Opinión

Marxismo soviético y nazismo

21 de enero de 2018

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En la historia de la humanidad están marcadas dos épocas o infiernos distintos, pero sellados con las doctrinas del terror y la barbarie, identificados con el marxismo soviético y nazismo alemán, con lecciones que transformaron la sociedad mundial y que todavía existen influencias en varias naciones. Algunos historiadores se han entrampado en un axioma controvertido: “lo contrario al infierno no es necesariamente el paraíso, sino con frecuencia suele ser otro infierno”, con graves consecuencias sociales y políticas para las naciones. La evolución de las sociedades en el mundo ha tenido etapas buenas y malas, de las vacas gordas y las vacas flacas, pero siempre ha existido la convicción de evitar que haya una involución histórica en detrimento del progreso de la sociedad y mucho menos en la época contemporánea de la revolución tecnológica y la sociedad del conocimiento. Lamentablemente, existen regímenes que tienen etiquetas de esos modelos o con tendencias  y las potencias mundiales los  aceptan y hasta protegen por intereses mezquinos a su favor.

  En el marxismo soviético, como en el nazismo, el terror y el populismo extremo de compra de conciencias fueron y siguen siendo parte principal del sistema autoritario y una visión consustancial del destruir la democracia en el mundo. En Latinoamérica los  métodos han sido  flexibilizados y les han sido exitosos en la región,  bajo el control de la dinastía de los Castro en La Habana, las orientaciones de Putin, dictador vitalicio desde Moscú, y con el apoyo solapado de la China comunista. La estrategia política de los acólitos de los infiernos del terror tuvo sus variantes en función de los cambios de la ecuación del poder en el orden mundial, la crisis económica, especialmente la de los precios del petróleo, obligó a que relaciones económicas superaran a las políticas. En el escenario continental americano se evidenció en la última cumbre de los países americanos en Cartagena, Colombia, la crisis del precio del petróleo y los Estados Unidos, como mayor productor mundial, lanza la sorprendente decisión de establecer relaciones con Cuba, su archienemigo.

La estrategia operativa bajo la égida de La Habana no se traduciría  en revoluciones armadas internas, sería cuestión de utilizar la “teoría del caos” para debilitar gobiernos y utilizarlos como puntas de lanza o “cabezas de playa” para expandir el llamado Socialismo del Siglo XXI. La paz en Colombia, firmada en La Habana, tiene el sello ideológico del marxismo  soviético y la evidencia más relevante es la aceptación por parte de la sociedad colombiana de la creación de un partido político con las siglas de las Farc y que el líder criminal, alias Timochenko, sea el candidato presidencial para las próximas elecciones. La firma de la paz, se concretó cuando estaban dadas las condiciones para que las fuerzas subversivas marxistas salieran favorecidas para una transición hacia la política colombiana, el control del 60 % del territorio nacional, base narcologística y social que le garantiza una ventaja política. Con esta circunstancia, a corto o mediano plazo, nuestros vecinos pasarán a ingresar en el club de los países socialistas marxistas de la región latinoamericana.

Con esta corta aproximación a la temática del marxismo soviético y el nazismo alemán y el proceso histórico de estas doctrinas, como todos los fenómenos sociales,  llegaron para quedarse en la humanidad, dejando una estela de horror y frustración social. La lucha por el poder mundial inmersa en la globalización política, económica y social, ha dispersado los parámetros de los antagonismos, los paradigmas y las tendencias de estas doctrinas dejaron las secuelas del autoritarismo, el totalitarismo y el monopolio del poder en manos del “partido-Estado”. Estas tendencias desestimaron  el respeto de los derechos humanos, el papel de la sociedad civil, vital en toda democracia liberal, y  la eliminación del adversario con el modelo amigo-enemigo. La influencia del fascismo se identifica con la fuerte tendencia al populismo, la negación a la libertad de los derechos civiles y la exaltación a líderes carismáticos a escala mundial, en donde Rusia es el mejor ejemplo.

Gral. de Brig. [email protected] y @rovirov

(Óscar Roviro Villamizar)*

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