Néstor Melaní-Orozco
«A mi buen amigo, Dr. Yimmy Navarro»… Existieron los muros de la hacienda y entre sauces, pinos, rosas de Castilla; una casa grande con sus tapiales del origen de la Colonia y la bandera junto a la capilla donde oraron los peregrinos de «La Gran Colombia»… Corría el año de 1830. Los malestares de los enemigos de la cruzada de la libertad donde Bolívar proclamó la vida de la Gran nación del sur se convertía en egoísmos y traidores, para desmembrar aquel sueño de América. Fue de oficios a los fieles de este testimonio y la misión Admirable desde Bogotá comisionó al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, a reunirse en Valencia con el general José Antonio Páez entre las virtudes de su consejero Miguel Peña. La marcha para mediar y evitar la cruel división. Y de viajeros edecanes acompañando al General, más el arzobispo de Santa Marta, José María Estévez, Rodrigo Aranda y el coronel José Escolástico Andrade, secretario edecán del héroe Mariscal.
Entre un estado de oficiales y una agrupación de tropas acompañaron al Libertador del Perú, cuyo fin era llegar a Valencia. Surcando los Andes de Colombia, Pamplona, San José de Cúcuta, Capacho, Táriba, Lobatera, El Cobre y muy final la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita. Entre arreos, la caravana con algunos lanceros húsares peruanos y la comitiva defensora del ideario del Libertador. Fue de los días de marzo de aquel 12 de 1830 arribando a La Grita en los misterios aún de la guerra y lugar quien 17 años atrás el anciano sacerdote Fernando José García recibió al Libertador en su Campaña Admirable de 1813. Y ahora recibía con honor y servía de anfitrión del general de la gloria de Pichincha y fundador de la nación de Bolivia. Pernocta Sucre en la Quinta de Manuel de La Rosa Andrade en la hacienda de Aguadias, muy cercana a la iglesia de los franciscanos de los ángeles; entre la división del callejón del terremoto de 1610. Y el cerro del Peralbrillo. El General Sucre permanece en la casona durante ocho días, lo describe en sus relatos Don Fidel Orozco, como Raúl Salcedo hace la afirmación de lo dicho en el libro de gobierno de la iglesia del Convento. Bajo las custodias de la oficialidad y la ofrenda del obispo Estévez al regalarle al Santo Cristo de los Milagros, «El crucifijo de las misericordias», un ánfora de plata. Estando la imagen en la iglesia de los Ángeles. Se habló siempre en los hechos de aquel pueblo blanco de cal y de ser la capital política de la provincia en la importancia de la última visita del Mariscal a su patria, solo logrando llegar hasta La Grita. Mientras de emprender el viaje a Mérida, un emisario por órdenes del General Páez en el lugar de Las Porqueras les avisó: «Si entraban en tierras merideñas serían fusilados». Allí duermen en ese lugar del páramo… La comitiva retorna de nuevo a La Grita. Vuelven a pernoctar en la Casa de Las Rosas, se manifiestan las agonías. Y desde aquella fracasada tarea, el Mariscal retorna de nuevo camino de Cúcuta. Llora la Gran Colombia, llora el sur del continente. Mientras la Quinta de las Rosas de la heredad de los Andrade guardó la esencia del General mártir de la Independencia. Aún la puerta pequeña para entrar al aposento donde durmió el hijo de Cumaná se conserva. Como las huellas ultimas de defender el ideario Bolivariano.
Cincuenta años después el general Espíritu Santo Orozco habitó en la dichosa Quinta, donde describió los menesteres de la casa y de la silla de descanso en las inquietudes y desesperados momentos del dichoso Mariscal. Y muy en el siglo XX pasó la casona a posesión de Don Antonio Zambrano y la ciudad aún sin saber las pertenencias de la verdadera historia del Mariscal de Ayacucho en La Grita, en aquella casona con el respirar de dos siglos y de haber guardado la espada del comandante de la batalla de Junín y la chamarra de guerra de la emancipación de Nueva Granada, del Ecuador y de los dioses peruanos de Nazca. Dicho por Doña Manuela Orozco de Ruiz que había nacido en aquel histórico lugar, al profesor Domingo Enrique Lupi. Han cruzado los tiempos y los herederos de la casa Quinta de Manuel de la Rosa Andrade, le desmontaron los viejos techos y los cambiaron por machimbres, sin el sentido de lo patrimonial, desde la alacena donde se guardaron las memorias y los escritos de José Escolástico Andrade, descripción narrada en el «Lápiz» por su nieto Don Tulio Febres Cordero. Cuando aún el trapiche conserva su armazón, horcones y vigas, cambiado ahora por zinc, antes originario de cañas. Estructura gigante de los secretos y de los testimonios. Sería de honor para la «Atenas del Táchira » que este lugar de interés cultural e histórico no solo de nuestro país, sino del todo el continente, sea una declaración nacional, más de honor de haber albergado al Libertador del sol de los incas. Y sobre las losas de su suelo, en los ladrillos esté presente el testimonio de la ciudad con la pertenecía histórica más grande de nuestros pueblos andinos.
Y de ser un día la casona en un gran museo de la comarca de las montañas, más del clamor que guarda el Archivo del municipio Jáuregui donde describe haberse quedado en esta tierra un hombre de origen asiático: el chino cocinero del Mariscal más glorioso de la patria. ¡Para que viva de honor la verdad!
*Cronista del Municipio Jáuregui. *Artista Nacional. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró 1986. Barcelona. España. *Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York 1994. *Premio Nacional del Libro 2019. *Honrado con un Salón en su honor en la Gobernación del Táchira. 2022. *La Feria Internacional del Libro 2023 le honró con su nombre a su labor de Pintor. Ensayista y Dramaturgo. *Por decreto del Gobernador del Táchira se erigió la Estampilla Fiscal con sus obras bolivarianas. 2024.