Opinión

Imitemos a Nelson Mandela

16 de julio de 2019

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Uno de los líderes políticos, filantrópicos, sobresaliente activista y sociales emblemático del mundo Nelson Rolihlahla Mandela, nació en Mveso, Transkei en África en 1918. Su niñez estuvo ausente de las costumbres, diversiones y hábitos normales de su edad, porque esas prerrogativas eran exclusivas para los hijos de las personas de color blanco. Los gobernantes de entonces en ese continente practicaban en la mayoría de los países del mismo, una de las peores transgresiones a los derechos humanos denominados el Apartheid, que significa el “desarrollo separado de cada raza en la zona geográfica que le es asignada”. Poseía una serie de cualidades, virtudes, liderazgo y destreza, que lo convertía en una extraordinaria personalidad por su capacidad de trabajo, fuerte poder de seducción, valentía, integridad y gran defensor de los derechos humanos. Desde temprana edad liderizó unos cuantos movimientos contra el Apartheid. Esto le permitió y lo transformó en un líder nato para conducir multitudes. Cualidad que le favoreció para integrar el movimiento de lucha contra la opresión en desmedro de las personas negras sudafricanos el Congreso Nacional Africano (ANC).

Desde esta organización política y motivado por la inspiración y propuestas del líder Mahatma Gandhi, emprendió la lucha no violenta en pro de sus semejantes. Así entre 1951-1952, la Liga de la Juventud del ANC, comandada por Nelson Mandela desarrolló una campaña de desobediencia civil contra políticas y leyes segregacionistas. En 1952, Mandela jefaturó la Federación del Congreso Africano en la provincia de Transval donde desafío abiertamente a los gobernantes. El régimen opresor impuso una represión brutal con varios miles de detenciones, inclusive a su líder. Al cumplir la condena en 1955, inició sus actividades innatas. Entre ellas promovió la aprobación de una Carta de la Libertad, contentiva de varias reivindicaciones como: un estado multirracial, democrático, igualitario, reforma agraria y una concepción de justicia social para el reparto equitativo de la riqueza.

Frente a esas aspiraciones y exigencias el régimen racista en 1956 profundizó las medidas y métodos segregacionistas. Entre ellas creó siete batustanes, espacios destinados para confinar y marginar a la mayoría negra. La reacción inmediata a esta arbitrariedad oficial del Congreso Nacional Africano fue un conjunto de manifestaciones, boicoteos y constante presión popular. La represión aumentó inmisericorde con muertos de manifestantes, presos y hasta Mandela lo detuvieron por varios meses.

En 1962 el contestatario al gobierno viajó por países africanos para solicitar y recabar fondos económicos, adiestrarse en instrucción militar y promover el proyecto de lucha frontal contra el régimen del momento. A su regreso al país lo detuvieron y fue condenado a cadena perpetua. Estuvo encarcelado primero en la Isla Robben, después en la prisión de Pollomoor y luego en Víctor Vester. Al iniciarse una fuerte campaña internacional para su liberación, en 1990 salió de su detención, medida concedida por el mandatario blando Frederik De Klerk, así como la legalización del partido el Congreso Nacional Africano.

En reconocimiento a la postura a los dos personajes antagónicos y desde el resultado obtenido, tanto Mandela como De Klerk recibieron y compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993. Una vez en libertad inició la lucha política y en las elecciones de 1994 convirtieron a Nelson Mandela en el primer presidente de color de Sudáfrica (1994-1999). El nuevo mandatario invitó a De Klerk para que lo acompañara como Vicepresidente en su gobierno. Desplegó varias medidas, entre las cuales sobresalieron: un plan de Reconstrucción y Desarrollo, esbozó e impuso una política de reconciliación nacional, destinó enormes recursos económicos para mejorar la vida de sus compatriotas, así como otras medidas para eliminar de raíz la segregación social. Aunado a esas iniciativas redactó una nueva constitución, aprobada por el parlamento en 1996 y en compañía del arzobispo Desmond Tutu, presidente encargado de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación presentó en 1998 al congreso las conclusiones y recomendaciones del informe respectivo para señalar no solamente los vejámenes, crímenes y abusos del régimen transgresor de los derechos humanos (cualquier parecido con el socialismo chavista-madurista es pura coincidencia…), sino asimismo los cometidos por su partido el Congreso Nacional Africano.

En 1999, después de desempeñar una encomiable y transcendental vida pública mayormente destinada a velar por el buen trato a sus compatriotas y además evitar los episodios antihumanos ejercidos por los regímenes oprobiosos de los derechos fundamentales de las personas, Mandela se retiró. A partir de entonces, desde diferentes personalidades e instituciones mundiales y de su país recibió innumerables manifestaciones de aprecio, reconocimiento a su rol protagónico y solidaridad a su tenaz defensa en pro de sus connacionales de color, como el líder carismático de la historia de su país por sus cualidades de lucha continua por la libertad, la justicia y reconciliación, a pesar de los sufrimientos padecidos por casi tres décadas de vejamen, persecución, marginación y presidio. Uno quizás de los ejemplos en el mundo que deben practicar los gobernantes desalmados, crueles, asesinos y propulsores de malas prácticas en desdicha de sus gobernados es el de Nelson Mandela. Poe eso se considera su reconciliación como una de las virtudes a ejecutar por los buenos jefes de Estado. Al conmemorarse el 18 de julio un nuevo aniversario de su natalicio digamos Imitemos a Nelson Mandela para lograr la paz, tranquilidad y bienestar en estos momentos cruciales para Venezuela y así volver a aquellos tiempos de progreso que se nos escaparon por las malas medidas, políticas e intenciones de los jerarcas usurpadores de nuestros derechos constitucionales. 

(Alejo García S.)

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