Porfirio Parada
En el 2024 se nos ocurrió la idea de hacer un taller de escritura autobiográfica. En los últimos años había escrito y publicado tanto sobre mi vida (todavía la sigo escribiendo hasta que me dejen en Diario La Nación) que pensé compartir algunas experiencias, informaciones, datos, conocimientos, autores sobre el tema a un público interesado. El taller fue un gran reto y una gran experiencia. Lo hicimos en Nueva Acrópolis y en el Ateneo del Táchira. Confieso que en los dos lugares tuve algo de nervios, empezando, luego me iba soltando, pero terminé diciendo lo que quería decir, y compartiendo lecturas y autores que quería hablar. Reconozco que también hubo algunas fallas, o cosas que faltaron, pero bueno uno va aprendiendo y puliendo todo en el camino. Bueno, sin más que escribir, vamos a compartir un texto de una de las participantes. Sin duda, escribir sobre lo íntimo, no es para cualquiera, pero si lo puede escribir cualquier persona. Aquí una muestra, de un texto femenino.
Texto autobiográfico: Biansy Mendoza
Mi vida había sido una constante montaña rusa, en donde me podría definir como la niña que logró ir a Disney por el día y a la noche como la adolescente con ansiedad. Recuerdo mi “alegre” infancia donde nunca “me faltó nada” y siempre “obtuve lo deseado”, según mi familia, sin negarlo y dándoles algo de razón, no tuve mayor problema, hasta la noche de mi crimen, esa absoluta, tenebrosa y desolada noche en donde me el cuchillo no atravesó la torta, si no mi corazón y mente, ¿Qué tan difícil era que mi núcleo familiar me pasara desapercibida y como un fantasma solo?¿Cuál era la necesidad de romper vínculos y corazones en un festejo? Mi festejo, el dichoso cumpleaños donde te conviertes en “señorita”. Yo me transforme en una ansiosa compulsiva.
Durante mi conocimiento sobre la amistad y comportarme como una niña conforme a mi edad, tuve el placer de conocer a muchas personas y diferentes comidas, lugares, películas, culturas y saber diferenciar cuando le agradaba a una persona o sólo fingía ser educado, pero mi inocencia y buena Fe me hacía confiar de más en quienes no debía, entregué mi inocente corazón a quienes “iban a quedarse por siempre” para que después con navajas sangrara mi corazón, ese mismo que prometían cuidar y amar.
Cuando eres una adolescente ansiosa con nuevas amistades, familia peleada e inmensas ganas de morirte, lo único que te puede hacer bien es la presencia de un ángel. No quiero decir que soy una persona con suerte, de hecho, puedo tener la certeza que en otra vida fui un kilo de sal, pero podría apostar toda mi vida a que un ángel fue guiado a mi camino para protegerme y amarme. Fue como si todo fuera más fácil a su lado, no había problemas, sin gritos destructores y sin inseguridades, reinaba el humor, los abrazos y el amor.
Mi ángel sabe cocinar, tiene buenos gustos musicales, una contagiosa risa, ojos de gatos, piel de porcelana, usa lentes como si fueran rayos X para detectar la vibra de la gente, luchadora de la justicia, amiga íntima de los felinos, ¿No ha quedado claro que Dios no soportaba tanta belleza que me la ha mandado?
Podría pasar horas explicando a detalle el cómo esta jovencita me había salvado infinitamente, donde mi única fuerza de levantarme por las mañanas era saber que estaría en primera fila en el aula, lista para recibirme con ese brillo con sus ojos, su cálido abrazo y su linda voz. Ella sabe que la amo, pero no sabe cuánto la amo, cuántas veces me transmitió paz en una mirada.
Por mucho tiempo la gente me ha llamado “solecito” por alguna extraña razón, repitiendo lo amable, sutil, cariñosa y comprensible que soy, curiosamente, casi siempre la gente que me alababa era la misma quien luego escupía mi nombre, ¿Lo seré? ¿Seré yo, Biansy, suficientemente buena persona como relatan mis discípulos? O una mejor pregunta, ¿Soy suficiente?
Espero verme en un futuro no tan lejano en reuniones con amigos, estudiando lo que me gusta, poder tener a toda mi familia reunida en año nuevo, no sentir un peso en mí estómago, poder cantar y bailar bajo los fuertes rayos del sol, dar vueltas soltando carcajadas sin miedo a que me silencien, poder vivir, no sobrevivir.
Ojalá en un futuro lejano, pueda leer este texto sin remordimiento o sin creer que es una estupidez, suspirar y poder decir con orgullo: “Lo logré.”
Lic. Porfirio Parada
Locutor de La Nación Radio