Opinión

Los dibujos de Picasso

16 de julio de 2025

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Néstor Melani-Orozco

«Medité debajo del lugar del taller estudio del pintor y arquitecto Rolando Méndez, en una noche en La Grita, donde un caballo en sus pinturas hacía un berrido de tiempos. Y la figura aún sin ojos y desde allí, aquella noche volví a sentir en mis recuerdos a Guernika en los temples de un color inmenso».

 Entonces volví de aquella mañana de julio de 1987, despertamos en Madrid, habíamos venido desde Catalunya para estudiar a Picasso, mucho más para encontrarnos con los poderosos dibujos del pintor que desafió las invasiones de las crueldades alemanas. Entre las hirientes de la Guerra Civil Española. Más la importante obra del artista y el símbolo del siglo XX… Cosas del alma, entendimientos que un verdadero pintor debe saber sentir en los otros artistas, en los pueblos y mucho más de los genios para invocar las verdades del mundo.

Aún recuerdo la calle de Alcalá donde hacía casi cinco centenarios vivió Miguel de Cervantes, y lloró a su tierra y sufrió a sus pueblos con su «Quijote de la Mancha» de ir al teatro Molina y sobre la calle de los cuchilleros el famoso Café de Pompo, donde solía ir Gutiérrez Solana a pintar con los apuntes del tenebrismo inspirado del mexicano José Clemente Orozco. Y de los misterios antiguos; venidos del renacimiento del Caravaggio.

 Nos fuimos al Buen Retiro, el maravilloso parque cercano al Museo del Prado, allí habitaba Guernika, con los rostros de la invasión alemana a la ciudad vasca y con los gritos del alma de Pablo Picasso. La obra fue hecha para la Feria mundial de París. Y la misma que el dictador Francisco Franco ordenó con ser destruida, mientras por voluntad de Jaques Cousteau se logró sacar de España y guardarla en el museo de Arte Moderno de New York. Y de años después de la muerte del pintor, fue traída nuevamente a la España de los cambios sociales y de un cruel rey, heredero de los Borbón y cazador de inocentes elefantes en el África. Con cuánta emoción caminamos el pasillo hacia el templo del Buen Retiro, allí dibujos, apuntes, fotografías, definiciones describían cómo se realizó la obra monumental en memoria a los muertos de la guerra del país vasco. Y al final nos encontrarnos con la presencia pintada al temple casi de amor una monocromía, entre los secretos del aura en infinitas presencias y el verdadero grito del artista.

 Vinieron las meditaciones, desde lo geométrico: Una lámpara abría el misterio y un caballo moribundo se retorcía a los siglos, mientras una mujer parida llevando su hijo y de presencia; España herida carcomiéndose de políticos sin conciencia. Del toro en su bravura, de los lamentos, del sonido de los invasores entre cuerpos mutilados y almas flotando con rostros de gitanos sin saber leer y un pueblo caminando en los dolores de los Cristus de Sevilla. Ojos del asombro y el retrato de la tragedia vestida de los vinos del señor de la Zarzuela… Habiendo siete metros por tres en los amores y angustias de Picasso y del imaginario: los aviones alemanes volando y bombardeando a la ciudad de los revolucionarios de Vizcaya, sin saber el dolor de los humanos. Mientras un inmenso cristal protegía la obra del padre del cubismo en el mundo y de realidades el silencio de los espectadores.

 Allí permanecimos, la primera vez, más de tres horas en contemplación, en saber las dimensiones humanas del Artista y de valores el universo sagrado del arte. Del dibujante permitiendo la realidad retórica de los pueblos heridos y de los pobres de la tierra sufriendo. Muchas veces fui desde Barcelona a Madrid, pues era estudiante de la «Llotja, la Escola d’ Arts i Oficies» la academia donde estudiaron Picasso, Gargallo y hasta el noble Ruisiñol, entre tantos maestros. Fui con mi maestro: Pere Cara y mi amigo grabador Chechu d’Olamo, en lo dicho en la escuela de los oficios por José María Parramón. El más notable hacedor de libros de técnicas del arte en España.

 Los años pasaron, había que ser aprendiz de Homero, de encontrar a Aquiles, y desde el sabio griego, recorrer a William Blake, vestir de ilusiones a Velázquez y escribir el encanto de El Greco, de hablar de los códigos de Goya en las matemáticas de Guernika. En el Dibujo de las consagraciones. Aún en mi recuerdo aquel 20 de julio viendo por vez primera los dibujos del maestro del cubismo y el ágil defensor de los pueblos donde caminan aún migrantes buscando la tierra de Abraham. Porqué la pintura es una numeración y es la realidad de las existencias; en la lógica del sentido filosófico y de ancestros el tiempo más allá de lo esotérico. De una humanidad viva entre sus clamores y gritos.

 Cuando fui a recibir el Premio Joan Miró, volví a Madrid para atreverme a hablar desde mi ser con las obras de Picasso, en lo místico e imaginario, en lo cruel y sensual, sagrado y único a través de sus manifestaciones, como de sus escritos. Donde el paso del tiempo puedo leerme, y releer «El Deseo agarrado por la Cola» obra de teatro del pintor, hacedor en cien años del manifiesto de las formas eternas del arte moderno.

 En 1995 volví a España, por invitación de María Balcelt y Guernika la habían trasladado al «Reina Sofia» desde un concierto de voces y del sonido fresco y melodioso de unas líneas inmensas de un dibujo, allí sin seguridad como lo tuvo en el Cason del Buen Retiro, porqué es comprender la verdad desde la tierra al cielo. Y de un recordatorio; cuando dicté una conferencia en la Escuela de Bellas Artes de San Cristóbal, en su Aniversario y entre los asistentes, encontré amigos, alumnos y profesores y de tantas reminiscencias, volví a revivir los sentimientos, invoqué a Elbano Méndez Osuna, el fundador, el mismo compañero del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, donde estuvimos haciendo la esperanza de haber contemplado el mural de Leonel Durán de la transversal avenida Carabobo. Obra destruida por inconscientes. Obra desaparecida por los ignorantes y más allí de saber de la obra de Jorge Santana, de Alfonso Martínez, de Walter Buitrago, desde lo sublime de Agustín Guerrero, de las reales expresiones de Oskar Casanova y lo sagrado de Belkis Candiales, en lo eterno de Morelani. Entre las memorias de Poussin y el reminiscente saber de Guernika, en los dibujos manifestantes del arte social y credo del otro sentido del muralismo vanguardista. Como de encantos la verdad de nuestras vidas… Entonces entendimos que era un deber estudiar y aprender la Historia del Arte muy de memoria.

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