La Real Sociedad busca un golpe en la mesa ante un Real Madrid
25 de abril de 2024
Julieta Cantos
San Cristóbal, por tratarse de la capital del estado Táchira, en donde en múltiples ocasiones se ha definido, por estudiosos de la materia, como la frontera viva más importante de Venezuela, tiene características especiales que influyen en su quehacer diario y sobre todo en su funcionalidad como ciudad.
Sin querer parecer simplista, ni lineal, nuestra vinculación con Colombia es de toda la vida. Lógico. Somos vecinos, no de ahora, sino desde nuestra constitución como países hermanos. Esta relación viene dada por diferentes condiciones. Fundamentalmente, la política, la económica, la geohistórica y la social. Lo geohistórico no es casual, debemos recordar que Bolívar, en su Campaña Admirable, entra a Venezuela por el Táchira, a través de Cúcuta. Nuestras vinculaciones y relaciones políticas nos llevan a plantear la Gran Colombia. La social, pudiera decirse, es la más “natural”. El ser humano, desde sus orígenes, fluye entre naciones y entre sus propios estados, departamentos o regiones, sin que existan barreras fronterizas; los denominados límites, ya sean geográficos o político- administrativos, para los habitantes no existen. Ellos transitan dependiendo de las condiciones económicas y políticas de sus respectivos lugares de procedencia…y he aquí lo importante de lo social. Unas condiciones externas a las personas las obligan a migrar, pero les hacen establecer redes sociales de solidaridad. Y es así como tenemos, tanto los venezolanos como los colombianos, parentescos y amistades, desarrollados en el tiempo, en el transcurrir de las viscicitudes de nuestros países. Lo cierto es que entre el Táchira y el departamento Norte de Santander existen vinculaciones generacionales, que aportan…o no, dependiendo del caso, como en toda buena relación. Y esto no depende de los Gobiernos, aun cuando sean estos los que establezcan esas condiciones políticas o económicas del momento. Por eso, para mí, la xenofobia no procede del propio pueblo de nuestros países hermanos, sino que es infundada por las políticas de Estado, del gobierno de cada país.
Ahora bien, esta introducción me sirve para sumergirme en lo denso de este artículo. El abastecimiento de gasolina en nuestro estado es cada vez más traumático y genera impotencia en los ciudadanos, habitantes de nuestra región, al punto que ha distorsionado nuestras relaciones sociales, laborales, productivas y, por ende, ha desarticulado nuestro lenguaje urbano, cuando vemos invadidas las calles, principales o secundarias, por enormes colas permanentes de vehículos.
Optimista, como soy, empezaré por la parte positiva. Se han generado en los frentes de las casas afectadas por las colas puntos de venta de comida: pasteles de yuca, chicha, masato, agua de panela, jugos de mora, como medida directa para aminorar la situación económica, e indirecta, del rescate de nuestra rica y diversa gastronomía, rescatando el puesto que habían tomado los refrescos, Pepitos y otros; y también como una forma de“vacilarse” la situación obligada de intranquilidad en cada sector, acercándonos a nuestros vecinos para frenar a aquellas personas inconscientes, quienes escudándose en su necesidad, uno no sabe si de abastecerse o bachaquear gasolina, orinan en los portales, botan basura y fomentan el ruido estridente sin consideración hacia los que habitan. Este hecho ha fortalecido la solidaridad, la denuncia y la participación de todos, tanto de aquellos que habitan en determinado sector, como de los que se ven obligados a pernoctar en un sector diferente al suyo para surtir gasolina, pero que entienden las circunstancias, porque también ellos son afectados por colas de abusadores en sus propios lugares de residencia.
Entendemos lo difícil que resulta controlar un negocio como el de la gasolina, en un sector fronterizo, en donde la contraparte es un país, señalado por consecutivos informes de la DEA y reseñado, por ejemplo, en La Opinión, en donde se habla que el 92 % del narcótico incautado en USA es de origen colombiano, y sostiene que creció en un 52 %. Más del 70 % de la producción de cocaína se encuentra en el Departamento del Norte de Santander y para ello, el ingrediente fundamental para su procesamiento es la gasolina, siendo que el negocio de la droga ocupa el primer lugar, por encima del petróleo e incluso de la trata de personas. Esto hace intuir el inmenso y millonario negocio existente en nuestras fronteras con base en la gasolina, ya sea por extracción directa “al mayor” o por pimpinadas “al detal”, sobre todo en momentos en que nuestra producción se ha visto significativamente mermada, lo que complica aún más el abastecimiento para la normalización de las actividades productivas y del diario quehacer en general.
Lo cierto es que los esfuerzos deben estar encaminados a generar soluciones a este problema que vincula con todo: lo político, lo económico, lo geohistórico, lo social, pero sobre todo nos está afectando en nuestra condición productiva y en nuestra condición ciudadana…como ciudadanos que formamos parte y habitamos y actuamos en San Cristóbal.
¿Cómo van a actuar el Gobierno nacional, el regional, el local, las comunidades?
Este es un problema denso, complicado y que no puede ser zanjado en un solo artículo. Esperando respuestas, y propuestas, detallaré las que tengo, en la seguridad de que serán ampliadas en la próxima columna. /[email protected]
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