Moctezuma fue virrey de Nueva España. Al día de hoy los descendientes de Moctezuma conservan sus títulos nobiliarios: Juan José Marcilla de Teruel-Moctezuma, actual duque de Moctezuma de Tultengo. Este ducado de Tultengo se codea con los títulos de más alto abolengo español, al mismo nivel de los duques de Alba, Osuna, Medinaceli, Lugo.

En honor a la verdad, los indígenas mesoamericanos fueron perseguidos por los criollos descendientes de españoles. Incluso, los herederos del fértil Moctezuma tuvieron que huir a New Orleans, para evitar la persecución de los criollos independentistas. También, luego de la independencia, el ejército de los Estados Unidos Mexicanos inició un plan para acabar con los indios Apaches y otros pueblos indios.  Según palabras del conocido jefe apache Jerónimo, reconociendo el trato castellano: “Siempre tuvimos problemas con el blanco mexicano y con los blancos norteamericanos, pero no con los españoles”.  Algo parecido acaeció en Sur América: los criollos post independentistas casi exterminan a los indios araucanos hoy llamados mapuches. Los republicanos uruguayos por poco aniquilan a los charrúas. Las grandes matanzas contra los pobladores originarios ocurrieron luego de la independencia.

Reconocer a México ignorando su origen hispano resulta engañoso. La cultura mexicana sin España no es mexicana. La conquista de esos territorios es innegablemente realizada por los antepasados originarios de los actuales mexicanos. Sin duda México es el país más hispano de América.  Hasta su virgen de Guadalupe es de origen español (Extremadura, siglo XIII). También el traje de charro mexicano, aunque muy macho, provino de Salamanca. Si bien de raíz árabe, el proceso mágico de destilación que origina el tequila lo trae España a Mesoamérica. El tlacatlaolli, que en náhuatl significa «maíz de hombre», denominado pozole, es un manjar élite que no puede faltar en las mesas de los mexicanos cuando celebran su independencia. Gracias a su conquistador, hoy los mexicanos sustituyen el muslo humano por carne de cerdos descendientes de los llevados por Hernán Cortés. ¿Cómo renegar de tan profunda simbiosis indo hispana?

A medida que el tiempo se acercaba al siglo XIX, los criollos aumentaron su resentimiento hacia los protegidos indígenas. Aborrecimientos y rivalidades en crecimiento que enfrentaron habitantes originarios contra criollos en las guerras de independencia, razones explicativas  de la decisión indígena mayoritaria de combatir en contra de los libertadores y en favor del “Rey, Cristo y la Patria”. Innegable elección a lo largo y ancho de América. En 1810, mientras el ejército español se defiende del invasor napoleónico francés, en ultramar se inicia contra la Nueva España, un movimiento independentista anti autoridades virreinales. Ningún revolucionario era mexicano. Ambos bandos eran españoles. Una verdadera guerra civil entre españoles criollos y peninsulares. Estallan trecientos años de la obra civilizadora más trascendental de la historia humana. Se balcaniza la región más próspera del planeta, quedando bajo el dominio de los intereses comerciales ingleses y su política global de subordinación económica; codiciosos anglos acreedores en condición de instigadores y financistas de una guerra fratricida.

Ignorancia imperdonable sostener que en Hispanoamérica España impuso una colonia. La España salamanquina y cristiana, precursora en derechos humanos no admite comparación.  En estas tierras hubo reinos. Los habitantes de hispano América fueron ciudadanos españoles. Durante trecientos años, España se fundió con Mesoamérica, dando origen al mestizaje más renovador y potenciador de la especie humana. El sincretismo poblacional en Mesoamérica es de grandeza: lo mejor de Europa cruzó el atlántico para combinarse con lo mejor de meso y sur América. España trajo un imperio constructor anticolonial a América. Por el contrario Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania,  impusieron su imperialismo depredador a los territorios que controlaron en América, África, Asia y Oceanía. Notoria y racionalmente: América fue España, y durante trecientos años todos los habitantes de la América hispana fueron ciudadanos españoles. Gratitudes a la España líder de la indo conquista civilizadora.

ALGUNAS REFERENCIAS

  • Aita Rafael. Los Incas Hispanos. La historia no contada de la conquista del Perú. Editorial La Tribuna. 2022.
  • Díaz del Castillo Bernal. Relato de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Oficina Tipográfica de la Secretaria de México. 1904.
  • Ibañez Alberto. La Leyenda Negra. Historia del Odio a España. Libros en el Bolsillo. 2018
  • Gómez Carlos. Francisco Martín El Caníbal Castellano en la Conquista de Guata. Editorial Monte Ávila. 2021.
  • González Carlos Julio.  La Involución Hispanoamericana. Editorial Docencia. 2010.
  • Gullo Marcelo. Madre Patria. Editorial ESPASA. 2021.
  • Gullo Marcelo. Nada por lo que Pedir Perdón. Editorial ESPASA. 2022.
  • Gullo Marcelo. Lo que América le Debe a España. Editorial ESPASA. 2023.
  • Iturralde Cristián Rodrigo. 1492: Fin de la barbarie. Comienzo de la Civilización en América. Amazon. 2019.
  • Mira Caballos Esteban. El Descubrimiento de Europa: Indígenas y Mestizos en el Viejo Mundo. Editorial CRITICA. 2023.
  • Kate Mosse. Como las Mujeres (también) Construyeron el Mundo. Reinas Guerreras y Revolucionarias Silenciosas. Rocaeditorial. 2022.
  • Nicoliello Ribeiro Mónica. Indios, Españoles y Nuestraamericanos. Editorial Ediquid. 2022.
  • Núñez del Arco Proaño, Francisco. Quito Fue España: Historia del Realismo Criollo. Editorial JG. 2016.
  • Perlstein Pollard Hellen. El Imperio Tarasco en el Mundo Mesoamericano. Michigan State University. 2004.
  • Posada Gutiérrez Joaquín. Memorias Histórico-Políticas. Acme Book Binding. 1995.
  • Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de la Universidad de Sevilla. 1996.
  • Victoria Pablo. El Terror Bolivariano. Editorial La Esfera de los Libros. 2019.
  • Zamora Augusto. Malditos Libertadores. Historia del subdesarrollo latinoamericano. Editorial Amazon. 2022.

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